domingo, 13 de abril de 2014

El error de Dios

A quienes tenemos muchos defectos, nos suele gustar casi todo el mundo porque sabemos que no podemos ser exigentes. A pesar de ello, hay un amigo de Guille que no soporto. La primera vez que lo conocí me extrañó que sus compañeros, sobre todo Guille, con lo prudente que es, le permitieran conducir en las circunstancia que yo lo imaginaba. ¿Es que lo vais a dejar ir en esa condición?, pregunté. Guille tardó en comprender, y no lo hizo por mis palabras, si no por la carcajada que otro de sus amigos soltó al procesar mis palabras. No está drogado. Es que es así, me explicaron. 

Pero no soy a la única que le cae mal, creo. Hoy comió en casa con algunos otros compañeros de fútbol sala de Guille. Algunos lo escuchaban con la expresión en la cara de quien soporta sobre sus narices la halitosis fermentada de su interlocutor. Hablaba de su adolescencia. Aseguraba que cuando tenía 14 años un ojeador del Real Madrid se presentó en su instituto para ficharlo, pero que él siempre había sido del Barça y los merengues le resultaban repulsivos, por eso lo dejó pasar. Cuando ninguno de sus antiguos condiscípulos, de los que están presentes, aseguraron no recordar la presencia de ojeadores en el instituto, intentó convencerlos de que el profesor de gimnasia sólo se lo dijo a él para no despertar envidias. 

Nos privó de su presencia próxima la hora de la cena (comenzaba a preguntarme si debería buscarle un lugar dónde dormir en la casa) y cuando ya se había cargado los planes que teníamos para la tarde del domingo (ir al cine con mi aparejadora y cenar rollitos vietnamitas en un chino). Guille tuvo que soportar un puyazo en su costado: al irse, lo invitó a volver cuando quisiera. Pero también él suspiró en cuanto se cerró la puerta y escuchamos el ascensor bajar. Dios se equivocó al no ponerlo en la familia real, comentó Guille. No le pregunté si lo decía porque así el ego de su amigo se sentiría satisfecho y repleto o porque así se habría mantenido alejado de nosotros. 

2 comentarios:

  1. La falta de internet es un tanto.. frustrante. Aqui voy... otra vez. Aja, no logro precisar cual es el punto de vista respecto a su visitante, pero en ambos casos probables, mi mamá tiene la solución, la cual comparto con ustedes: 1) a ella siempre le ha fascinado los cuentos, no importa que sean de verdad, exageraciones, mentiras o chismes. simplemente le gusta escucharlas. 2) A la hora de echar a alguien de la casa, simplemente le dice: "te me largas de la casa ya, y no quiero que regreses más". Según ella es preferible perder a un mal conocido que ganarse un dolor de cabezas.

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    1. Los de mi compañía de Internet, de vez en cuando, me dejan sin conexión por reparación de la red (no muy a menudo, por fortuna, y durante un par de horas, como mucho). Durante esos ratos, aunque no lo esté utilizando, me agobio.

      Jajajaj soy una admiradora de tu madre. Me parto de risa. Qué arte para echar a la gente. Lo malo es que al amigo de mi marido no se le puede echar porque se quedan sin portero (juega al fútbol sala con algunos amigos, entre los que se cuenta este espécimen).

      Un amigo, con el que compartí piso durante la carrera, con una visita molesta soltó: bueno, vamos a acostarnos, que esta gente querrá irse a su casa (y se quedó tan pancho). Eso sí, dio muy buen resultado.

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