viernes, 27 de febrero de 2015

Un día cualquiera

Mi cuñada tiene la capacidad de convertir en grandioso el más insignificante de los hechos o de quitarle importancia a la mayor de las atrocidades. Mi hermano, de transformar el hecho más sorprendente en una nimiedad. 

El sector más oscuro de la familia de mi cuñada es un grupo de primos carnales de La Rioja. Por imposición de su padre, los ve muy de tarde en tarde, sólo lo suficiente para que no olviden las facciones que tienen unos y otros. Si alguno aún no ha sido detenido por un delito menor -timo y hurto, principalmente- es porque todavía no ha cumplido la mayoría de edad. Entre ellos hay un policía local. Cuentan que cuando vinieron a conocer a mi sobrina al hospital, todos entraron en El Corte Inglés a buscar un regalo. Sólo el policía pasó por caja y sólo el policía tuvo cargo de conciencia a posteriori: por haber pagado. Tener una placa no implica  un comportamiento ejemplar siempre.

Cuando este mediodía estaban almorzando mi cuñada y sus primos en un restaurante con vistas a la playa, por la zona de Huelin, una señora en la mesa contigua a la suya se atragantó. Palabras de mi cuñada: La tía comenzó a dar golpes en la mesa y todos la miramos. Parecía un semáforo. Primero se puso blanca como la nieve, luego tan roja que parecía que se le iba a saltar la sangre de las venas de la cara y finalmente azul como un pitufo. La palma, la vieja se muere delante de nuestras narices y yo me meo del susto. (Lástima que no estuviera mi hermano para ser el contrapunto en el relato de mi cuñada). 

Por fortuna, a los miembros de los cuerpos del estado le enseñan primeros auxilios. El primo de mi cuñada le hizo la maniobra de Heimlich y, según mi cuñada,... La mujer escupió hasta el primer bocado que tomó en la comida. Se le escapó hasta la dentadura postiza, pero, pobrecita, comenzó a respirar bien. Y entonces pensamos que iba a palmarla de un telele porque temblaba y lloraba a la vez

La cosa terminó bien. La mujer se tranquilizó y su acompañante los invitó al vino que estaban tomando con la comida.

Lo primero que hice después de colgar mi cuñada el teléfono tras haberme contado con todo detalle lo ocurrido, fue meterme en Internet y aprender a hacer la maniobra de Heimlich. Quise enseñársela a Guille, pero él ya la conocía. También mis hermanos sabían hacerla, la aprendieron cuando mi padre enfermó. Se atragantaba con mucha facilidad. 

Y vosotros, ¿la conocéis? Pensad que podéis necesitarla un día cualquiera. 

Adiós, pequeña, adiós

¿Por qué todos nuestros dedos no son del mismo tamaño? Sería mucho más cómodo para los fabricantes de guantes. Este era el razonamiento de mi sobrina con siete u ocho años. No creo que sea un pensamiento extraño para un niño. A esa edad todo lo preguntan, todo lo cuestionan y todo lo creen. Ella misma consiguió una respuesta que le satisfacía: nuestros dedos son como un juego de herramientas, cada una de un tamaño para una utilidad diferente, desde el meñique (para hurgarse la nariz) al pulgar (para poner las huellas dactilares). 

Mucho antes, para la sensación del transcurrir del tiempo en un niño, cuando tenía tres o cuatro años, nos percatamos que si físicamente se parecía más a la familia de mi cuñada, su idiosincrasia era un clon de la nuestra: le tocaba cargar con la preocupación de todo lo que no iba bien a su alrededor. Un día quise bromear, hacer que creyera que confundía a los perros con ratas, si eran muy pequeños; ponis, si eran muy grandes; ovejas, si tenían el pelo blanco y rizado... ella razonaba e intentaba hacerme comprender que estaba equivocada: ¿es que a las ratas se le pone collar y se les saca a la calle? ¿es que no sabes que la caca de las ovejas son como canicas negras? En un poni te puedes subir, pero si te subes en eso lo espachurras... En cuanto llegó a su casa habló con mi hermano para que me llevaran al médico porque me había vuelto loca.

Hoy, festivo para los escolares en Andalucía por caer el día de la autonomía en sábado, ha venido mi sobrina a casa después de algunas semanas de ausencia. Casi 14 años. Ya no depende de nadie para que la lleven o traigan. En su periplo del pueblo a Granada, sólo de vez en cuando arrastra a alguna amiga para matar el aburrimiento de la media hora de viaje. Venía a comprar un regalo para su profesora de inglés que  vuelve a Irlanda. Había disfrazado su adolescencia de adulta con maquillaje. Caminando unos pasos tras ella me he percatado que se ha convertido en una nínfula, una Lolita que atrae las miradas masculinas sin proponérselo. Entristece comprender que ya no existe la niña que un día quiso curarme la locura. 

martes, 24 de febrero de 2015

El tiempo transcurre gota a gota

Este año el regalo de Guille por el día de los enamorados ha sido satisfacer una curiosidad. Lo había apuntado en una pequeña libreta que siempre lleva consigo. Es tipo agenda, con orden alfabético. El tamaño, no querer sustituirla por una nueva y las pocas hojas, lo obligan a escribir con letra de liliputiense. En ella se mezclan fechas importantes que tiene que recordar, películas que quiere ver, citas que le han gustado... o posibles regalos. A mí me tiene esparcida por todo el orden alfabético: Amorcito, BK, Curiosilla... Queca... Rebeca... Zarrapastrosa (por las últimas botas de trabajo que tuve).  Aunque no me es un objeto vetado, conseguir respuesta a una pregunta en ella es prácticamente imposible por el orden arbitrario que tiene. Me quedé sin respuesta a la pregunta de qué libro leía un chaval que coincidió con nosotros en el vuelo a Croacia de este verano. Estaba tan absorto en la lectura que ni por un momento le importó lo que ocurría al otro lado de la ventanilla o a su alrededor. Un sordo plot, como una gota que cae en un depósito de chapa vacío, delataba el paso de las hojas en su libro electrónico. Cuando el aterrizaje lo obligó a dejar la lectura, Guille se atrevió a abordarlo, porque Guille es como mi madre, con una facilidad extraña para hablar con los desconocidos sin que estos los miren como locos. En cuanto aterrizamos Guille hizo un apunte en su libreta e intuí que se trataba del título del libro que leía el chaval, pero ante mi necesidad de saber, él se limitó a darme la libreta sospechando que sería incapaz de encontrar lo recién escrito. Aún hoy, que ya conozco el título y el autor, porque fue el libro que Guille me regaló este 14 de febrero, y que para mi sorpresa yo también he devorado como si las palabras fueran tan imprescindibles como el oxígeno, seguro que sería incapaz de encontrar el apunte en el cuaderno de Guille. 

jueves, 19 de febrero de 2015

Premio al estulto más grande

Es inevitable que quien mucho escribe o mucho habla termine metiendo la pata (hasta el ombligo). Yo suelo hacerlo. En la intimidad, sin nadie que me la rebate, creo tener una idea brillante; luego la expongo y me hacéis comprender que estaba equivocada. Es una de las cosas que más me gustan del blog: sirve para tener las ideas y el pensamiento más claros. 

(Estulto nº 1) Ayer venía en el periódico que un clérigo saudí niega que la Tierra se mueve, y pone un ejemplo: si un avión se dirige a China y el avión se para en el aire, si la Tierra se moviera, China debería seguir avanzando hacia el avión (¡ja, qué lumbreras!). Sino fuera por el temor a desenchufarle las pocas conexiones que deben tener sus neuronas, darían ganas de pellizcarle los carrillos y sacudirle la cabeza de un lado a otro mientras se le dice: ¡Nene, que la atmósfera también se menea a la par que la Tierra!

Este sujeto tan inocente me proporcionó la idea de ir recopilando las burradas más brutales que salgan en los periódicos durante el año. A ver quién gana a finales de diciembre. Imaginé que tardaría un tiempo en tener otro candidato a este concurso de estultos, pero... 

(Estulto nº 2) Eduardo Inda, tertuliano y pensador putativo, aseguró en un programa de La Sexta, al comparar el gobierno venezolano de Nicolás Maduro con la dictadura de Francisco Franco, que: Al menos Franco convocaba elecciones. ¡Manda testículos!!! Qué ganas de darle un par de yoyas. ¿Qué valor pueden tener unas elecciones en una dictadura? Por favor, que alguien lleve a una hemeroteca a este señor y le haga comerse, con telarañas y polvo incluidos, los periódicos de la época en los que salía los resultados de esas elecciones.


(Estulta nº 3) Cuando éramos pequeños y las evidencias del delito estaba patente en nuestras manos y morros, nuestras madres solían preguntar por mofa: ¿Quién se ha comido el helado de chocolate? Por supuesto negábamos: ¡Yo no! ¡Yo no! Esa negación frente a la evidencia resulta tierna e incluso entrañable en un niño de pocos años de edad; pero se asemeja a una patada en el estómago si la suelta una de nuestras diputadas. Hoy a Celia Villalobos la han pillado jugando al Candy Crash mientras presidía el Debate del Estado de la Nación y tenía la palabra Rajoy. Las imágenes de televisión no dejan lugar a la duda. Pero ella lo niega. Asegura que leía la prensa, lo que a mí me suena como si el niño del helado confesara que no ha comido el de chocolate, sino el de fresa. ¿Cuáles son las funciones de Villalobos? Sin duda el requerimiento de su rendimiento debe ser muy bajo si se puede permitir el lujo de jugar o leer en su horario laboral. Duele, si se la compara con muchos de los ciudadanos de este país, los que trabajan  8 o 10 horas diarias por el sueldo de media jornada. 

Si esto hace cuando está rodeada de cámaras, ¿en qué derrochará el tiempo cuando esté en la intimidad de su despacho?




(Estulto nº 4) Willy Toledo asegura: Si me saliera un hijo de Podemos, le doy dos hostias que le arranco la oreja. ¡Menudo salvaje intolerante! Espero que la melena de este señor esté poblada por una colonia de piojos, para que su cabeza tenga alguna utilidad. Lo más cómico es que comparte bastantes ideales con Pablo Iglesias. No es ésta, sin embargo, la burrada más gorda que ha soltado este año. Durante el atentado en París contra Charlie Hebdo, aseguró que el asesinato del policía en la acera había sido un burdo montaje

(Estulta nº 5) Suelen decir que el mundo es un pañuelo (y está lleno de mocos). Con Internet es muy complicado que una mentira, de la clase que sea, se sostenga durante mucho tiempo. Decir que se ha participado en tal evento, o que se ha hecho determinado trabajo, o asegurar que se es amigo íntimo de tal persona famosa... es complicado que resista el paso del tiempo sin que alguien se percate de la trola. Anna Allen, actriz secundaria española de la que no tenía noticia de su existencia hasta ayer, se ha inventado toda su vida laboral -a excepción de unos episodios que rodó de Cuéntame cómo pasó-. ¿Qué discurriría por sus neuronas cuando aseguró haber rodado algún episodio de bastantes series norteamericanas que también se ven en España (o en Internet -a la par que en EEUU-).? ¿Tenía la convicción de que sus seguidores no la buscarían? Lo de estulta se lo ha ganado esta señora por tomarnos por tontos, no por la necesidad de inventarse una vida que, al parecer, no tendrá nunca. 

(Estulto nº 6) El tiempo pasa y algunos personajes parecen haberse quedado anclados en un pasado muy remoto, en tiempos oscuros en los que parecía normal entrometerse en la intimidad del dormitorio de los demás y exigir un comportamiento determinado. Uno de estos personajes es el Obispo de Alcalá de Henares. Su homofobia y sus conocimientos sin fundamento ni base, le han llevado a vincular la homosexualidad con la pederastia; aunque las estadistas afirman que los pederastas suelen ser heterosexuales, pero, a este personaje, ¿qué más le da la verdad? A fin de cuentas, vestir una sotana parece ser un salvoconducto para hacer apología de la homofobia, el machismo y la violencia de género. 

(Estulta nº 7) Sin duda el programa Casados a primera vista no exige que los concursantes sean inteligentes. De ahí salió una tal Toñi que en su luna de miel en Estambul fue a visitar la Mezquita Azul. Su comentario: Si la mezquita estuviese llena de tiendas y no de moros rezando me gustaría más. (¡Qué bruta!). Y si su abuela tuviera pene, no sea su abuela, sería su abuelo. 

(Estulta nº 8) ¿Lapsus o pereza para mirar en el diccionario el significado de saquear? La presidenta de Castilla-La Mancha comete dos veces el mismo error (¿o es que le gusta burlarse de nosotros, los ciudadanos?). Incomprensiblemente asegura que el PP ha luchado muy duro para saquear este país (o Castilla-La Mancha). ¿Es tonta o no tiene respeto por quienes la alimentamos y permitimos todo tipo de lujos?





(Estulta nº 9) Lo malo de algunos tontos es que no tienen conciencia y hacen daño sin percatarse de ello, o, haciéndolo, pero siéndoles indiferente. Belle Gibson inventó un cáncer terminal y, lo peor, inventó una curación milagrosa basada en dietas, ejercicio y en dejar los tratamientos médicos. ¿Cómo se puede ser tan cabrona y tener tan mala leche? El cáncer es como la sentencia a muerte de un inocente, es dolor, miedo, rabia, humillación, tristeza...

(Estulta nº 10) La gente que no siente empatía por otra, si además no tiene inteligencia para disimular y, lo peor, tienen un poco de poder, como ocurre con Esperanza Aguirre, se convierte en un ser dañino para la sociedad. La última ocurrencia para esta lumbreras (ya dijo que no llegaba a final de mes cobrando 6.000 euros, eso, en plena crisis y con muchos de sus ciudadanos cobrando una décima parte de lo que ella, a no ser que estuvieran en paro, que cobraban 1/12 o absolutamente nada), la última ocurrencia, como decía, de este trozo de carne sin conciencia, es querer echar a los sin techo de las calles de Madrid. (Me recordaría a Cruella de Vil si no careciera completamente de inteligencia).

(Estulto nº 11) Por la mayoría es sabido que si algo le falta a Kim Jong-un es inteligencia. Como si estuvieran en el viejo oeste, asegura que dispone de un medicamento milagroso, como aquellos antiguos jarabes de veneno de serpiente que curaban desde la sífilis a las amputaciones de los meñiques. El del dictador-cerdito es un poco más sofisticado, asegura que cura el sida y el ébola. ¿El propio dictador se ha tragado el timo del medicamento milagroso? ¿o es un timador que se ha prestado a sacar dinero a los más desesperados? En ambos casos... es una pena que el medicamento milagroso no cure también la gilipollez.

(Estulto nº 12) Duele que sea precisamente quien debe ocuparse de los más débiles, de las mujeres víctimas de la violencia de género, crea más oportuno defender a una ridícula minoría que se puede considerar daños colaterales. ¿Cómo comparar las incomodidades de una detención por una denuncia falsa con una muerte? Joaquín Leguina piensa que es injusto reprocharle, con el calificativo de machista, a quien cree que existen muchas denuncias falsas por violencia de género. Rita Maestre le corrige, informándole que sólo un 0.010 % son falsas. Joaquín Leguina, en lugar de enmendar su error y agradecer que lo sacaran de su ignorancia, arremete contra la mensajera y le aconseja que se ocupe de sus problemas en el Ayuntamiento. Leguina perdió una buena oportunidad para, al menos, mantener los hocicos cerrados. 


Seguiré buscando lumbreras...
(Pensaba que iban a salir uno o dos por trimestre)



miércoles, 18 de febrero de 2015

Los protectores

¿Cuándo se intercambian los papeles? ¿A qué edad dejan de protegernos nuestros padres y somos nosotros quienes intentamos dorarles las píldoras que esta vida nos hace tragar? 

Siempre he vivido entre dos ríos. El exclusivamente femenino, cerrado y estricto del internado y el masculino, abierto y salvaje, de mis hermanos. Mi madre apenas intervino en mi educación. La mayor parte del tiempo no fue más que un tamagotchi a la que había que prestar unos cuidados mínimos para que no le ocurriera nada. Lo que aprendí de ambos mundos es que a los padres hay que protegerlos, aislarlos de la verdad, hacerles creer que su hija de 18 años aún es virgen y su hijo sólo utiliza la moto para circular de forma civilizada por las carreteras. 

Hoy el PP, derogando la ley que permitía a las mujeres de 16 a 18 años abortar sin el conocimiento ni permiso de los padres, está entorpeciendo la obligación filial de aislar a los progenitores de la realidad. Es fácil imaginar que lo correcto está del lado de quienes restringen las libertades. Después de todo, los hijos, para muchos padres, son sólo apéndices de ellos mismos, esclavos que deben obedecer sin oponerse porque para algo les proporcionan los medios necesarios para subsistir. 

Tenía una compañera en el internado de padres muy estrictos, muy católicos practicantes, muy cerrados. La madre solía decir: Antes muerta que eso. Eso era un eufemismo de violada. Si mi compañera hubiera sido violada, o se hubiera quedado embarazada de su pareja -de haberla tenido-, ¿no tenían esos padres el derecho de permanecer ignorantes? ¿Es que a sus pequeñas mentes saturadas de moral religiosa, había que castigarlas con la obligación de saber que la hija iba a abortar? Por supuesto, no me cuestiono que los padres puedan obligar a una hija a tener un bebé que no desea. Ante la cerrazón paterna, siempre queda la justicia. 

martes, 17 de febrero de 2015

Dios da pan...

¿Por qué no estás follando siempre? No es una pregunta ofensiva, se trata de simple curiosidad. Me la ha hecho más de una docena de veces mi amigo Nico. Suelo contestarle con una sonrisa y el silencio; si insiste, pormenorizando las consecuencias dolorosas de un exceso de sexo. En una ocasión respondí con otra pregunta: ¿Por qué no te estás matando a pajas constantemente? Se puso serio: Dejo de respirar cuando me corro. El respirador lo detecta y pita tan fuerte que puede despertar a todo el bloque. A mi amigo Nico le jode mucho que la mayoría de personas piense que los discapacitados como él carecen de sexualidad. Sueña con encontrar una chica a la que no le dé asco su cuerpo inerte. 

Estamos llenos de limitaciones. Mi madre suele decir que Dios da pan a quien no tiene dientes

Mi sobrina con escoliosis quiere ser bailarina. Lleva bailando desde muy pequeña. Aún usaba pañales y ya se esforzaba por ponerse de puntillas. Fue tan temprana su inclinación por el baile que podría considerarse una necesidad genética. Pero desde enero no da clases de danza. Aunque su edad todavía es la de una niña que cree es suficiente querer algo para conseguirlo, ha superado la barrera en la que los adultos le permitan soñar con imposibles.




Los segundos de vacio

Uno, dos, tres... después de recibir un pelotazo en el estómago existen unos segundos de vacío, de extraño bienestar, de completa quietud. Se sabe que en cuanto se respire, se llene de aire los pulmones y el abdomen de distienda, comenzará el dolor. De nada sirve intentar prolongar esos segundos de placidez porque la necesidad de aire se impone y termina derrotándola. Esos insignificantes y extraños segundos de casi completo satisfacción le siguen a la lectura de la mayoría de las entradas del blog de Antonio Muñoz Molina. El azul tan inocente del cielo en la ventana no engaña, comienza, y es como si acabara de encontrar el cabo de un hilo del que tira y nos arrastra con él, avivando recuerdos, obligándonos a comprender qué siente cuando sale a la intemperie, exponiéndose a temperaturas de cámara frigorífica. Nos enseña su ciudad con fotografías móviles: Voy a la orilla del río y la corriente es un glaciar de bloques despedazados que suben con el empuje de la marea alta. Con qué facilidad me traslada a lugares en los que nunca he estado y me hace recordar imágenes que nunca he visto.



Suena el teléfono, y como el hielo en la corriente del Hudson, el placer de estar sumergida en una ficción que convierte todo lo demás en vacío, se despedaza. 





lunes, 16 de febrero de 2015

Puede que fuera un sueño

Me pregunto si durante el inicio de mi infancia era un poco autista: la vida trascurría sin darme mucha cuenta, sin tener consciencia de ella y aprendiendo apenas nada. De esa época tengo en mi memoria más pensamientos propios y pesadillas que recuerdos reales, aunque un detalle que sí sé real, es la costumbre que tenía mi padre de no darme nunca la mano; para mantenerme pegada a su lado me rodeaba la nuca con su mano enorme y dos de sus dedos, el índice y el corazón, parecían adherirse a mi espina dorsal. Aún hoy se me eriza el vello si alguien me coge de esa formal. 

Recuerdo ese extraño contacto, una playa de chinarros a mis pies, el ruido apacible de las olas de un mar en calma, el fresco placentero de una noche de verano, y a lo lejos, en lo que debía de ser el horizonte del mar en mitad de una noche profunda de luna nueva, multitud de luces que por alguna extraña razón yo confundía con una feria a la que quería ir para subirme en la noria. No sé quién me explicó, seguramente mucho más tarde, probablemente alguno de mis hermanos, que no era una feria, sino barcas que salían a pescar sardinas en mitad de la noche. Mi padre se limitaba a prometerme que iríamos a mi feria imaginaria algún día, sin especificar cuándo. 



Es curioso cómo funciona la mente. Un lumbreras asegura que enseñará a pescar a los andaluces y yo me encorajino porque es la frase que se suele soltar a los pueblos marginados (no le deis comida, enseñadles a sembrar). Luego el lumbreras se evapora y aparece un recuerdo que estaba escondido en algún oscuro y recóndito pliegue de mi cerebro. 

sábado, 14 de febrero de 2015

Dueños del tiempo

Hoy, después que la mitad de los planes hechos por Guille para pasar una jornada romanticona, se fastidiaran por culpa de una llamada telefónica respondida a pesar de que un sexto sentido me incitaba a no hacerlo; he llegado a la conclusión de que necesito hacerme millonaria. Es raro que le teléfono del trabajo suene a eso de las nueve y media un sábado. Sabía que no debía cogerlo, pero, temiendo que la curiosidad me persiguiera durante todo el día, en el último instante pulsé el botón de responder. Había que eliminar los pilares de un bajo comercial. La estructura de todo un edificio, al carajo. Tenía que hacerla de nuevo. ¿Cuántas veces se me han fastidiado los planes por culpa del trabajo? Ya he perdido la cuenta. Aunque, en realidad, en esta ocasión, no se fastidiaron tanto. En lugar de almorzar en la Sierra, tuvimos que hacerlo en un restaurante de Granada. Comimos con pereza, prolongando la tertulia, satisfechos de no tener que fregar platos ni limpiar la cocina. Y durante la cháchara de la tertulia, un poco en broma, bastante en serio, supimos que sólo seríamos dueños de nuestro tiempo teniendo mucho dinero. Pero, ¿cómo se hace hoy día alguien millonario dentro de la legalidad? (Soy demasiado cobarde para delinquir). 



Decía L. Ron Hubbard, creador de la Ciencialogía, que si quieres ganar un millón de dólares, funda una religión. No creo que sea necesario creer en Dios para crear una religión. Me parece que yo lo haría bien. En mi religión se aceptaría la evolución y las teorías del big bang, achacándoselas a Dios, en lugar de negarlas rotundamente. Me refrena el que para enriquecerme yo tendría que vaciar los bolsillos de bastantes incautos; y, aunque eso es legal, moralmente no me parece muy ético. Además, las religiones, para resultar efectivas, deben ser sádicas (tipo Opus Dei) y el sufrimiento ajeno me impide dormir bien. Desechado eso de subirme a un púlpito y ensalzar a Dios. 

Podría seguir el ejemplo de mi sobrina y sus amigas. Quieren asociarse a Podemos para entrar de forma directa en la política. Están convencidas que política = dinero. ¿De qué Bárcenas habrán sacado esa idea? (Buen ejemplo para los adolescentes). Pero tengo un grave impedimento para hacerme millonaria de esa forma: sé que el dinero del estado sale del esfuerzo de todos y no es algo gratuito para que lo coja el primero que pase por allí.

¿Y escribir un libro? (¡Que nadie se ría!). La trilogía que más éxito ha tenido en los últimos tiempos es no apta para escritores. Está tan mal escrita que si no llega a ser por el sexo, se podría pensar que ha salido de la mente de un adolescente. El cóctel sería: alguien que no sepa escribir bien para que no embrolle la lectura, una desviación sexual (como el incesto), una historia simple basada en los cuentos infantiles (un sucedáneo de la Cenicienta) y mucho sexo, sin importar que sea repetitivo y tedioso: éxito asegurado. Lástima que deba estar escrito en inglés. 

Seguiré pensando. Se admiten ideas.

viernes, 13 de febrero de 2015

Mi tesoro

El regalo más absurdo, caro e insatisfactorio que me han hecho por san Valentín, fue una caja con forma de corazón llena de capullos de rosa. Esos errores se pueden cometer al inicio de una relación, pero no después de tres años de conocimiento mutuo. Fue como el preludio de la muerte de un idilio. Pero el final de algo, a veces, implica un principio. Si no hubiera roto con alguien incapaz de recordar que no me gustan los regalos caros y menos las flores cortadas, jamás me habría marchado a Barcelona y menos, conocido a Guille. Al tercer día el pegotillo de lacre que tenían las flores en el rabo cortado era el único rastro del color rojo intenso del que fueron sus pétalos y que se marchitaron de inmediato. Tres días preguntándome si las flores tendrían un significado o uso oculto. Pensé que tal vez servían para hacerlas flotar en el agua de la bañera, pero Carlos, mi novio de entonces, sabía que mi baño tenía ducha. Sólo una de las rosas, que después de envuelta en papel vegetal, fue aplastada entre las hojas de El Quijote, perduró en el tiempo, como si se tratara de una momia. 



San Valentín se puede olvidar hoy mí. Imaginar el futuro que me esperaba y que el azar me evitó, es el regalo que más me satisface.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Sacrificio

Temblaba. El sudor le empapaba la ropa; pero temblaba. En la boca tenía el sabor amargo del vómito y las piernas le picaban por la orina que no pudo retener por el miedo. Ni siquiera le había dejado el consuelo de abrazarse a su madre y buscar protección en ella. Estaba oculto bajo las espuertas de esparto que utilizaban para limpiar los corrales. Los animales se movían y el niño se tenía que tapar la boca para no gritar, confundiendo la ligereza de las patas de los cabritos, con los rotundos pasos de su padre. 

Durante los tres días que duró su deambular por las montañas en busca de algo que únicamente reconocerían cuando lo tuvieran ante los ojos, para el niño sólo existió la figura del padre. Le hacía feliz estar junto a él. Era alguien muy importante. Todos le hacían caso. Decían que tenía a Dios encerrado en la cabeza y a veces hablaba con él, largas conversaciones que para los demás sólo eran monólogos de interrogaciones sin respuestas o de explicaciones sin aparentes preguntas. Cuando llegaron a una montaña, el padre dijo que su camino había terminado. Dejaron atrás al criado que los acompañaba y el niño tuvo que cargar con una pila de leña tan grande como él. Pesaba porque el camino era empinado y el paso de su padre presuroso. Arriba había un túmulo. Pero, ¿y el animal que iban a sacrificar? Lo supo demasiado tarde, cuando ya tenía las manos y los pies atados. Podría haber luchado, dado patadas, mordido; pero la incredulidad lo había paralizado, dejado tan aturdido que sólo pudo suplicar por su vida cuando su padre levantaba el puñal y estaba dispuesto a clavárselo en el cuello. Tal vez los ruegos o percatarse del miedo del niño le devolvieron la suficiente cordura para refrenar la mano y retirarla. En la bajada de la montaña, Isaac siguió a Abraham y al criado a distancia, la  suficiente para saber que no lo alcanzarían si alguno intentaba acercarse. Sospechaba que jamás volvería a confiar en ninguna persona. 

lunes, 9 de febrero de 2015

Yo y el imbécil

Los médicos a veces preguntan: en una escala del 1 al 10, ¿cuánto duele? Nunca he sentido mucho dolor. Siempre estoy por debajo del 5 (si tal dolor es el que se siente cuando te quemas accidentalmente una mano al caerte agua hirviendo o te aplastas un dedo entre dos tablas en una obra). Mi madre siempre me dijo que ya sentiría dolor cuando pariera (mi madre a veces habla como Dios).

Si la misma escala sirviera para los cabreos, creo que habría llegado al grado 11 el día que intuí en un solar la vivienda que yo había diseñado, retocado, modificado mil veces, y que el cliente había rechazado finalmente. Había sido mucho esfuerzo y una desagradable sensación de fracaso por no haber conseguido complacer al promotor de la vivienda. Resultaba frustrante. Tomé fotografías de la obra, que en ese momento estaba en la estructura, y con un plano de la vivienda proyectaba, fui al colegio de arquitectos para pedirles que compararan el proyecto del solar con el mío. Al cabo de pocos días, recibí respuesta: coincidencia del 100%. El nuevo arquitecto ni se habían tomado la molestia de mejorar el diseño. Como era su primera infracción grave, sólo se le amonestó (me pareció un castigo insignificante teniendo en cuenta que se estaba enriqueciendo gracias al esfuerzo ajeno). Para mí, después de recibir la respuesta del colegio de arquitectos, el incidente había concluido. Para mi compañero denunciado, no. Me mandó un e-mail con tal retahíla de insultos y quejas, que parecía que lo había enviado al corredor de la muerte. En ningún momento parecía ser consciente de haber cometido un delito, de haberse aprovechado del trabajo de otra persona. Para él, la víctima, yo, me había convertido en la verdugo de su libertad. Sospecho que, de ser él el plagiado, su idea de libertad habría sido muy diferente. 

Esta semana, en su artículo semanal de El País, Elvira Lindo se quejaba del pirateo de libros porque en nuestro país no se considera la lectura una actividad cultural por la que merece la pena pagar. Si yo estuviera en su pellejo, me quejaría, principalmente, por el menosprecio que se hace al esfuerzo intelectual. En pocos años, cuando el papel se convierta en algo tan extraño como el papiro, ganará más una señora de la limpieza por su trabajo que un escritor por el suyo porque en la conciencia colectiva se ha incrustado la idea de que todo cuanto se encuentra en Internet y se considera cultura, debe ser gratis (de momento, es un delito que no tiene castigo). Con esta actitud estamos abriendo la tumba de nuestros pequeños placeres. ¿Qué escritor consagrado querrá tomarse la molestia de escribir un libro si no va a ser remunerado y le es más productivo deambular por el mundo dando conferencias o cursos?








viernes, 6 de febrero de 2015

Frustración 2

Los experimentos, con gaseosa, me ha espetado uno de los inversores. Me ha gustado la frase. Creo haberla escuchado antes, no sé a quién. Es divertida. 
Ha merecido la pena tirarme toda la mañana intentando meter apartamentos en un nicho. Pero, ¿qué hacer con la planta baja? Quién iba a querer un local comercial de 3 x 52 m (siendo los 3 los únicos que daban a la fachada)? Se me ocurrió meter en esa planta baja un gimnasio adjunto a los apartamentos. Apartamentos de lujo para niños bien. Me pareció una buena idea porque el solar está cerca de una universidad y los padres suelen mimar a sus retoños estudiosos. Pero ese gimnasio es lo que ha generado la idea del experimento y la gaseosa. 

Aaaaaaaaah, qué frustrante resulta a veces esta profesión. 

jueves, 5 de febrero de 2015

Frustración

Empezó mal el día. Teníamos un solar en Málaga muy feo y casi inservible. Alargado, con dos trocitos de fachada ridículos. Muy complicado de aprovechar incluso si sólo hacíamos estudios. Se me ocurrió diseñar un lugar donde dejar las cenizas de los difuntos. Cada vez más gente prefiere la incineración al entierro. Serían pequeños nichos donde dejar las cenizas y algunos recuerdos del difunto, un lugar cómodo y elegante, un lugar al que ir a recordar. Los inversores acaban de mandar un e-mail rechazando la oferta. 

Durante la noche los e-mails han brotado como champiñones en un otoño lluvioso. Parece que comienza a haber movimiento. Pero me pregunto si sólo será un espejismo preelectoral. 

¡Liberada!

Cuenta Richard Dawkins que en Estados Unidos se gastaron 2.400.000 $ en hacer un estudio para comprobar si la oración beneficiaba o repercutía sobre los enfermos. Se hicieron tres grupo, los tres de unas mil personas (creo recordar) y los tres con los mismos problemas cardíacos. Por cada una de las personas del primer grupo, otra persona de una congregación religiosa rezaba por su mejoría sin que el enfermo lo supiera. Por el segundo grupo, nadie rezaba. Por el tercer grupo, otras personas rezaban, y los enfermos conocían el dato. Entre las personas del primer y segundo grupo no hubo diferencia en el tiempo de mejoría de los enfermos. El tercer grupo, las personas tardaron más en sanar y tuvieron más problemas. Al parecer, los enfermos se vieron presionados por la idea de estar tan enfermos que necesitaban que rezaran por ellos. 

Por mí rezaron en una ocasión, para que no muriera. Pero que esté ahora mismo escribiendo esto y no encerrada en un ataúd, no significa que las oraciones tuvieran éxito. En mi casa nunca se tuvo mucho respeto por las enfermedades. Aún hoy es normal que mis hermanos o yo estemos trabajando con 38ºC o no hayamos cancelado una reunión por una migraña. Cuando nos heríamos, mis hermanos me quitan los puntos a mí y yo a ellos. No era extraño que me mandaran al internado con algunas décimas de fiebre. En una ocasión las décimas eran bastantes grados y las monjitas llamaron para devolverme a casa. Como el parque automovilístico del Destacamento era escaso, vino a buscarme una ambulancia, único coche disponible en aquel momento. El conductor quiso complacerme (tal vez porque para él también era como comer una golosina) y puso la sirena sin hacerse de rogar. Supongo que alguien vio lo ocurrido e hizo correr la voz que yo estaba tan grave que me habían tenido que llevar de urgencia al hospital. Tardé en recuperarme semana y media. Cuando volví, para mi sorpresa, todas mis compañeras e incluso la monja, me abrazaron con los ojos llenos de lágrimas. Durante la misa del miércoles habían rezado por mí por creerme muy enferma. Lo investigaron, pero nunca se supo quién había originado el bulo.

Hoy ya puedo mover con libertad mis dedos griegos (tengo el dedo que está pegado al gordo, más largo -dato que me enseñó don Manuel-). Es muy placentero poder rascarme el jarrete y poder doblar la rodilla. Guille me pide constantemente que tenga cuidado, que no salte, que pase por la rampa en lugar de los escalones, que utilice las muletas... es un poco como las oraciones del experimento de Richard Dawkins: insiste tanto, que siento que estoy realmente enferma. Ahora no puedo evitar sentir remordimientos de conciencia: yo no lo cuidé tan bien cuando estuvo fastidiado con un esguince. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

Mi vida sin mí

Nieva. A lo largo de la tarde hemos tenido todo un repertorio de formas de nevar. Comenzó con minúsculas motitas desperdigadas que caían con pereza; le siguió una ventisca capaz de convertir en horizontal la trayectoria de los copos; en cuanto el viento se apaciguó, los copos se transformaron en cuajarones que se apresuraban en caer; luego se despejó, pero siguió nevando, insignificantes puntitos danzantes. Hubo una tregua y ahora vuelve a nevar, con más contundencia. Al contraluz de las farolas, los copos dibujan pequeñas estelas en su recorrido. Parecen espermatozoides presurosos por encontrar el óvulo. Ahora la nieve sí blanquea las superficies.

Foto robada de la fotogalería de Ideal

Miro golosa por la ventana. Guille dice rotundo: No. Lee mi pensamiento. Quiero ir hasta el río (son sólo 150 metros, 167 pasos -mis pasos abarcan 90 cm, con las muletas serían 500 pasos-). Desde el río el horizonte está limpio y la perspectiva es amplia. Hago un mohín y Guille insiste: No, aunque empieza a ceder. Promete sacar fotografías cuando baje la basura. Si no estuviera fastidiada con la pierna, ahora estaría paseando por los bosques de la Alhambra, con la capucha del chubasquero puesta. Los árboles son tan grandes y sus ramas se extienden tan lejos que en algunos tramos del ancho camino es como pasear dentro de un túnel. Y la nieve, al derretirse, gotea. La bajante del canalón de la cubierta evacua un regato que arrastra la poca nieve que comienza a esconder las losetas rojas de la azotea en su camino hacia el sumidero. 

Guille inventa la necesidad de una barra de pan para la cena para salir a pasear bajo la nieve. Seguro que vuelve con un relato detallado del paisaje del Paseo de la Bomba o los árboles de la calle Alhamar. Estos últimos días es como si la vida pasara a mi alrededor sin intervenir yo en ella. El domingo por la tarde Guille y mi aparejadora aprovecharon las entradas que habíamos sacado para ver La Teoría del Todo. Obtuve un relato sucinto de las dos horas y pico de la película. Guille la quería ver para encontrar una explicación de la supervivencia del científico. Supongo que mi aparejadora, para librarse durante un rato del asfixiante abrazo de su madre. Yo sí la habría disfrutado.

Es aburrido tener que contemplar el mundo desde una ventana. 

martes, 3 de febrero de 2015

Sueño

Día de pereza. Hoy toca no hacer nada. Ayer trabajé por tres o cuatro días, aunque no me permitiré tanto descanso. Es divertido no hacer nada; también es divertido cuando el trabajo me absorbe por completo y el tiempo desaparece. Ayer se trataba de reformar un edificio de pisos enormes, de tres o cuatro dormitorios, en estudios. Ya no tienen salida los pisos para familias numerosas. Nadie suele tener tantos hijos, nadie se puede permitir comprar tanto espacio. ¿Cómo tiene que ser vivir en un único habitáculo? Lo desaconsejaría para parejas recientes, sin ninguna intimidad, sin ningún lugar a donde huir ante esos pequeños malentendidos que van desapareciendo sólo con la convivencia. 

Guille quiere que me adapte a sus horas de sueño. Sin haber pegado ojo en toda la noche, ha sido difícil mantenerme despierta a lo largo del día de hoy. Si dormía, volvería a caer en la falta de sincronización. Intentaba leer, y los ojos se me cerraban solos o leía veinte veces una misma frase sin comprender su sentido. Si intentaba ver alguna de esas series que pululan por Internet, el desarrollo de la historia daba saltos llenándola de vacíos, coincidiendo con mis cabezadas. 

Al mediodía llegó mi madre. Guille siempre la trae cuando me ocurre algo. Sólo es el reflejo de sus necesidades. Viene cargada de historias. La crisis, la maldita crisis: mi primo Antonio lleva tres meses sin cobrar. Trabaja de vigilante nocturno en una estación del Ave. Se las apaña de momento, no quiere ayuda, tenía algunos ahorros y va tirando. Mi prima Ana, a la que el marido la dejó para sustituirla por una chica inmadura que conoció en Internet y que le duró tres meses, se ha echado novio. Es abogado. Ya lo consideramos uno de los nuestros. Nos conviene porque tenemos un pequeño lío con una herencia. 

Después de comer fue el momento más complicado para mantener los ojos abiertos. La voz de mi madre se convirtió en susurros porque tiene la convicción que cualquier problema físico se cura durmiendo. Quería que me echara una siesta. En la televisión, que sólo se enciende si hay un partido de fútbol, apareció ese programa interminable que siempre ve, con el sonido muy bajo porque su oído es muy fino. Es como un bucle. Los personajes del programa se insultan, lloran, gritan, se insultan, lloran, gritan... 

Puede que sí me durmiera mientras Guille devolvía a mi madre a su habitad natural, aunque no tengo consciencia de haber despertado, sólo de que su ausencia fue muy corta. 

Ha sido tal el esfuerzo por permanecer despierta durante todo el día que la inercia me impulsa a seguir haciéndolo y mis ojos son como los de un búho en mitad de la noche. Además, el periódico anuncia que hay un 100% de probabilidades de que nieve en Granada esta noche a una cota de 200 metros (nosotros estamos a seiscientos y pico). No puedo dejar de mirar por la ventana.