jueves, 31 de octubre de 2013

La confesión

El moscardón verdusco que está posado en el bajorrelieve de estaño que representa la última cena, se asusta con el estrépito de una puerta que se cierra de golpe y revolotea por la habitación. Durante unos segundos es una mancha oscura sobre la pantalla de la lámpara, cuyo cable está adornado prematuramente con una guirnalda navideña de color verde. El vuelo errático lo lleva hasta el vaso donde permanece medio sumergida la dentadura de doña Palmira; una mella efímera que busca la boca que encerraba los dientes postizos, se para en los labios amoratados y liba los espumarajos que se escapan entre ellos.



Sólo la iglesia de ladrillos rojos, gigantesca en la memoria de los que se fueron, pequeña ante quien la mira; impide a Purificación contemplar una llanura interminable de olivos y tierras aradas y muy a lo lejos, unas montañas desvaída que los días nublados quedan camuflada con el cielo plomizo. Purificación no imagina ver el horizonte que el edificio le oculta, aunque muchas veces ha soñado con escapar e ir tan lejos como están esas montañas. La mujer, de rostro de prematura anciana y mentalidad de eterna adolescente, no aparta los ojos de la puerta lateral de la Iglesia, por donde entran y salen las feligresas que se confiesan antes de misa. Entran cinco y cuando sale la quinta, Purificación se apresura a penetrar en las tinieblas del templo.

- Padre, confieso que he pecado. He matado a mi madre.

Le hubiera gustado contar los detalles. A fin de cuentas, era lo único que Purificación había hecho bien en toda su vida. Hasta tenía preparadas las palabras: Usted conoce a mi madre. Era incapaz de ir hasta al cuarto de baño sola. ¿Cómo podía seguir viviendo atada a ella? No imagina qué castigo era consumirme sin libertad a su lado. Se había adueñado de mi vida... No pensaba hablarle del asco y rabia que le daba su forma de comer: una perfecta demostración visual de la trituración de los alimentos, ni de las ganas que le daban de gritarle cada vez que se refería a alguna parte de su físico con diminutivos: mi cabecita, mi bracito, mi... Fue una aversión y un odio cimentados en un pasado muy remoto, que había ido creciendo hasta hacerse insoportable.

Paz, es lo que Purificación siente. No se alteró cuando el sacerdote salió del confesionario corriendo, con la sotana remangada, ni cuando llegó la pareja de la guardia civil y la esposaron y llevaron al cuartelillo, ni cuando en la calle todo fue estruendo de sirenas y conversaciones de un gentío apostado a pocos metros de su celda -sonaba como un enjambre-, ni cuando dos días más tarde la dejan en libertad porque el doctor ha determinado muerte natural. Un infarto.

A doña Palmira le gusta acostarse temprano, aunque la cafeína que ingiere sin saberlo no le permite dormir hasta que comienza el amanecer. Siempre sigue el mismo ritual. Cuando está sentada en la cama, se toma la pastilla para la hipertensión (que ha sido sustituida por píldoras anticonceptivas, sólo porque son semejantes en su aspecto físico) y un somnífero (anfetaminas, en realidad). Se tumba y escucha la radio. Un programa donde gente llama para contar sus desgracias y otra para dar consejos. La noche de su muerte, doña Palmira está intranquila porque cada media hora informan de la huida de dos presos. Su ignorancia le permite imaginar que las distancias no existen y cuando se comienza a abrir la puerta del armario a altas horas de la noche, muy lentamente, muy despacio, cree estar ante los dos delincuentes que han asesinado a un policía antes de darse a la fuga. La voz no le sale, los gritos se quedan obturando sus vías respiratorias y el miedo se convierte en un regato dorado que atraviesa el colchón. En mitad del silencio nocturno, las sacudidas que involuntariamente da la mujer por culpa del ataque que está sufriendo, son como estruendosas explosiones que Purificación escucha desde la cocina, ansiosa por que acaben para conocer el resultado definitivo. En los brazos de Purificación, está Negrita, la gata que salió sigilosa de entre los camisones y sábanas dobladas, y fue al reclamo del olor de una lata de atún recién abierta.

Purificación sacude el moscardón verdoso que pasa por delante de ella. Sonríe satisfecha. Un ápice de tristeza: su madre, que solía llamarla inútil, jamás sabrá lo bien que lo hizo en esta ocasión.

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¡Feliz Halloween!

miércoles, 30 de octubre de 2013

En busca del hogar perdido

Guille ha tamizado las ofertas de trabajo que han ido llegando estos meses. Muchos timos (si quiere más información, pague 20 € por gastos administrativos -el más generalizado-), también muchas mentiras (alojamiento gratuito que hay que pagar con horas extras; sueldos en bruto en los que contabilizan hasta el más mínimo de los impuestos y que dan a entender que son sueldos limpios). Había cuatro ofertas que parecían favorables: todas en países sudamericanos. La de México la descartamos directamente, sólo por la inseguridad que parece existir en ese país (aunque algunos conocidos mexicanos de los foros nos informan que es una violencia que no conocen directamente, que depende de la zona). En una de ellas hubo un error de cifras (metieron un cero de más, y lo que se parecía un sueldo correcto, pero no exagerado, se volvió una miseria, por debajo del sueldo mínimo. Otra la descartamos porque estaríamos en el mismo país, en la misma empresa, pero distantes, la misma situación de la que queremos escapar aquí. Al final sólo ha quedado una oferta para trabajar en Chile. Ahora que es posible la marcha, Guille exige la respuesta a mil preguntas. Quiere conocer hasta el más mínimo detalle de lo que vamos a encontrar. No quiere arriesgarse a ir para volver casi de inmediato. Aunque yo no veo nada de malo en ello. Ir, probar y volver si no nos convence. Podríamos considerarlo como unas simples vacaciones. 

A Guille le preocupan sus padres y mi madre. Dejarlos solos. Está convencido que si nos vamos, será una despedida definitiva. Creo que esa preocupación es la que ha forzado esa vagina facial que le ha salido entre las cejas, una rajita que no se le quita ni cuando duerme. Quise echarle un poco de crema hidratante, pero no se deja. 

Un amigo, monitor de esquí, que va todos los veranos a esquiar (están en otro hemisferio y por lo tanto tienen las estaciones cambiadas). Dice que la construcción está como a principio de siglo en España: en auge, aunque no sabe si también sufren una burbuja inmobiliaria como aquí. Sería penoso ir a un país, acomodarnos a él, crear un hogar y tener que huir de él a los pocos años. 


martes, 29 de octubre de 2013

Con el pie derecho

Hoy tengo una de esas caras de boba que refleja el espejo cuando se es feliz después de una larga ausencia de buenos momentos. Es curioso cómo la felicidad nos cambia la percepción de las cosas. Hace un rato, cuando comenzaba a ponerse el sol, y los últimos rayos rebotaban sobre los cristales de las plantas más altas del Hotel San Antón, durante los segundos que tardó en desaparecer la luz, hasta me pareció un edificio bonito. 

Comenzó con una simple llamada telefónica cuando aún me costaba mantener abiertos los ojos. Un antiguo cliente. Tiene un caserón en La Vega de Granada y quiere rehabilitarlo. Lo acababa de comprar en una subasta del banco. Según él, una ganga. Pretende convertirlo en un hotel: habitaciones amplias, rústicas, cómodas, en mitad de la tranquilidad del campo, pero muy cerca de la ciudad. El edificio está tan deteriorado que tal vez sólo se pueda mantener en pie la intención (es una zona donde no se puede edificar nada nuevo, sólo rehabilitar, tal vez sólo aguanten algunas paredes maestras del exterior que serán suficientes para disfrazar la obra nuevo de reforma). Hacía tiempo que no caía en mis manos un trabajo de arquitectura real (sólo modificaciones de lo ya hecho y periciales): para el mediodía ya tenía esbozadas dos de las tres plantas del edificio. 

Estaba tan ensimismada que no escuché el timbre de la puerta. Era Guille: una semana antes de lo esperado. Al igual que es inevitable perder cualquier compostura cuando el cuerpo sufre los vaivenes de una montaña rusa, yo la perdí cuando lo vi aparecer. Aunque viene con una arruga en la frente, entre las cejas, vertical y profunda que perdura incluso cuando está dormido (ahora ya está acostado, aunque apenas son las 9 y media de la noche, porque vino agotado). Estoy acostumbrada a la forma de ser mi familia materna, en la que a un problema se le da la importancia necesaria para ser resuelto, y antes y después, se olvida. Pero Guille los rumia sin cesar. Ahora le preocupa la falta de trabajo, aunque llevamos unos meses siendo tuertos en un mundo de ciegos. Si le pongo el dedo donde le ha aparecido la arruga sólo sirve para que frunza la frente y balbucee en sueños. 

Guille se durmió después de estar escuchándome hablar por teléfono media hora. La llamada fue mucho más larga, de hora y pico. Una amiga, con una trombosis en la pierna, está prácticamente curada. Estaba eufórica y contagiaba su felicidad. Para ella empieza una etapa nueva en su vida (ojalá le vaya bien). 

Ahora, después de tantas cosas buenas, estoy un poco desinflada, amedrentada, a la espera que algo malo ocurra para haya equilibrio entre lo bueno y lo malo.


lunes, 28 de octubre de 2013

Más sombras en la oscuridad

El cambio horario va a encarecer mi recibo de la luz. Me he dado cuenta hoy cuando a eso de las 5:30 tuve que encender la luz para fregar los platos (había tenido que ponerme inmediatamente después de comer con unas rectificaciones urgentes). Los días laborables me suelo levantar a las 8:00 u 8:30 (ahora hay menos trabajo y todo va más pausado). A esa hora antes ya había luz, y ahora también hay luz (al menos la suficiente para asearme y pintarme los labios). Si voy a Málaga (aunque esto se ha convertido en una excepción) me levanto a las 6:30, a las 5:30 si no puedo disponer del coche (antes no había luz solar, y ahora tampoco la hay). A las cinco y pico ya comienza a ser necesaria la luz artificial para iluminar los puntos más sombríos de la casa. Antes era una hora más. 

Nunca me ha roto la rutina el cambio horario. No me ha quitado el sueño ni obligado a dormir a deshora. Me suelo fijar del reloj de la mesilla de noche y no en el sensorial. A mi madre y a Guille sí les causa bastantes molestias: durante un par de días parecen sufrir jet lag. ¿En realidad se ahorra energía con el cambio de hora? ¿Si realmente fuera así, no sería preferible que las empresas adoptaran el horario a la luz solar? Que se tuviera horario de invierno y de verano: jornadas partidas en invierno, sin madrugones:  y jornadas intensivas en verano: madrugones y hora libre a la siesta, porque es muy duro ponerse a trabajar con la comida dando vueltas en el estómago y el sudor cayendo a chorros. También hay que tener en cuenta que más de un cuarto de la población laboral española, está en paro. ¿No desfavorece a los parados el cambio de hora? Los obliga a madrugar para no hacer nada o a gastar más energía eléctrica, cuando no tienen con qué pagarla.


Pero, si realmente fuera tan importante para los estados ahorrar energía, ¿no se habría inventado algún sistema más eficaz para hacerlo? ¿Se podrían trasladar los rayos solares por tuberías? Al igual que hacemos con el agua: llevarlos desde donde hay en abundancia, a donde es necesaria; llevar la luz solar desde punto de la tierra donde es de día, a puntos donde ha comenzado a anochecer. Tal vez sirvieran simples tubos corrugados de algún material brillante. ¿Realmente se busca el ahorro energético con este cambio?

sábado, 26 de octubre de 2013

24 + 1 o cómo desperdiciar parte de la hora de más que nos proporciona el cambio horario

Algunas preguntas tontas que me hago:

¿Por qué los coches suelen ser de un solo color? ¿No serían muy llamativos y divertidos si fueran estampados, a cuadros, con paisajes, de color fosforito...? ¿Tal vez es por seguridad? Quizá un coche con el dibujo de una chica escultural desnuda a toda pastilla por la autovía produciría muchos accidentes. ¿O por versatilidad para el conductor? ¿Cómo presentarse a un funeral con un coche rosa llena de corazones? ¿o cómo presentarse con uno lleno de calaveras a una boda? ¿o cómo atreverse a dejar aparcado un coche con motivos del barça en Carabanchel? 

Algunas propuestas de pinturas para los coches oficiales del gobierno:


Dibujo que quedaría muy bien el capó en el coche oficial de Ana Mato


Para Wert (título: El tonto del lápiz)

(Otra pregunta tonta: ¿será el apellido del ministro de educación e incultura falso? Tal vez no sabía teclear su apellido real (López) y un jesuita solícito lo bautizó con el de Wert (se teclea con la mano izquier: anular, corazón, indice e índice). 


Para Cañete (aunque debería cambiar su coche por uno tipo smart -redondo y compacto- y pintarlo como una manzana con un lindo gusano saliendo de ella. Seguro que le abría el apetito).


Para los furgones policiales que trasladan a Bárcenas (su coche oficial en la actualidad)

Se admiten propuestas.

Otra pregunta muy tonta: Si yo, que soy un trabajadora autónoma normal y corriente, tengo que pagar un pedazo de multa porque se me olvidó incluir una factura en uno de los trimestres (factura que me pasaron pero que no cobré hasta medio año más tarde), ¿por qué todos los altos cargos del PP que recibieron sobres en B y que está demostrado que la mayoría no declararon, se están saliendo de rositas?

El escritor y su oficio

¿Por qué leemos? ¿Por la necesidad de que nos cuenten historias? Ver una película sería mucho más cómodo, y con las mismas consecuencias. Pero en una película no se nos da la posibilidad de imaginar una parte de lo que se nos narra. Leer es esforzarnos en ver el mundo a través de los ojos del escritor, compartiendo sus conocimientos, imaginación y experiencias. 

Hasta hace muy poco de los escritores sólo me importaba si estaban vivos o muertos (para saber si tenía una posibilidad cerrada de seguir leyéndolos o era posible encontrarme cada poco con algo nuevo). Pero somos seres vivos y, por lo tanto, cambiantes. Ahora incluso me interesa la vida social de los escritores que suelo leer con admiración. 

Ayer le dieron, muy merecidamente, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Antonio Muñoz Molina. En su discurso, dijo: Nos dedicamos [los escritores], pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece




¿Cómo sería el mundo sin escritores? De principio, mucho más aburrido (seguramente ya habría superpoblación en el mundo) porque casi todos matamos nuestro tiempo libre ante la televisión o el pc viendo películas, y sin escritores -guionistas- no existiría prácticamente nada qué contar. Pero, sobre todo, sería un mundo mucho más injusto donde muy pocos tendrían la capacidad de discurrir y percatarse de las injusticias sociales. Seríamos como corderos dispuestos a ir al matadero sin protestas, mansos, maleables. Cuantos más conocimientos tenemos, más críticos nos volvemos, más posibilidades tenemos de imponernos ante las injusticias y de enfrentarnos a quien pretende subyugarnos. 

Sobre el escritor Antonio Muñoz Molina he leído muchas críticas; casi todas favorables y algunas cómicamente enrabietadas en las que se deduce más un ataque de celos profesionales que un razonamiento serio (porque también existen críticos buenos y críticos necios). Lo que nadie puede negar de este escritor es que muy generoso con nosotros, sus lectores. Sobra con asomarse casi diariamente a su blog y descubrir que nos habla de un libro que le ha gustado, de unos tomates que le han regalado, de la última exposición a la que ha ido... Trozos de su vida cotidiana que nos hacen aprender y discurrir. Puede que con el tiempo, esas pequeñas (en dimensión) entradas sean consideradas como una parte muy importante de su creación literaria. 

viernes, 25 de octubre de 2013

La pata quebrada de la jirafa

El señor Palomar, de Italo Calvino, en el libro que por título se lleva Palomar (a secas), en su último capítulo decide imaginar cómo sería el mundo sin él. No como si no hubiera nacido, si no, exactamente, como si hubiera muerto; porque todos, por insignificantes que seamos, nos relacionamos con las personas y las cosas y dejamos huellas. Hasta un bebé que muere inmediatamente después de nacer o antes de haber visto la luz. Las cosas serán diferentes a si ese bebé nunca se hubiera gestado: un universo paralelo en el que la madre tal vez hubiera tenido otro hijo durante los 9 meses de la gestión del hijo muerto, tal vez un genio o un dictador. 


Me ha gustado mucho este libro. Es pequeño, compacto, bien editado. Cabe en una mano y es muy cómodo de leer. Apropiado para no desaprovechar una noche de insomnio o para no malgastar el tiempo en las paradas del autobús. Está compuesto por pequeñas entradas semejantes a las de un blog. El libro habla de cómo ve Palomar el mundo, más que su historia (Palomar frente a una jirafa en el zoo, mirando el césped, las estrellas, los planetas, en el supermercado... ).

Todos los buenos libros obligan a pensar. Este me ha hecho preguntarme qué huellas estoy dejando yo. A ratos, muy de tarde en tarde, sobre todo si me comparo cono otras personas, me parece que soy bastante insignificante y lenta (mi madre ya había tenido los hijos que quería tener con 24 años -yo fui un accidente bien recibido-) y algunos compañeros tienen currículos interminables mientras que el mío cabe en una página. Pero no creo que sirva de mucho querer ser de otra forma, cuando como me siento cómoda y relativamente feliz es con la que soy: sosa, huraña y más dada a donar sangre que besos. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Top Secret

Era imposible ver algunas películas con mis hermanos sin que te sacaran de la trama porque hacían comentarios como: ¿Ese helicóptero es americano, cómo lo iban a tener los rusos? Ese revólver se inventó medio siglo después... Es lo malo de conocer muy bien algo.

Esta mañana hemos tenido una reunión con los señores de la seguridad el edificio del Centro de la Salud. En una de las alas (donde se guardarán los animales vivos y en algunos despachos) la seguridad va a ser vanguardista: lectura de las huellas dactilares y lectura del iris. Por lo que nos han explicado, son ridículas esas películas en las que alguien corta el pulgar o el índice a un sujeto para poder abrir una puerta protegida. El sistema que utilizan también mide la temperatura corporal, con lo que se impide, además, que se pueda utilizar guantes de látex con la impresión de una huella del dedo.

En las llaves especiales con lecturas de iris el sistema emite unos destellos de luz que hace reaccionar la pupila (no ocurriría si la persona está muerta). Si la pupila no reacciona, el sistema se queda bloqueado. Lo mismo ocurre con la lectura dactilar.



Cámaras de seguridad, cerraduras con triple llave en algunos despachos, cajas fuertes... ni los bancos están tan protegidos. Pero quienes asusta más al gerente de la empresa, son sus propios trabajadores: ¿cómo proteger sus patentes de quienes deben crearlas?

lunes, 21 de octubre de 2013

Enganchada

Seiscientas sesenta y seis es el número (de la bestia) de páginas que tiene el informe que ha hecho de este domingo uno de los más tediosos y aburridos que recuerdo. Tuve que leérmelo completo. Casi veinticuatro horas seguidas sin hacer otra cosa. El informe (nada interesante, sobre una ITE que hice) está firmado por un arquitecto (no lo llamo compañero porque eso seguro que sería insultarlo) cuyo gigantesco ego se adivina en la retahíla de títulos y colaboraciones que pone junto a su nombre. Los demás solemos firmar: Nombre Apellido Apellido / Nº Colegiado: XXXX. Este señor necesita medio folio; espacio exacto que le habría bastado para hacer su informe y no esconder unas conclusiones tan erróneas y propósito evidente en las 666 páginas. Estoy tentada a escribirle un e-mail y aconsejarle que vea: American Horror Story (la segunda temporada), una serie que parece destinada a sádicos (pero no creo que pillara la indirecta). 


Las nuevas temporadas llegan a la par que las castañas. Aunque no es aconsejable comerlas mientras se ve un capítulo de The Waking Dead. Sólo es una serie de zombis. Aún recuerdo, creo que era en la segunda temporada, cuando los personajes intentan sacar de un pozo a un zombi que debía llevar bastante tiempo en remojo y, por la humedad, termina partido en dos y cayendo al agua las piernas y parte de las tripas (puaaaaaaaag). 



La serie de los zombis es una idea bastante muerta (muy manida). La que sí es original, tal vez por estar basada en un libro de Stephen King (se le nota incluso en la frase boba de Veo estrellas rosas cayendo -o algo parecido-). De momento sólo va por la primera temporada. En una canica gigante hueca queda atrapado todo un pueblo. La canica gigante está creada de un material indestructible. Lo que ocurre en el interior de la canica es bastante normal (una idea muy buena desperdiciada en parte). 





Estas series suelen durar unos 45 minutos, prácticamente el mismo tiempo que suelo utilizar para almorzar (me gusta comer con tranquilidad). Con Guille presente, los 45 minutos se convierte en una hora y pico. Y es una suerte porque una de las pocas series que nos gusta a ambos, suele tener esa duración: Sherlock Holmes (de la BBC).






sábado, 19 de octubre de 2013

La sonrisa de Rita 2

Sobre los asientos hay fotografías de paisajes. Montañas en uno, una ladera con flores en el otro. Se levanta y finge observarlos, pero sólo espía a su compañero de viaje. Sigue garabateando en el cuaderno con un alfabeto que Rita desconoce. Únicamente levanta la cabeza cuando un ensordecedor pitido se anticipa a la catástrofe. El frenazo es tan brusco que Rita pierde el equilibrio y cae sentada en el mismo lugar de donde se había levantado. Voces y el chillido agudo de una mujer. Un atropello. Si alguien hubiera estado en el exterior del vagón observando, habría visto que en una única ventanilla no hay nadie asomado. Para el viajero, es más tentadora la piel del escote de Rita, brillante por el sudor, con el rastro de una gota que se ha condensado y descendido entre los dos pechos como una lágrima. Para Rita, es más tentadora la mirada de ese hombre de ojos rasgados que parece querer ver más allá de lo que la tela de su vestimenta cubre. Y Rita se lo permite desabrochando botones hasta que sus manos indecisas son sustituidas por las del viajero. Es tan extraño su contacto, de una suavidad femenina, y tan diferente su forma de explorar su cuerpo a la única que conocía Rita, que la excitación se apodera de sus sentidos y no existe el temor a ser pillada, ni a ser escuchados sus gemidos cuando se vuelven a poner en marcha y el ruido del motor ahoga cualquier otro. Atrás quedan tres vacas reventadas junto al talud de las vías y a algunos vecinos del pueblo cercano que las miran entre asqueados y curiosos. No todo acaba cuando el viajero se derrama en su interior. Busca el placer de Rita con los dedos y la lengua, hasta que se retuerce como si le recorriera una descarga eléctrica. Los latidos del corazón se desaceleran, la respiración vuelve a la normalidad y los ruidos de los otros viajeros, muy próximos, separados por un paramento de madera muy fina y una puerta cerrada sin ningún seguro. 

La llegada a la estación de Madrid coincide con la ausencia del viajero. Ha ido a lavarse las manos. Rita escapa y se esconde entre la multitud de viajeros. Una mujer joven con aspecto de secretaria lo espera en el andén. La búsqueda de alguien entre el gentío demora al hombre y la secretaria lo azuza con una frase de la que Rita, escondida muy próxima a ellos, entiende con claridad la palabra aeropuerto.

A Rita siempre le gustó viajar, pero nunca llegar a los destinos. Con un billete de vuelta recién adquirido en el bolso, se sienta en uno de los bancos de la estación a esperar el tren que la lleve de nuevo junto a Fabián. Cruza las piernas. No quiere que se escape lo que está germinando en su interior. Puede que sólo sea una enfermedad venérea o puede que se trate de un niño con rasgos asiáticos, como los del viajante. En ambos casos, un futuro incierto que dibuja una sonrisa en sus labios.

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Esta tarde hemos estado en la nave de unos restauradores de vehículos en Guadix. Tenían un vagón antiguo, de mediados del siglo pasado. Con departamentos, asientos enfrentados, portaequipajes de rejillas y cuadros de lugares exóticos. 

La sonrisa de Rita 1

Debería estar llorando, las lágrimas deberían desbordarse de sus ojos como si estuvieran saturados; pero lo único que brota, es una sonrisa de niña traviesa en sus labios. La puede ver reflejada en el cristal de la ventanilla, en un rostro mucho más joven que el real porque la luz del atardecer suaviza los rasgos, eliminando las arrugas que le han salido recientemente desde los lados de la nariz a las comisuras de la boca, como rectas tangentes y simétricas. Un rasgo de amargura que parecía vaticinar los acontecimientos de la mañana, cuando su futuro imaginado se hizo añicos y parte de su pasado se convirtió en una mentira. 

Hace calor. Rita se ha desabrochado dos botones de la camisa porque el único viajero en el departamento no aparta los ojos del grueso cuaderno en el que escribe con un lápiz minúsculo. Si abriera la ventanilla, todo se llenaría de motitas de hollín, y del humo de la máquina que, al salir de los túneles, envuelve el paisaje en una niebla espesa que se disipa casi de inmediato. Las ventanas del aula también debían tenerlas cerradas porque el estruendo de los trenes obligaba a los gritos. Siempre los vio desde el otro lado, y mientras sus alumnas se esforzaban por resolver un ejercicio de matemáticas, ella miraba con envidia cómo se alejaban, dejando una estela blanca, preguntándose a dónde iría cada uno de ellos, y qué historias se encerrarían en sus vagones. Siempre lo había querido, pero jamás imaginó que pudiera estar al otro lado: ser la que se aleja de quienes miran desde las ventanas iluminadas de las casas o de quienes permanecen parados en los andenes. Por eso no puede dejar de sonreír, aunque no suelta el libro que había cogido de su mesilla de noche antes de escapar. Nada, lo mismo que siente. Pensaba proteger con él su llanto, pero su ojos están secos.  

Ni una lágrima ahora que lo ha perdido, cuando tuvo que llorar sangre para conseguirlo. Sus padres no querían a Fabián. No habrían querido a ningún yerno. La habían engendrado, parido, criado y educado con el único fin de que los cuidara en su vejez. ¿Cómo pudieron ser tan egoístas? Se escudaban en que le habían dado una carrera para que se valiera por sí misma cuando ya no estuvieran ellos. Aún resonaba en los oídos de Rita las palabras de su madre pocos días antes de la boda ¿Cómo puedes echar a la basura todo el cariño que te hemos dado a cambio de revolcarte un rato en la cama con un desconocido como una sucia ramera? Al menos habían asistido a la ceremonia y fingido un perdón que no implicaba visitas a la casa de los recién casados. Algo que Rita, sin confesarlo, agradecía porque todo en la nueva casa era deleznable, fabricado con materiales que parecían destinados a tener una vida tan duradera como la de un insecto: puertas de panel, muebles de formica, maletas de madera, sofá de escay... 

Sopor. Al otro lado de la ventanilla la oscuridad es completa. A Rita le entra sueño ahora que no hay paisaje que mirar. El traqueteo de las ruedas sobre la interrupción de los raíles se convierte en una nana y se queda profundamente dormida durante el rato que el viajante sale a cenar después de ser advertidos por el revisor que les ha picados sus billetes, que el vagón restaurante acaba de ser abierto. Sólo pretendía descansar unos minutos las piernas al tumbarse en el asiento, un pestañeo que dura más de seis horas. Despierta por el sol prematuro de las mañanas de primavera. El viajero duerme tumbado en el otro asiento. El sombrero, que sólo se quitó un instante para saludarla cuando entró en el departamento, ahora está en el portaequipajes de rejilla y la chaqueta blanca, sobre las piernas de Rita. 

Su compañera Visitación creyó que había habido mala voluntad cuando, por accidente, las alumnas estrellaron un balón contra la nariz de Rita. Ella no, ella creía en el azar y el destino. Los segundos que estuvo aturdida sobraron para motear de bermellón su blusa blanca. Vivía a sólo cinco minutos del colegio y el recreo acababa de comenzar. No le extrañó escuchar música en la casa. Desde que Fabián había fracasado como escritor, casi todo el día se lo pasaba en su estudio intentando aprender bailes de salón ayudado de un libro con dibujos. Estaba convencido de que tendría mucho éxito como bailarín profesional. Tuvo muchas horas para arrepentirse de haber tomado la decisión de entrar en la casa con sigilo, sin hacer ruido, con los zapatos en la mano, para no interrumpirlo. Tardó en comprender qué estaba viendo. Reconoció de inmediato a Luis, el mejor amigo de su marido, pero ¿quién era la mujer?. Llevaba su ropa, el vestido que reservaba para las fiestas, reconoció el reloj de Fabián en la muñeca de la desconocida y, finalmente, identificó el rostro de su marido bajo una capa de torpe maquillaje. Durante unas horas fue como si nada hubiera ocurrido: volvió al colegio, comió con Fabián, impartió clase de catequesis en la iglesia... Hasta que comprendió qué deseaba hacer y en su rostro apareció la sonrisa pícara que aún le dura.

jueves, 17 de octubre de 2013

Inciso cabreo

Un ejercicio matemático. Pepito y Ludmila se compran un perro que cuesta 100 €, como ellos no tienen suficiente dinero, le piden prestado a su tito Emilio 50 €. El tito Emilio accede, pero exige que le paguen de intereses 10 €. Tendrán que devolver todas las semanas 1 €, y si dejan de pagar más de tres semanas, el tito Emilio se queda con el perro. Al cabo de diez semanas, Pepito y Ludmila se quedan sin asignación porque se han portado mal y no pueden pagar. El tito Emilio, aunque ya tiene muchos, se adueña del perro, pero exige que le paguen 20 € porque el animal sólo lo ha podido vender por 30 €. Pregunta: ¿dónde están los 50 € que Pepito y Ludmila tenían ahorrados? ¿dónde se fueron los 10 € que ya han pagado? Si ya no tiene perro, ¿por qué deben pagar 20 € más?

Es más o menos lo que ha ocurrido con las hipotecas. Muchas personas han perdido todos sus ahorros en pagar los intereses de los bancos y ahora se encuentran con que, no sólo no tienen nada, si no que también deben seguir pagando. 

Hoy, en El País digital, venía esta noticia:


Efectivamente: llega dinero de nuestros impuestos porque había que salvar a los bancos, llega dinero de quienes aún se pueden permitir el lujo de seguir pagando las hipotecas, llega dinero de las subastas de los inmuebles con los que se han quedado por impago de las hipotecas, y llega dinero de los sueldos de los empleados de la base de la pirámide porque la actual política incita a que se pague menos (sólo hay que recordar las palabras de Rajoy en Japón). 

En el mismo periódico, un poco más abajo, venía esta otra noticia:


Sin investigación no hay descubrimientos, y sin descubrimientos estaremos siempre estancados en el mismo punto. 

Ojalá pudiera poner aquí, como suelo, lo de Fin del inciso cabreo


Pereza

El sol en la terraza aún calienta, aunque hoy está nublado. Es como si la calima enturbiara el aire . La imaginación hace creer que hay un mar al otro lado de los edificios que tapan el horizonte. Un mar muy cercano y presente, como en el piso de Barcelona. Apetece tumbarse un rato sobre las losetas rojas después de comer, no hacer nada, escuchar a lo sumo la música que el azar del reproductor impone. Entra sopor, pero no sueño porque los ruidos de la calle lo impiden. En la acera de enfrente está rehabilitando un local. Aún no hay carteles de Próxima apertura de... Me dan ganas de asomarme a la barandilla y gritarles que no se esfuercen tanto, que cualquier negocio quebrará en menos de medio año. Tanto esfuerzo para sólo conseguir una decepción. 

Es extraño este tiempo. Aún apetece estar en el exterior. La temperatura es agradable. Se pueden comer castañas. Me asomo a la ventana del Skype y Guille va con manga larga, y también come castañas. Yo las meto en el tostador porque en el microondas explotan como palomitas de maíz. A él se las prepara su madre. Lo mima como si fuera un crío chico, y él se deja mimar. Aquí se puede deducir a qué hora se levanta la gente dependiendo de cómo vayan vestidas: los madrugadores, con ropa de invierno, quienes la pereza o el trabajo nocturno les hace salir de la cama pasada la media mañana, de verano. 

A última hora de la mañana mi prima Ana se asomó a la ventana del Skype. El marido la había sustituido por una cría de 23 años. Todos vaticinábamos que esta pareja duraría menos de medio año, pero me informa que hace una semana que han roto. Me entró pánico: ¿No pensarás volver con él? Se rió con desgana. Estoy por escribirle una carta de agradecimiento a La Cría (es como conocemos a la exnovia de mi exprimo político). De menudo tío perezoso me libró. No imaginas lo agradable que es disponer de tu propio tiempo

martes, 15 de octubre de 2013

Ponzoña

Dice mi madre (ella, que es tan dada a las sentencias drásticas) que sólo la envidia es mejor que el dinero para destruir la paz en cualquier tipo de relación. En la familia de mi madre siempre ha habido una rama que ha sido pudiente. El otro día, ayudando a mi sobrina a hacer el árbol genealógico (deberes del colegio), me di cuenta que es la misma rama que ha ido quedándose aislada, sin descendencia, sin relaciones, completamente sola, como si lo material pudiera sustituir a lo sentimental. 

La tía abuela de mi madre falleció hace más de un año (mucho dinero, mucha soledad). Aún colea el asunto de la herencia (aburrido, tedioso, vergonzante). Esta mañana he tenido que desplazarme hasta la notaría de Antequera, donde están tramitando parte del asunto, para firmar unos documentos en nombre de mi madre (por poderes). Encontré a una de las señoras que estuvo cuidando a la tía abuela. No suelo hablar con personas que me son desconocidas (temo molestarlas), pero la curiosidad me pudo y le pregunté por la vida de mi familiar. Empezó tímida. Convencida de que jamás se debe hablar mal de alguien que ha fallecido; pero al poco rato el café con leche que se estaba tomando pareció ser un carajillo y la lengua se le soltó. Lo pasaron muy mal, pero no podían renunciar porque las dos mujeres que la cuidaban (las negras, las llamaba) estaban tan necesitadas como la mitad de personas de este país. Con jornadas de 12 horas ininterrumpidas, se les negaba incluso la libertad de abrir el frigorífico y tomar un vaso de leche o zumo. La mujer, que creo es cubana, no parece estar resentida. Antes de irse, se encogió de hombros y comentó: Si ella nos hubiera tratado con un poquito de respeto, nosotras la habríamos hasta querido. (Puede que eso fuera lo que daba miedo: que alguien la quisiera y verse obligada a corresponder). 

lunes, 14 de octubre de 2013

Atajo

Un comando poco utilizado y, sin embargo, muy útil: Alinear


Tenemos el bloque del sofá y una pared inclinada donde queremos colocarlo. Lo más fácil sería insertar el bloque con el ángulo de la pared (pero esto implica muy a menudo interrupción en la rapidez del dibujo). También se podría desplazar el bloque al punto medio y posteriormente girarlo. 



Más rápido es utilizar el comando alinear. Por utilizarse muy a menudo, conviene meterlo en los alias. Primero se nos solicitan los objetos que queremos alinear (seleccionamos el bloque del sofá); posteriormente solicita los puntos a alienar (primero se pincha el centro del sofá, el centro del paramento, un extremo del sofá y un extremo del paramento). Posteriormente el comando nos pide si queremos escalarlo o no (en este caso optaríamos por NO). Se da  a enter y el sofá queda situado en la posición adecuada. 


Este comando también es muy útil para el espacio 3D.

El estigma de los que ya no tienen

Me gusta escuchar las conversaciones de mi cuñada y sobrina cuando piensa que nadie las oyen. Mientras subían en el ascensor, la niña regañaba a la madre por hacer los deberes delante de la televisión (se está sacando el bachillerato porque sólo tiene el equivalente a FP). Llegaron a media mañana después de haber escapado del dentista (pretendían sacarle a la madre la muela del juicio). Traían pastel y regalos: se habían acordado de mi cumpleaños. 

Inevitable preguntarles cómo les van las clases. Mi cuñada está muy contenta: es la lista de la clase (a mi sobrina se le escapa una risilla sarcástica). A la niña también le va bien, pero está enfadada con uno de los profesores, con el de gimnasia. Hace unos días regañó a un alumno por ir con zapatos de calle a clase de educación física; a la semana siguiente llevó unas zapatillas tipo Vans y el profesor igualmente se enfadó. Mi sobrina está enfurruñada porque el profesor no fue capaz de llegar a la conclusión más evidente: los padres no tienen dinero para comprarle unas zapatillas de deporte al niño. 

Cuando se van, tres horas después de su llegada, me percato de lo vacía que está siempre la casa. Dejan mucho silencio y un trozo enorme de tarta. Este año ha sido un cumpleaños algo mohíno. Lo único que me hubiera gustado recibir: la vuelta de Guille, se ha pospuesto una semana más. 

Para deshacerme de la repentina tristeza, salí  a comprarme un autorregalo. Buscaba el libro de Antonio Muñoz Molina sobre el río Hudson, pero al parecer aún no está publicado. Me conformé con Secretos a Voces, de Alice Munro, de quien aún no he leído nada. ¿Quién sabe? a lo mejor es como abrir una caja de sorpresas.

sábado, 12 de octubre de 2013

La brevedad de las muchachas en flor

Todos nacimos sobre las cinco de la tarde, menos mi hermano mediano, que nació a las cinco de la madrugada. Una hora de lo más lorquiana. A las cinco: cuatro de cuatro. Una extraña casualidad que pueda que sea una de las pocas cosas en común que tenemos. Cuando estamos juntos las diferencias se acentúan. Dicen que nos parecemos más por los gestos -un mimetismo infantil no renovado- que físicamente. Hoy hemos coincidido los cuatro en el bautizo aéreo (en ultraligero) de una de mis cuñadas intermitentes (las novias de mi hermano mayor duran lo suficiente para que las conozcamos pero no para que nos encariñemos de ellas).  

De vuelta, mientras el interior de la furgoneta estaba llena con la música de la banda sonora de El Paciente Inglés (es como un ritual) la novia efímera de mi hermano intentaba contarnos su experiencia, bastante velada por el miedo y la novedad. Ella hablaba de sentirse como un pájaro; pero, ¿cómo se sienten los pájaros? No mencionó del ruido del motor que es como de cortadora de césped, ni las irregularidades de la pista de tierra apisonada que parecen capaces de descuajaringar la endeble estructura del ultraligero, ni del deseo de que se apague durante unos segundos el motor para poder escuchar el viento, ni de la sensación de estar suspendida de una grúa gigantesca... 

La de hoy se llama Eva. Es delgada, alta, demasiado presumida para dejarse vencer por la comodidad y cuando se pone nerviosa se muerde el labio inferior. Dentro de muy poco, y a pesar de todos, Eva será sustituida por una Encarni o Lucía o Manoli o Rosa... otra definitiva a la que volveremos a dar el visto bueno sin prestarle mucha atención para no echarla de menos cuando desaparezca. 


viernes, 11 de octubre de 2013

El azar y la probabilidad

En la última época es más probable encontrar a un arquitecto en los juzgados que en el Colegio de Arquitectos. Esta mañana el azar ha querido que coincidiera con un compañero en el decanato de los juzgados de La Caleta. Se llama José Antonio, aunque todos lo conocemos como J.A. Es un hombre maduro, de unos 50 y pico años. Puede que no sea guapo, pero tiene el mismo encanto que una maleta llena de pegatinas de medio mundo o una chaqueta ajada en la que se adivina mil historias. Esta mañana estaba indignado. Acababa de entregar una pericial en la que ha tenido que dar un informe desfavorable para la habitabilidad de una vivienda recién construida sobre terrenos inestables. 

La indefensión de los promotores: un vecino compra al ayuntamiento un terreno, el ayuntamiento da la licencia de obras (y cobra por ella), apenas está la vivienda acabada, comienzan los problemas: bajo el suelo había una capa freática que se ha vaciado por culpa de un pozo que ha abierto el ayuntamiento para regar la nueva urbanización. Apenas salen en la vivienda las primeras grietas, el ayuntamiento exige el desalojo. Como consecuencia: una familia sin casa, sin ahorros y un lavado unánime de manos. 

jueves, 10 de octubre de 2013

La habitación de las losetas voladoras

Nada se echa más en falta que lo que se acaba de perder. La semana pasada dábamos clase en un aula de la primera planta de uno de los muchos edificios señoriales de la calle Gran Vía de Granada. Si el edificio ha sido rehabilitado desde su construcción, fue hace mucho, mucho tiempo. La mitad de las losetas hidráulicas de la solería están sueltas; si alguien tropieza con una de ellas, es capaz de lanzarla hasta el extremo más alejado de la habitación. Y el forjado no parece estar en mejores condiciones: cualquier persona de volumen ligeramente superior al normal puede agitarlo como si fuera un terremoto.

Hoy hemos sido relegados a un aula en el semisótano del mismo edificio. Nos la ceden, completamente gratuita: no es para  quejarse. En esta clase las condiciones de tamaño y material disponible son idénticos a los de la planta primera. Pero la luz natural, insuficiente, nos llegaba a través de unos ventanucos a la altura de nuestras cabezas. Mientras veíamos una película y teníamos la luz eléctrica apagada, las personas que pasaban pegadas a la fachada nos llenaban de sombras el aula, y de palabras, trocitos de conversaciones que incitaban a salir a la calle, perseguir a los interlocutores y continuar escuchando. Se lo tienes que decir a tu padre, porque si no se lo dices, va a caer enfermo... Con él paso, con él no quiero más. Antes me marcho con Javi... 
  
En la planta primera no nos llegaba el ruido de las voces, sólo el del tráfico, sin amortiguación, nítido, y debemos tener las ventanas constantemente cerradas, pero, a pesar de ello, la luz se cuela por todas las rendijas, como si fuera un líquido incapaz de permanecer dentro de un recipiente agujereado. Aún cuando buscamos la oscuridad para ver alguna proyección, la luz, los rayos oblicuos de la media tarde del otoño, nos llena la clase de líneas quebradas. 

Aaaaaaaaah, ¿por qué no se ve?

Otro de los problemas que se le ha presentado a uno de mis compañeros-alumnos: 

Cuando en AutoCad copiamos o movemos aparecen las entidades en líneas discontinuas. Es muy útil porque así vemos dónde será su posición final. 


En algunas ocasiones esta ayuda (la que aparezcan las entidades cuando las desplazamos) desaparece como por arte de magia (principalmente porque hemos abierto un dibujo muy grande para nuestro ordenador). 

Para recuperarlo hay recurrir al comando ARRASTRE. Da tres opciones: Desactivado (sólo cambiar cuando el dibujo es muy grande, lo que produciría un desplazamiento muy lento). Activado (por lo general está desactivado pero se puede activar mientras estamos utilizando otro comando). Auto, es el que conviene tener por defecto, activando esta opción, podremos ver el desplazamiento de las entidades. 



miércoles, 9 de octubre de 2013

Vena andaluza

Si no me veis aparecer de nuevo por aquí, buscadme en las páginas de sucesos de El Ideal. (Bueno, exagero un poco -espero-). En este momento salgo para la visita de una pericial -nos escoltan la policía local-. Nunca me he montado en un coche de policía (¡a ver si mis vecinos se van a pensar que voy detenida!). Volveré (espero) para contarlo.

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Al final la sangre no llegó al río. Vamos por partes:

- La pericial (que al final no se va a hacer porque se ha llegado a un acuerdo)


En  un pueblo dormitorio del sur de Granada hay dos viviendas. Una corresponde a una urbanización nueva y otra antigua, en la que llevan viviendo una familia toda la vida, y en la que ya vivieron sus padres y sus abuelos. Estas dos viviendas tienen en común un muro de hormigón armado bastante importante. El muro tiene los necesarios meones (drenaje para evitar que el agua de lluvia, riego, posibles fugas, etc se acumule y aumente la presión a la que está sometido el elemento portante y se produzca un vuelco). No está completamente a plomo el muro, tiene unos tres grados negativos, lo que hace que cuando llueve o se riega en la parcela de la parte superior, sobre la vivienda de abajo caiga el agua con tanta fuerza que ha llegado a romper las tejas.

- La solución: La más económica (porque nadie se quiere gastar un euro en cosas que no sean litigar los unos con los otros): colocar conducciones que derive el agua a una parte de la parcela que no haga daño.

-La necesidad de la presencia de la policía: El Ayuntamiento, ante los problemas tan importantes que estaba sufriendo la vivienda de la parcela inferior, amenazaba con presentar un informe de desahucio. Cuando fue a comprobar el anterior perito los desperfectos, el abuelo de la familia perdió los nervios y le sacó un arma (el hombre afirma que estaba descargada). Aunque conmigo han sido muy amables. Hasta me invitaron a café.

Me molestó mucho cuando contaron lo ocurrido con el anterior perito. Se reían porque el hombre, al ser encañonado con la pistola, se orinó encima. No creo que la persona que empuñó la pistola primero y ahora se ríe del recuerdo, tenga la capacidad para comprender lo cruel que es; independientemente de que las micciones involuntarias por miedo sea un sistema de defensa del cuerpo. Nadie debería poner en peligro su vida a cambio de un puñado de euros.

martes, 8 de octubre de 2013

Las fronteras del buitre

Las calles amplias, anchas, con mucho tráfico, de esas que obligan a semáforos capaces de destruir la mayor de las paciencias; son como ríos infranqueables para algunas personas. Le ocurría a un vecino que ha fallecido recientemente. El hombre era bastante creyente y muchos domingos por la mañana lo veía caminar apoyado en su andador, hacia la iglesia de San Emilio. La Iglesia de las Angustias, físicamente, la tenía más cerca y es mucho más bonita, pero se interponía en su camino la Acera del Darro. 

Pocos días antes de morir, cuando ya se encontraba bastante enfermo, pidió que fuera un sacerdote, el de la Iglesia san Emilio, en concreto, porque lo conocía bien, eran amigos y en muchas ocasiones había ido a visitarlo. Más de una vez me lo encontré en las escaleras. Chocaba que su aspecto fuera tan cuidado y dejara los pasillos impregnados de un olor extraño, muy químico. Guille lo reconoció y me dijo que era un after shave antiguo: Floïd. 



Se quedaron esperándolo tres días. Habían dejado recado a una de las feligresas y cuando volvieron, se llevaron la desagradable sorpresa de que el sacerdote no podía ir hasta donde vivía para tener un rato de charla porque estaba fuera de su jurisdicción. Cuando murió el hombre, las hijas no quisieron que la misa de funeral se celebrara en la Iglesia a la que siempre iba. Aunque esto no les sirvió de consuelo. 

¿Dónde está?

Estos días ando bastante entretenida con el curso de AutoCad para principiantes que estoy impartiendo. Una de las cosas que aconsejo es que trasteen el programa para conocerlo (después de enseñarles cómo crearse su propio perfil, para que puedan volver atrás cuando cometan alguna metedura de pata -pero no suelen hacerme caso-). Un problema con el que me encontré hace unos días:

Si en la pantalla no se ve el cursor, ¿qué puede haber ocurrido?

En este caso tan peculiar, habían puesto el cursor del mismo color que el fondo de la pantalla, con lo que se podía dibujar, pero no se veía la cruz. Para resolver el problema, escribimos en la línea de comandos: opciones. Nos vamos a la pestaña de Dibujo:


Y comprobamos que efectivamente, tampoco lo vemos donde nos indica el tamaño de apertura.

En esa misma pestaña, a la izquierda, nos encontramos el botón Colores... Pulsamos ahí:


En la ventana que nos sale:


Buscamos en el espacio modelo 2D (o en el que nos dé el problema) y seleccionamos el color que prefiramos (yo suele tener para el cursor algún color que no utilice para las entidades, hay menos posibilidad de error). Se da a aplicar y cerrar, y recuperamos el cursor perdido.


lunes, 7 de octubre de 2013

Una isla

Incluso cuando duermo echo en falta a Guille: me acuesto en mi lado de la cama y despierto al borde del suyo porque inconscientemente busco el contacto de su espalda. Aún tardará unas tres semanas en venir. Las cosas han cambiado. Los viajes que antes hacíamos como si fueran a la vuelta de la esquina, los restringimos, no porque la cosa vaya tan mal que no nos lo podamos permitir, si no porque pensamos que todo es susceptible de empeorar y ahorramos.

Estos días ni siquiera lo tengo asomado a la ventana del Skype haciendo preguntas, queriendo saber qué he comido, qué estoy haciendo, por qué me río con el libro que estoy leyendo... Anda midiendo un terreno muy amplio cerca de la frontera con Francia, perdido en mitad del campo, de la nada más absoluta donde no es posible las comunicaciones, sin cobertura para el teléfono. Da miedo que le pueda ocurrir algo. Un mareo, la apendicitis, la picadura de un insecto... pueden ser insignificantes en mitad del mundo civilizado, pero catastrófico sin nadie que lo pueda socorrer. 

sábado, 5 de octubre de 2013

De lo inmenso a lo insignificante

Estoy impartiendo un curso de AutoCad a algunos compañeros. Antes nos pagaba el COA de Granada, ahora, supuestamente, se hace de forma desinteresada. Pero nada es desinteresado. De todo se saca algún provecho, de lo contrario no se haría. La necesidad de llenar el tiempo que ha quedado vacío y querer sentirme útil. El otro día me preguntaban cuáles eran los límites del espacio en el programa. Les dije que no tenía, que era como el universo. Aunque estoy convencida que no es así. Seguro que existe un número limitado de dígitos para definir las coordenadas X, Y y Z. Tengo ante las narices un espacio ficticio bastante parecido al real respecto a los límites y, sin embargo, me es muy complicado hacerme una idea de lo ilimitado del universo. ¿Qué hay ahí fuera? Me asfixia la idea de ese espacio infinito sin límites; resulta claustrofóbico. 

¿A dónde habría llegado el hombre sin la curiosidad? Lo inventado sería consecuencia del azar, no del discurrir. Pero, por existir la curiosidad también existe la pereza. Colapsaríamos si no. No sabríamos ponerle fin a nuestro trabajo sin la pereza, porque a menudo el cansancio no es suficiente y seguimos ante la pantalla del ordenador, o corriendo o pensando a pesar de las señales que nos proporciona el cuerpo para que paremos. 

Ahora mismo la pereza me hace escribir desde el sofá, en el netbook, con la ventana abierta, aunque debería cerrarla porque comienza a hacer frío si el cuerpo permanece pasivo, y porque se escucha el aullido lastimero de un perro al que han dejado encerrado en un balcón y ahoga las notas de la música de Yann Tiersen. También se puede disfrutar de la pereza. Siento las piernas muy pesadas, aplastadas contra la blandura de los cojines. Cualquier día a estas horas ya habría fregado los platos de la comida y estaría repasando las fichas que me preparo para las clases. Pero hoy que no hay clase, puedo permitirme aplazarlo todo, hasta que se me agote la pereza.


viernes, 4 de octubre de 2013

El nombre oculto de María

Ojalá la cera de sus orejas se convierta en pegamento y se les queden incrustadas en la toca cuando se la quite... Ojalá descubra lo que es fornicar y no se pueda sentar en una semana... Ojalá se le rompa el elástico de las bragas y se le caigan cuando vuelva de comulgar... Por la monja sargento del internado sentíamos un cariño directamente proporcional al respeto que ella nos demostraba. Cuando nos hacía llorar a alguna, solía ocurrir casi todos los días, nos desahogábamos inventándonos maldiciones, a cuál más cruel e imposible. Se llamaba sor María, pero por alguna extraña razón celebraba su onomástica el 4 de octubre (recuerdo la fecha porque también es el santo de mi madre). Le hacían una tarta, siempre la misma, con bizcochos, merengue, almendras, gelatina de naranja y alguna clase de licor que la volvía muy amarga y nos servía a las menos golosas como excusa para no comer un trozo. No era buena con nosotras, pero sí  inmejorable enseñando. Tanto, que es una de las pocas profesoras que podemos relacionar lo aprendido con su nombre. Como sor María nos decía... como sor María nos enseñó... como sor María nos pedía que recordáramos... La mayoría del resto de profesoras y monjas se han solidificado como una sola persona en la memoria. Ella sigue guardando su individualidad.



Supongo que hoy, tal vez ya jubilada, sor María estará celebrando su santo y sus compañeras habrán podido contemplar por primera vez en mucho tiempo la sonrisa que solía aflorar en sus labios en cuanto saboreaba el primer bocado de tarta. 

jueves, 3 de octubre de 2013

El aleteo del dragón

Me pregunto cuándo comenzaré a tapizar con recuerdos las paredes, cuándo cubriré con fotografías enmarcadas cada cm² de cualquier mesa o estantería.

Ayer estuve en casa de mi tía Angustias (en realidad es prima de mi madre, pero la costumbre me hace llamarla tita). Vive en Villanueva de Algaidas. El interior de su casa es un santuario al pasado, un enorme álbum de fotos. Las paredes de la escalera están ilustradas con toda la vida de su hija María José, desde los primeros gateos a la expresión de sonrisa forzada con la que se nota pretendía esconder el dolor de la enfermedad. Hay algunos huecos. No pregunté. Sé que corresponden a Ángel, su yerno.

Mi tía Angustias se culpa de ser la responsable de que Ángel no muriera cuando era adolescente. Él y su familia se acaban de mudar desde Madrid a Villanueva. El chaval se ahogaba en un lugar tan pequeño. Desapareció un par de días en pleno mes de agosto. Pidieron a los vecinos que ayudaran en su búsqueda. Todos parecían creerlo muerto y buscaban entre los matorrales, las acequias, las arboledas... mi tía no. Ella creía que aún estaba vivo e inspeccionó cada una de las edificaciones que se le presentaban ante sus ojos. Lo encontró desnudo, magullado y deshidratado en una caseta de aperos.

Ahora se maldice por haberlo hallado porque está convencida que María José murió por culpa de Ángel. Ángel no volvió a dar señales de problemas mentales hasta mucho después de casarse, cuando a María José le diagnosticaron una pancreatitis que la obligaba a estar entrando y saliendo del hospital. Un día, sin previo aviso, Ángel se volvió violento. Creía ser un luchador de kung fu y dio a María José un golpe en abdomen. Estuvo en observación, y supuestamente estaba bien, pero en cuanto volvió a su casa sufrió una hemorragia interna. Ángel rehizo su vida casi de inmediato con otra mujer. La única venganza de mi tía ha sido quitar de las paredes las fotografías del yerno.

martes, 1 de octubre de 2013

Árbol caído

Ayer vi una película no muy divertida de John Travolta y Dustin Hoffman: Mad City.


Esta película trata de la facilidad que tienen los medios de comunicación para manipular nuestra opinión, para convertir a un delincuente en una víctima o en el ser más despreciable que hay sobre la tierra, dependiendo de sus necesidades. La propia película nos manipula para que sintamos empatía por el protagonista, John Travolta, un hombre sin mucho sentido común que lleva un día un arma cargada y una bolsa llena de dinamita al museo donde trabajaba como guardia de seguridad para imponerse a la directora y obligarla a restituirle su empleo. Le dan importancia al hecho de que el hombre ha sido despedido pero no al de que quería obligar a la directora a escucharlo bajo la amenaza de un arma. 

Estos días nos está ocurriendo lo mismo con Rosario Porto, la presunta asesina de su propia hija de 12 años. Si nos basáramos en lo que cuentan los medios de comunicación, como si el hecho en sí no fuera lo suficientemente cruel, Rosario Porto sería una asesina múltiple que planeó matar a su hija con premeditación y alevosía por dinero. Tantos datos en los que se mezcla la verdad policial con los chismorreos y las verdades con doble sentido en ningún caso parece favorecer a la víctima. No permite la remota posibilidad de que no sea la culpable la madre y le facilita la defensa de la locura: en ninguno de los casos se haría justicia, primero porque no sería atrapado el culpable y en segundo lugar porque permitiría a la defensa de la presunta asesina un alegato que le disminuiría la pena. 

Por fortuna la justicia no depende de lo que se diga en los periódicos o la televisión.