lunes, 26 de septiembre de 2011

Tete Monteliu y la insoportable banalidad de Dios


En la Avenidad Tete Monteliu de Granada hay una construcción abandona. Según se lee en el cartel de la obra, se trata de unas instalaciones deportivas y un aparcamiento subterráneo. Está casi terminada la estructura. El movimiento de tierras, la cimentación y la estructura, en total, es parte más cara de la obra. Se podría decir que se ha llevado a cabo en un 65-75%. 


Observando el cartel de la obra, y después de observar el bosque de pilares (no coincidente con los dibujos) ¿Dejaron de construir realmente porque la empresa constructora quebró o fue porque en el Ayuntamiento no consiguieron cambiar los usos del edificio (convertir el uso deportivo por residencial, por ejemplo)? Dios, qué mal pensada soy... o no??

Blue



Mi marido dice que tengo la sangre azul, no por ser "una princesa" sino por ser demasiado fría. Soy incapaz de ser tan efusiva como él, que por nada está besando o abrazando o haciendo carantoñas. Pero mi sangre, en realidad, es color rojo oscuro, tirando a morado porque la tengo muy oxigenada, según me han dicho, como la del resto de los mortales (humanos, que hay algunos insectos que la tienen verde). Hoy tocaba donar. Lo suelo hacer cada vez que me acuerdo (unas tres veces al año), aunque soy AB+ y mi sangre no es nada interesante. Los AB somos receptores universales. Es curioso, mi marido es O- y es donante universal. Él sí se toma más en serio esto de donar. Incluso está apuntado a una lista de donantes por tener sangre "rara". Lo llaman de vez en cuando de urgencia para que done; a veces tan seguidas, que no cumplen con los dos meses que son preceptivos, y aunque su salud es muy buena, me da miedo. Pero en realidad no quería hablar de mi Guille, si no de un chaval que fue a donar sangre casi a la par que yo. Tenía 19 años y era su primera donación (estuve con las orejas abiertas mientras le tomaban los datos). Sudaba a chorros (aunque en el centro de donaciones tenían el airea acondicionado puesto demasiado bajo para la temperatura que había en el exterior, temblaba como un arbolillo en mitad del Katrina y su pulso estaba acelerado (como una moto -toman la tensión después de recopilar los datos del donante-). Parecía a punto de desmayarse, y, sin embargo, donó sangre. No tuve valor para preguntarle por qué lo hacía, aunque me hubiera gustado. Lo he comentado con mi familia (nos solemos conectar al msn todas las noches). Mi tío Fermín ha llegado a la conclusión que el chaval tiene fobia a las agujas y su psicólogo le ha impuesto la donación. Mi Guille dice que el chaval tiene "un par de cojones" y que hace las cosas que sabe que debe hacer, aunque esté acojonado. Mi hermano mayor dice que es por una apuesta y mi madre piensa que el padre del chaval tienen cáncer e intenta devolver alguna de las muchas transfusiones de sangre que le habrán hecho. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Manos ajenas

Sólo recuerdo tres ocasiones en las que me han pegado. Creo que ninguna fue justificada. Puede que mi madre me hubiera dado algún azote cuando era muy pequeña, pero no lo recuerdo. Cuando crecí, a partir de los seis años, quienes me educaron realmente fueron mis hermanos. Su forma de castigarme era ponerme bocabajo, cogiéndome de los tobillos. A veces era tan cabezota y no aceptaba haberme equivocado o haber hecho algo mal, hasta que los pies se me quedaban helados, tenía calambres en las piernas o sangraba por la nariz. 

La primera bofetada que recuerdo me la dieron cuando tenía unos 7 años, una profesora de apoyo. Durante algunos recreos me obligaban a quedarme en clase por mis dificultades con la lectura. Aquella profesora me daba clases particulares, leíamos cuentos que eran bastante divertidos. Mi preferido era el Rey Midas. Un día se dio cuenta que me sabía de memoria el cuento y que realmente no estaba leyendo. Sustituyó el cuento por unos apuntes que llevaba. La primera A que encontré la leí como un 2. Me exigió que prestara más atención. Pero por aquél entonces aún tenía bastante dificultad para distinguir los números de las letras. Poner más atención no habría servido de nada: en mi cerebro las as mayúsculas se convierte automáticamente en 2. La tercera o cuarta ocasión que dije 2 en lugar de A, la profesora me arreó tal revés que me tiró  al suelo (confieso que le eché un poco de teatro a la fuerza de aquella torta). Lloriqueé un poco, ella me pidió perdón y la cosa no pasó de ahí.

La segunda ocasión en la que me pegaron fue mi madre. Acaba de llegar de la calle y sin previo aviso, me tiró del pelo, mientras me gritaba que si "Así es como te hemos educado?". Durante un rato sus manos parecieron las bayetas de un rodillo de un túnel de lavado. Terminé bastante magullada. Sangrando por el labio y como si me hubiera peleado con un gato. Hasta dos días más tarde no me enteré de qué había ocurrido y por qué merecía la paliza. Un día  antes de la reacción de mi madre, dos amigas y yo estuvimos jugando a un juego infantil y  aburrido. Una proponía una prueba supuestamente difícil de realizar, otra la tenía que hacer y la otra servía de testigo. De repente las normas cambiaron. Sólo yo era quien ordenaba qué debían hacer. Volvían partidas de risa. Yo les pedía tonterías como que olieran una ortiga, y ellas iban hasta el centinela de la garita y les aseguraban que yo les había dicho que quería que "Comiera la pepita" o que me la "Metiera hasta el fondo". Cuando el centinela terminó la guardia, fue a hablar con el padre de una de mis supuestas amigas, y él se lo contó a mi madre. Tuvieron que intervenir mis hermanos para que se aclarara todo. Ellos me conocían y de inmediato supieron que me habían gastado una broma pesada, muy pesada...

La tercera ocasión fue cuando tenía unos 20 años, estaba de voluntaria en un piso de acogida de voluntaria y el hijo de una de las inquilinas me apartó de su camino de un empujón para dejar pasar a su padre. 

martes, 20 de septiembre de 2011

¿Qué pasaría si... en las ciudades sustituyeran los árboles ornamentales por frutales?

Cuando era pequeña ya me imaginaba diseñando urbanizaciones y zonas ajardinadas. Creía ser ingeniosa al sustituir los árboles ornamentales por árboles frutales. Quería que las ciudades estuvieran llenas de vergeles. Que la gente, sobre todo los necesitados, sólo tuviera que tener hambre para poder coger de cualquier árbol fruta y alimentarse. Y en lugar de setos y arbustos con formas de bichos, hierbas aromáticas o que sirvieran para condimentar, como albahaca o hierbabuena. Pero, ¿qué ocurriría si ese sueño infantil se hiciera realidad?

Hace poco estuve paseando por una zona marginal de Granada, El Polígono de la Cartuja -aunque es marginal, el diseño es bueno, con amplias avenidas y edificios aislados, llenos de jardines que nadie cuida y con aceras, algunas, encintadas, pero sin solería. En una de las pocas avenidas bien cuidadas, había una hilera de alcorques, y todos ellos con árboles frutales: naranjos y melocotoneros. Los frutos habían madurado y caído al suelo sin que la limpieza de la ciudad, deficiente o nula en aquella parte de la ciudad, diera a basto para limpiar la porquería pegajosa que dejaban los frutos ya excesivamente maduros. También se correría el riesgo que los frutos cayeran sobre los transeúntes.

Y las hierbas aromáticas o de condimento, supongo que pasaría exactamente lo contrario: demasiada tentación para no recogerlas en exceso y terminar esquilmándolas.

La dura realidad pudo con mi sueño infantil.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Gili-voluntaria _ Segunda parte

De Adobe me fui por la "puerta de atrás". Los llamé ladrones y aprovechados. Me enfadé mucho después de saber que el dinero que habíamos recaudado supuestamente para material escolar para los niños de una escuela en la India, iba a servir para que pasaran diez días de vacaciones los tres socios más antiguos en un hotel de Nueva Delhi (ni siquiera tuvieron la decencia de dividir aquel dinero entre el material escolar y su necesidad de conocer mundo de forma gratuita).

Por sugerencia de mi tío Fermín fui de voluntaria a la Asociación de Mujeres Maltratadas de Granada. Por alguna razón mi tío sospechaba que mi novio de aquella época me "zurraba". Pero no era así. En mi vida me han pegado en tres ocasiones: una profesora cuando tenía siete años, mi madre cuando tenía uno 14 años y un desconocido cuando tenía unos 20 años.

Mi trabajo en la asociación era muy fácil, además me venía bien: sólo debía mantenerme despierta durante toda la noche y atender las posibles incidencias. Incidencia era el eufemismo que se daba a la llegada de una nueva "inquilina" a los pisos que servían de albergue pasajero a las mujeres que tenían que escapar de sus casas sin nada, ni siquiera dignidad. Vi tanto dolor, heridas, ignominia, frustración, maltrato físico y psíquico durante los cinco meses que estuve de voluntaria en esa asociación que me encorajina que algunas personas pongan en duda la realidad del maltrato de género. Por supuesto que la policía tamizaba a las mujeres que realmente necesitaban ayuda. 

Me extrañó que casi todas, a su llegada, habían manchado su ropa interior. Lo consulté con mi tío. No era una señal de cobardía. Él aseguraba que sólo eran cuerpos educados para sobrevivir a los golpes. Una vejiga llena de orina, si te la revientan de un golpe, produce peritonitis y posiblemente la muerte. Con una vacía el riesgo disminuye. Si te dan un golpe, el primer día tu cuerpo no reacciona, si te dan una docena, aprende a protegerse. 

Otra cosa que me extrañó durante aquella época es que, incluso sabiéndose a salvo (a mí me solían mandar a un piso del Realejo y las mujeres que nos llegaban solían ser de la Chana) seguían asustándose cuando llamaban a la puerta. 

En realidad no me sentía muy útil. La mayoría de las noches, por fortuna, no había ningún incidente, me la tiraba leyendo o estudiando. Alguna noche sí que fue movida. Tres incidencias en una noche. La policía solía llamar antes. Preparaba un dormitorio, ropa limpia (en previsión, aunque no todas la necesitaban) y algo de comer (aunque ninguna nunca quiso comer). Pocas llegaban con niños (los pisos a los que me solían mandar eran pequeños, las que llegaban cargadas de niños, solían derivarlas a otros pisos con personas más experimentadas que yo). 

En los cinco meses que fui voluntaria en los del maltrato a las mujeres sólo hubo un incidente relativamente grave. Una noche llegó una señora mayor (unos cincuenta y muchos años) con su hijo, de unos treinta y pocos. Tenía lesiones antiguas, pero escaparse de su casa no había sido la reacción a una última paliza. El hijo había sido quien empujó a la madre a escapar del padre maltratador, pero, paradójicamente, también fue quien avisó al padre para que fuera a buscarla, delatando la ubicación del piso. El hombre apareció cuando comenzaba a amanecer. ¡Menudo pollo se montó! El padre dándole patadas a la puerta de la entrada porque alguien le había abierto el portal, pero yo me negaba a abrirle a él, el hijo gritando a la madre que su padre la quería aún, que había ido a buscarla; la mujer gritando que de esa no salía, que la iba a matar, y yo llamando a la policía para que aparecieran por allí lo antes posible. Fueron rápidos. Tardarían unos cinco minutos. Pero ese tiempo sobró para que el hijo cosiguiera quitarme de en medio con un empujón que me dejó sin respiración porque choqué de lleno contra el suelo (un planchazo en toda regla). Por fortuna no ocurrió nada. La mujer se encerró en el dormitorio y ni padre ni hijo pudieron sacarla de allí. La policía llegó y todo todo fue paz.

Tuve que dejar de ser voluntaria en el Maltrato a las Mujeres porque mi  familia me lo pidió. Tenían miedo de que algo igual, o peor, ocurriera. 

martes, 13 de septiembre de 2011

Paso a paso

0:00 a 0:30 hablar madre msn
0:30 a 1:30 limpiar ordenadores de virus y documentación no válida
1:30 a 2:40 Ver documental sobre la censura en el cine 
3:00 a 4:15 Correr (he tenido suerte, no me he encontrado al cafre que le gustan las chicas sudorosas).
4:15 a 5:00 Ducha y lectura de Arista (una revista especializada en arquitectura)
5:00 a 7:15 Dormir... (pesadilla: estaba en Mercadona, pegaba la boca a un congelador y, como si desprendiera hidrógeno, los labios se me quedaban congelados. Lo irreversible de la situación, saber que había perdido los labios y que seguramente iba a morir, era el fundamento de la pesadilla -qué angustia, en momentos así es cuando más echo en falta a Guille).
7:15 a 7:20 Echar gotas y esperar a que me hicieran efecto para poder abrir los ojos (no tengo lágrimas y por las mañanas es cuando más molesto resultan los efectos de la sequedad).
7:20 a 8:00 Ducha y pulimento del físico. Llamada de Guille.
8:00 a 8:20 Desayuno. Té con sabor a pan de especias (es aromático, está muy rico).
8:20 a 15:00 Trabajo ininterrumpido. El proyecto de una vivienda unifamiliar en un pueblo de Granada: Armilla. Simplona, pero entretenida. El tiempo pasó volando.
15:00 a 15:40 Preparación de comida, comer mientras veía Bloody Monday (serie japonesa sólo apta para frikis). Comida: Ensalada con pasas, picatostes y tomatitos pequeños.
15:40 a 16:30 Llamada de Guille. Mientras llegó Nieves. Nieves limpia el estudio una vez a la semana. Nieves también se llama Mari Carmen (tienes dos madres, una biológica y otra que la adoptó, aunque no legalmente; cada madre la llama de una forma, aunque ella prefiere que la llamen Nieves, su nombre legal es María del Carmen).
16:30 a 18:35 Compras. Dos faldas: una normal, negra, de tubo; otra asimétrica, de estampados en grises, con la cintura elástica (así no tendré problemas cuando adelgace o engorde). En la droguería he comprado ambientador con olor a canela "La casa de los Aromas" es como si se estuvieran haciendo pasteles (me encanta como huele). 
18:35 a 19:15 Un compañero tenía problemas para sacar un dibujo. Es difícil hacerse comprender por teléfono. Me lo ha terminado mandando (era una tontería de escalas). 
19:15 a 19:30 Estoy merendando un sandwich de atún con aceitunas negras y maíz mientras veo el vídeo que me ha mandado mi amigo Pere de su boda.
19:30 a 21:45 Vino un amigo. Es ebanista y necesita el dibujo de una pieza para que se la corten por láser. Era un poquito complicado. No le quise cobrar el trabajo y me invitó a un helado. Él se lo tomó de trufa (forma cursi de llamar al chocolate) y yo de café. Si no hubiera venido, este tiempo lo suelo utilizar en leer.
21:45 a 22:15 Conversación con Guille. Está en casa de sus padres. Le es más cómodo que vivir en nuestro piso. Allí lo alimentan y le lavan la ropa. Mi suegra nos ha comprado una manta para cubrir el sillón que tenemos junto a las estanterías. Está muy viejo, pero nos resistimos a tirarlo porque es muy cómodo. Habíamos pensado llevarlo a tapizar, pero cuando estamos en casa, siempre se nos pasa. Mi suegra es muy de comprar detalles de esa clase. Mi madre es más de dar pasta y que cada uno se compre lo que quiera. 22:15 a 0:00 Ver las noticias en www.rtve.es (24H). Cena, melón y manzana. Un poco de haraganeo. Pereza. Comprobar el correo, responder algunos... pereza.
0:00 a 0:30 Hablar con madre y hermanos por msn
... y vuelta empezar. Pequeñas diferencias. Hoy en lugar de trabajar en el proyecto, tuve una reunión a primera hora.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Cachis!

Creí haber inventado la pólvora, pero me ha salido rana. Tengo un piercing en el ombligo. De vez en cuando pierdo peso. Ahora ha sido porque me he alimentado durante días casi exclusivamente de fruta y verdura -sin contar una fabada que me comí el otro día y una tortilla esta mañana-. En lugar de ponerme unos pantalones, que tienen cinchas por donde meter un cinturón, me he puesto una falda (tenía cosas que hacer en el Ayuntamiento y he comprobado que yendo "mona" te prestan más atención) y para que no se cayera pasé un imperdible por el agujero del piercing (para que no se hincara directamente en la piel tuve que limar la punta) y también lo pasé por la cintura de la falda. El invento fue un éxito durante cinco o diez minutos. Cuando ya estaba fuera, ay, dolió. En cuanto terminé del Ayuntamiento me metí en Zara y, en los probadores, deshice el entuerto.

Una china en el zapato

Menudo fin de semana!!! No ha habido nada gordo, pero pequeños incidentes o contrariedades lo han hecho nefasto. 

Lo más doloroso, lo más molesto, Guille tampoco ha venido este fin de semana. Desde que nos casamos nunca hemos estado separados tanto tiempo. La semana pasada porque es un viaje muy largo para hacerlo en coche, tren o autobús, y el avión era caro (en verano no hay vuelos baratos los fines de semana), y esta semana porque tiene que entregar una pericial (una en la que supuestamente iban a llegar a un acuerdo y al final no han llegado).

El sábado por la mañana fui a bazar regentado por chinos (uno que está frente al Corte Inglés, un poquito más abajo de la tienda de bocatas). Por fin me he comprado cubiertos (llevaba más de una semana comiendo con palillos chinos -es una labor de chinos comer una fabada con palillos, aunque lo más complicado es cazar los tomatitos diminutos de la ensalada-). Cuando ya iba a pagar, a la tienda llegó un señor que poco antes había comprado una agenda sin darse cuenta que era del año 2012. Alegaba que él no la quería, que quería una del 2011. Del año 2011 no tenían, pero se ofrecieron a cambiar el artículo por otro del mismo valor o por un vale. Lo ponía con claridad junto a la caja: No se devuelve el dinero. La agenda costaba 2 €. Intervení. Le propuse al señor darle los dos euros y que él me diera la agenda. !Menudo pollo monté sin quererlo!!!! Le dependienta me agradeció el gesto con una sonrisa, pero el señor se puso rojo como un tomate y me llamó entrometida y mentomentodo. Comenzó a echar pestes contra los chinos, en general. Amenazó con llamar a la policía (cosa que debería haber hecho, seguro que cometió al menos tres delitos: racismo, escándalo público y   agresión). Al final se fue arrojándome con violencia la agenda, cogiendo la moneda que yo había puesto frente a él y tirando al suelo un expositor de colgantes para teléfonos. 

El sábado por la noche, cuando salí a correr, me topé de nuevo con el señor que asegura que le gustan las chicas sudorosas. El domingo cambié el recorrido (no creo que se trate de una persona violenta, pero temo que le pueda ocurrir algo si sigue corriendo tras de mí con zapatos de calle y con una baja forma que le hace jadear a los pocos metros -a ver si voy a terminar siendo  homicida involuntaria-).

El domingo por la mañana seguí leyendo La Noche de los Tiempos, de Antonio Muñoz Molina. Los buenos libros te obligan a darte cuenta de cosas que no te habías dado cuenta (por no ser tan buena observadora como el escritor en cuestión o no haber tenido una experiencia determinada). Me obligó a darme cuenta que ya no recuerdo la voz de mi padre. 

Bueno, hoy ya es lunes...




viernes, 9 de septiembre de 2011

Gili-voluntaria _ Primera parte

Desde antes de cumplir los 18 hasta los 23 años, fui voluntaria en diferentes asociaciones. Fue sólo una etapa más de las muchas que se pasan en la vida. Ser voluntaria es la forma más fácil que hay de fastidiar a los demás sintiéndote buena persona. La primera asociación que estuve se llamaba Adobe (no llegaba a ser una ONG por algún tecnicismo) y se ocupaba, supuestamente, de ayudar a los más desprotegidos: desde crear escuelas en la India a encaminar a los niños de los reformatorios (en realidad servía, sobre todo, para que los voluntarios más antiguos pasaran tres meses de vacaciones en países subdesarrollados con cualquier excusa). A mí me designaron a los reformatorios. Ahora, me cuentan, están llenos de niños magredís que cometen algún delito menor para quedarse en España a cumplir la pena e intentar escaparse; por aquel entonces lo que más había eran niños de la etnia gitana que habían cometido alguna barbaridad (por robar en el Corte Inglés no encierran a nadie). Me utilizaron como profesora de apoyo en matemáticas. A algunos había que enseñarles lo más elemental. Fue una tarea más o menos gratificantes. Tendría recuerdos completamente satisfactorios y felices de aquella época, si no llega a ser por Reinaldo, un chaval que estaba encerrado por trapichear con droga. Tenía 17 años y en cuanto cumpliera los 18 años iba a pasar a una cárcel para adultos. Me pidió ayuda y durante tres meses estuvimos mandando constantemente cartas, burofax y telegramas a la Casa Real, a la reina, en concreto, y al ministerio del interior. Contábamos su historia: Había nacido en una familia disfuncional. Su padre, su madre y sus hermanos, todos, eran consumidores de droga y trapicheban para costearsela. Él había dejado la droga desde que entró en el reformatorio (hasta incluíamos un análisis de orina) y aprendido el oficio de soldador; además hacía deporte y estaba aprendiendo inglés y japonés porque se le daban muy bien los idiomas. El mismo día que cumplió los 18, en lugar de mandarlo a la cárcel para adultos, lo echaron a la calle. Dijo que nunca olvidaría lo que había hecho por él. De vez en cuando recibo noticias suyas -directa o indirectamente-. Su padre murió de una sobredosis. Su madre está hospitalizada con problemas mentales. Su hermano mayor murió cuando hacía de mulero. Su otro hermano está en la cárcel. Su hermana, aunque está como una cabra, parece que no tiene problemas y está viviendo en la casa familiar. Él está por Sudamérica (es fácil imaginar haciendo qué). Me mandó como regalo, sin saberlo de bodas, un palo de lluvia. Cumplió su promesa de no olvidarme. Al menos aún no lo ha hecho. El palo de lluvia lo tengo guardado en el trastero. Procuro no darle golpes, no vaya a romperse y salir de su interior un polvillo blanco. 


Crecimiento intensivo de los enanos en tiempo de crisis

Aunque las cosas me van bien, a mi alrededor, algunos días, parece que todo se derrumba, que se va al traste. Hoy se ha paralizado otra de las obras de las que me ocupo de la dirección facultativa porque la propiedad se ha quedado sin presupuesto y el banco le ha anulado el préstamo por falto de pago (estaba haciendo la vivienda con certificaciones). Ha quedado a deber un dineral a la constructora y ha dejado en paro a media docena de obreros, todos ellos con familia. El peor momento de todos. Cuando los niños comienzan el colegio y necesitan vestimenta y material escolar. ¡Qué frustrante! 

martes, 6 de septiembre de 2011

Glub, glub, glub...

Hacía tiempo que no podía disfrutar con la lectura porque estaba agobiada con el trabajo. Ahora andamos en un  impás, esperando a que el Ayuntamiento ponga incidencias de lo entregado. Por fin he tenido varias horas para coger un libro y sumergirme por completo en la lectura, olvidarme del mundo real y no ser consciente del paso del tiempo. Comencé esta mañana a las ocho y hasta hace un rato, porque me llamó Guillé, no despegué los ojos del libro. Hasta había olvidado comer (ya le he puesto remedio con un batido hipocalórico: un litro de leche entera y un bote de Nocilla, todo bien mezclado con hielo picado... y para dentro).

Continúo con la lectura

lunes, 5 de septiembre de 2011

Casi asesina nata

Madre de deus: he estado a punto de cargarme a un señor. Supongo que hubiera sido homicidio involuntario. El señor en cuestión estaba metido en el contenedor de basura. Hoy mi bolsa iba muy cargada, con medio melón que estaba ya malo porque llevo más de una semana sola y alguna otra comida pasada. Vamos, que la bolsa pesaba un huevo. Suelo pulsar el pedal del contenedor y sin mirar adentro (mirar la basura me proporciona el mismo placer que ser pisoteada por un tacón de aguja) suelo impulsar la bolsa al interior formando un arco amplio con el brazo para conseguir levantarla a tanta altura. Unos 7 kilos de basura más la aceleración por el impulso, habrían sido unos 66.00 kg de peso. Golpear a alguien con semejante peso (mi misma persona con el lastre que uso para correr más otros 4.5 kg adicionales) habría sido fácilmente mortal. Por fortuna el señor del contenedor, que pescaba metales y hedor, tuvo reflejos y me salvó de estar en estos momentos esposada en comisaría, en lugar de permanecer tranquilamente en mi estudio-patera

Historia de un avatar



El avatar que suelo utilizar me lo diseñó Nacho Ulzurrun hace cuatro años, después de haber conseguido que me enfadara por haber estado toda la noche llamándome PK. Aún no sabía mucho de él. Acababa de llegar a Barcelona y me sentía bastante sola. Apenas conocía a la gente del trabajo y pasaba el día completo pegada al pc, o en el trabajo, o hablando con mi familia por el msn. A Nacho lo conocí por casualidad en un chat, el de MaximaFM. Llevaba el nick de LOCOBCN. Creo que al principio sólo congeniamos porque los dos solíamos trasnochar. Mientras los demás comenzaban a despedirse a las once, a las doce ya no quedaba nadie, él y yo podíamos permanecer hablando hasta las cuatro, las cinco o enlazábamos un día con otro sin apenas darnos cuenta. Nacho porque dependía de su hermano para que lo llevara a la cama; yo porque siempre he dormido poco.

Inmediatamente encontramos cosas en común. A los dos nos gustaban las carreras de motos y la ciudad de Barcelona. Como le resultaba difícil ir más allá de Plaça d'Espanya, me indicaba sus lugares favoritos en el pasado, yo iba y sacaba fotografías para que pudiera compararlos con sus recuerdos. Gracias a él comencé a interesarme por los coches tuneados, empezó a molestarme los coches aparcados en los pasos de peatones, tuve mucho más cuidado en el diseño de cualquier vivienda o edificio, siempre preocupada en adaptarla a los minusválidos... Él comenzó a escribir la historia de su vida porque se lo sugerí. Me la solía leer entre susurros, con el ruido de su respirador de fondo. No empezó hablando del día que le diagnosticaron su enfermedad (distrofia muscular de Duchenne) si no del día que supo que se había enamorado por primera vez, de una chica de su clase, a los 14 años.

Incluso teniéndolo frente a frente era muy fácil olvidarse de su enfermedad.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Rarezas

Qué día más extraño: esta mañana encontré a un perro muerto  y esta noche, mientras corría, un panolis, majara, descerebrado me ha perseguido durante un rato alegando que le gustaban las tías sudorosas. ¿Qué le ocurre a la gente? ¿Es que no son capaces de ocuparse de sus propios asuntos sin molestar a los demás? Al final lo cansé y se quedó atrás y jadeando.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Cosas que nunca he hecho (y que ya no creo que haga)

Ir a una representación de zarzuela (no creo que sea una justificación que no me guste este género para ir, pero como siempre lo aplazo, sospecho que ya no lo haré). Ser acompañada al colegio por mis padres (sé que me acompañaron cuando fui el primer día a la guardería, pero nunca lo hicieron al colegio. Cómo enviaba al resto de mis compañeras al verlas acompañadas de sus padres -de las madres, generalmente-. A mí me llevaban los soldados). Un cuarteto en la cama (Guille me ha vuelto completamente monógama, ni siquiera fantaseo con compartirlo -y eso es la primera vez que me ocurre con una pareja, siempre me había gustado imaginarlos con otros chicos-). Leer un libro de Sánchez Dragó (no creo que haya un escritor que evidencie ser más gilipollas que ese, y como no soy masoquista, ni aún regalándome mi suegra pondré mis ojos en líneas escritas por ese sub-humano).


Las lágrimas de Caín

Mi sobrinilla tiene 10 años y temo que hoy la he decepcionado (con lo que me gusta que me admire). Quiere hacerse un agujero en la oreja (ya tiene los dos de los pendientes, se lo hicieron cuando era muy pequeñita, apenas unos meses, y sin que nadie le hubiera perdido permiso). No me parece justo que su madre se niegue, habiendo sido ella quien, por costumbre, basándose en un ritual absurdo de: como es niña, tiene que utilizar pendientes. Estaba dispuesta a interceder por ella ante mi cuñada, pero entonces me acordé de un cuento de Gabriel García Márquez. Una pareja de recién casados. Ella se pincha con la espina de una rosa y lo que parece algo insignificante, acaba con la muerte de la mujer. Pensé de repente que algo tan ridículo como hacerse un agujero en la oreja puede traer consecuencias y no quise hacerme responsable.


La llegada del frío y largo invierno


Ayer ya lo noté cuando regresé de correr: ha llegado el frío. El sudor, que sólo dos días antes solía empaparme la ropa y formaba regatos desde la frente al pecho, apenas se reducía a un pequeño cerco junto al cuello de la camiseta y al pararme el aire frío evaporaba el trasudor erizando el vello. Septiembre es como el inicio de un año, el principio de un cambio... qué nos traerá? 

jueves, 1 de septiembre de 2011

Reconciliación

Desde pequeña, desde que tuve 4 años, me enseñaron que la relación que iba a tener con las letras sería difícil, tortuosa y distante. A los 6 años, cuando parecía imposible que aprendiera a leer, intentaron convencerme que podría ser muy feliz realizando un trabajo manual, como peluquera o dependienta de una tienda de ropa (sospecho que ni siquiera de eso podría haber trabajado). Aunque yo ya sabía qué quería hacer desde muy pequeña: mi padre se ocupaba de las obras en el ejército y a mi me encantaba verlo manejar aquellos enormes planos que apestaban a amoniaco y había que tratar con mucho mimo porque se resquebrajaban de puro viejo. Con casi siete años aprendí a leer, para sorpresa y alivio de todos. Hasta entonces no me hicieron repetir curso por, supongo, pena o porque era muy buena en matemáticas. Mientras las demás niñas sólo sabían sumar, yo ya sabía multiplicar, a mis hermanos les divertía enseñarme cosas. Hasta me enseñaron los números romanos, los binarios y a descifrar los códigos de barras. Aprendí a leer, pero durante un tiempo mi  relación con las letras fue muy difícil. Me sentía satisfechas si conseguía superar por la mínima los exámenes. Muchos de aquellos "apta" que me pusieron en las notas, sé que no los merecía realmente; pero me conformaba con eso. "Es lo que hay", me decía. Hasta que en 4º me topé con Sor María.  Aquella monja me trataba con tanta indiferencia y distancia que pensé que le caía mal, y hasta entonces, en el pasado, sólo a una profesora no le había caído bien. Así que cuando un día sor María me pidió que leyera en voz alta la redacción que nos había puesto de deberes -sólo pedía que se leyeran las redacciones para alabarlas o para criticarlas-, imaginé que tendría que soportar las críticas de compañeras y de la profesora. La leí de mala gana, intentando imaginar con cada frase, qué había hecho tan mal que merecía el escarnio público.     Cuando acabé la profesora se limitó a decirme "muy bien", nada más. Aquel "muy bien" me descolocó por completo. ¡Era yo! Una analfabeta funcional hasta los seis años. 

Desde aquel día las cosas cambiaron. No es que dejara de sacar notas únicamente limitadas para superar la asignatura, pero sí me esforcé y comprendí que no tenía que limitarme a aceptar las limitaciones que me habían impuesto desde tan pequeña.

Hoy he recordado a este momento y a esta profesora que me trató con tanta indiferencia pero la que tanto significó para mí, porque he encontrado entre las páginas de un libro de cálculo avanzado una estampa de la Inmaculada con la siguiente dedicatoria en la parte posterior: