sábado, 30 de julio de 2011

Preguntas

Hoy ha sido el día de las preguntas. ¿Qué me hizo despertar aterrada? Una pesadilla, sin duda, pero que no he podido recordar. ¿Cómo puede dormir Guille después de todo el jaleo que he armado: levantarme, encender la luz, ir a la cocina por agua, volver, meterme en la cama y abrazarme a él?¿Demasiado escotado el vestido rojo para la fiesta sorpresa de Guille? ¿Qué pasaría si le arranco al señor que está sentado junto a la puerta trasera del autobús el auricular para saber qué está escuchando? (Debería estar socialmente aceptado, he incluso bien visto, que los extraños se interesaran por lo que escucha una). ¿Algo bueno en el libro de Nicholas Sparks? (En Nombre del Amor, lo leí porque me lo regaló mi suegra. Uf, malo incluso para Nicholas Sparks). ¿En serio piensa que son necesarios 100 bocadillos para 20 personas? Si Bk prepara un bocadillo en 22 segundos, ¿cuánto tardará en preparar 100? ¿36.6'? (un realidad fue una hora, interrupciones y no haber contabilizado que hay que abrir los sobre de embutido). ¿Será capaz de recordar mi rostro el amigo bombero de Guille? (Sólo me miraba las tetas). ¿Por qué la gente conoce a los pechos con tan diferentes nombres: petunias, margaritas, domingas, maracas...? (Después de irse la luz y quedarse todo el barrio a oscuras durante unos minutos) ¿Seremos parte de un átomo en un universo mucho más grande e finito?

viernes, 29 de julio de 2011

El aleteo del vuelo de la mariposa

Soy una friki. Me gusta la monotonía. Es decir: soy una friki a la que le gusta la monotonía. Estoy siguiendo una serie que dan en la tv coreana (es muy mala, especie de culebrón). Se titula city hunter Suelen colgar dos episodios a la semana. Miércoles y jueves. Y a mí me gusta verlos de madrugada, cuando Guille duerme, he vuelto de correr y tengo que esperar a que se me seque el pelo (imposible utilizar el secador teniendo las paredes sin insonorizar). Esta semana no han colgado los dos episodios hasta hoy. En Corea, en Seúl, está diluviando. Supongo que la persona que los cuelga habrá estado demasiado ocupada nadando o salvando sus muebles para no romper su monotonía.

¿A esto llaman globalización cultural? Si mi monotonía depende de alguien que está en peligro, sentiré más empatía por ella ?? Ya me entristece cuando algo ocurre algo a otras personas (sobre todo si es una persona mayor). De todas formas me gusta que así ocurra. Puede que la globalización nos esté haciendo a todos más humanos.

jueves, 28 de julio de 2011

El silencio de las armas

Cuando era pequeña vivía a 100 metros de una galería de tiro. Los soldados entrenaban a primera hora de la mañana y en muchas ocasiones la explosión de la pólvora al chocar el martillo contra el percutor, el silbido de la bala y el chocar contra la diana, que solía ser metálica, eran mi despertador. Con diez años sabía disparar un rifle deportivo del calibre 22 mm. Incluso desmontarlo. Era como un rompecabezas. Me encantaba el ruido metálico al deslizarse unas piezas sobre otras. El encargado de la galería de tiro, un cabo primero con bastante poco seso y demasiadas atribuciones, nos hacía seguirlo (a los niños) como si fuéramos su ejercito particular. Nos llevaba al taller de coches. En la morsa de banco colocaba una bala para sujetarla. Con una segueta y un poco de paciencia, primero rebanaba la parte superior de la bala y luego le practicaba dos profundas hendiduras en forma de cruz. Pedagógico, nos explicaba para qué servía aquello que hacía. Aquel hijo de puta se fabricaba sus propias balas expansivas. 

A veces temo que si me hubiera quedado allí, si no hubiera salido del Destacamento, ahora sería un despojo de persona. Amante de las armas y capaz de sentir empatía con salvajes como el asesino de niños noruego. Pero luego recuerdo el escalofrío que sentí la primera vez que imaginé que la bala disparada atravesaba la cabeza de una persona y no una calabaza. Desde aquel día el ejercito del cabo primero perdió un miembro. 

El autobús de Babel

Esta mañana fui en autobús a ver a mi suegra (para preparar la fiesta sorpresa del cumpleaños de Guille). Era demasiado tarde o demasiado temprano para considerarse hora punta y el transporte estaba casi vacío. Quince personas. Ninguna igual. Todas distintas. Color de piel exóticos. Vestimentas que delataban religiones ancladas en un pasado remoto (como todas las religiones, en realidad) para perjuicio de las mujeres, ojos que me miraban desde rasguños en la piel... me gusta este canon de diferencias, y aunque los acentos de los pocos que hablaban eran extraños, seguro que en esta ciudad yo soy más extranjera que cualquiera de ellos.

miércoles, 27 de julio de 2011

Un hombre tranquilo

Recorro su cuerpo en busca de cicatrices, muy de cerca, humedeciendo su piel con mi aliento, y no las encuentro. Treinta y ocho años y la vida no ha dejado muescas sobre su piel. Todos nos caemos, nos herimos, nos cortamos. Arrastramos heridas externas o internas, de recuerdos más o menos dolorosos. Él no. Ninguna. Como si fuera inmune a todo lo que hiere. Una piel completamente impoluta. Más impoluta ahora que se deja depilar. Ni siquiera tiene lacras. Mi cuerpo está lleno de lacras y a Guille le gusta trazar un mapa de carreteras recorriendo una a una: el nevus azul que tengo en el pecho derecho, un trocito de pezón fragmentado por debajo del mismo pecho, una mancha con forma de huevo en la cadera izquierda, una rosa en el interior del muslo derecho.... Hoy Guille cumple 38 años. Dice que se siente viejo. Jugó a pensar qué hubiera ocurrido si nos hubiéramos conocido cuando él tenía 20 años y yo 11. Asegura que me habría esperado lo que hubiera sido necesario. Que habría sabido que estábamos destinados a estar juntos. Me desternillé de risa por su ingenuidad. Cuando tenía 11 años era muy diferente a como soy ahora. Seguramente no le habría gustado. 

Hemos celebrado su cumpleaños solos. El sábado por la tarde lo celebraremos en la casa de sus padres. Una fiesta sorpresa de la que me advirtió esta mañana al levantarse y de la que supuestamente no debe saber nada.  Ahora lo está celebrando con los chavales del equipo de hockey en silla de ruedas que entrena. Mañana por la mañana lo hará con sus compañeros del trabajo y por la tarde con el grupo de fútbol sala. 

Ojalá este día se repita muchos años. 

martes, 26 de julio de 2011

Recuerdos de un universo paralelo

Cuando era pequeña, ocho, nueve, diez años, mi mejor amiga se llamaba Ana Belén, Ana, Anita, Nana... Era una amistad casi forzada. Sobre todo en verano, vivíamos en un universo muy cerrado, sin más contacto que los pocos niños que vivíamos en el Destacamento. Había que rellenar tanta documentación y papeleo si venían visitas del exterior, que muy pocos invitaban a sus familiares a pasar una temporada entre el vallado de espino. En realidad Belén y yo éramos bastante incompatibles, completamente antagonistas, tan diferentes como la noche y el día. Ella era muy melindrosa y yo una salvaje; y sin embargo, la enviaba con todo mi ser porque tenía lo único que quise y no tuve durante la niñez: una familia convencional. Un padre que la llevaba cogida de la mano a todas partes y se besaban en cuanto se veían, aunque eso fuera cada cinco minutos, una madre que siempre estaba limpiando o en la cocina -y que te obligaba a caminar por su casa con unos patucos en los pies que ella misma había hecho, para que no se mancharan las losetas de terrazo con el polvo de la calle, y un hermano pequeño, como un juguete gigante, al que le podías hacer llorar si le quitabas el chupete o darle el biberón.

Mis hermanos aseguran que yo era una niña bastante tranquila. Pero en una ocasión pillé una rabieta incomprensible, al menos para ellos. A las reuniones de mi colegio, o no iba nadie, o sólo hacía acto de presencia el ordenanza que solía ir de acompañante en el autobús militar en el que nos trasladaban. En la ocasión de la rabieta, yo exigía que me acompañara el padre de Belén a la reunión del colegio. Creo que discutieron la posibilidad de pedírselo, pero al final me acompañó mi hermano mayor, vestido con uno de los trajes de mi padre. Me gustó mucho que lo hiciera, incluso más que si hubieran conseguido que el padre de mi amiga hubiera satisfecho la extravagante petición. No sé qué le contó mi hermano a la monja, pero desde aquel día me trató con tanta preferencia que incluso yo, que nunca me doy cuenta de nada, me percaté de ello.

Por aquella época anhelaba tanto tener una familia como la de mi amiga Belén, que me dormía imaginando que me adoptaban. Inventé escenas familiares con tantos detalles y tantas repetidas veces, que en mi memoria se han quedado como recuerdos reales.

El puñal en el tálamo

Al principio pensé que para Guille sería más complicado cargar con mi pasado que yo con el suyo, porque, mientras que él sólo tuvo una novia yo arrastraba una docena de parejas, excluidas las que no consideraba transcendentales y las que habían durado muy poco tiempo. Lo extraño es que especule y acierte, así que,  efectivamente: estaba equivocada. Para Guille mis exs, no pasan de ser una estadística o un calendario. Sin embargo, su Magdalena es como familia. Fueron siete años. De esa mujer Guille conoce más detalles que de su propia madre o hermana. Sin embargo, no siento celos de ella. No al menos de la actual Magdalena. Su relación fue muriendo poco a poco, sin que interviniera terceras personas Tenían muy pocas cosas en común, y cualquier rescoldo de atracción que sentían el uno por el otro, quedó apagado por culpa del aburrimiento. Guille me confiesa, no sin remordimientos, como si hubiera cometido un grave delito, que un fin de semana mintió. Simplemente le dijo que no se sentía bien. Prefirió quedarse en casa, encerrado, que salir con ella.

No siento celos de esta Magdalena, capaz de perseguir y molestar a quien ya la ha olvidado. Pero sí siento como una punzada en el pecho cuando imagino a la Magdalena de hace unos años. Cuando Guille y ella compartieron momentos muy parecidos a los que teneos ahora en común. Si fuera dueña del pasado, o de los recuerdos, haría que sucumbiera en el pozo del olvido; como eso no es posible, y soy muy egoísta cuando se trata de Guille, me limito a agradecer que las circunstancias de la vida lo hayan hecho estar a mi lado.

domingo, 24 de julio de 2011

La semilla del diablo - Anders Behring


Parece un Madelman. Los Madelmans eran juguetes para niños, una especie de Barbie pero en chico y aguerridos, con muchos uniformes y ropa diferentes, incluidos complementos de armamentos (yo heredé algunos de mis hermanos -terminaron siendo víctimas de una escopetilla de plomos-).

¡Menudo cobarde! ¿Qué puede discurrir por la mente de semejante hijo de puta para que haya cometido tal barbarie? Dicen que le gusta leer. Incluso leyendo manuales de armamento aprendes a tener empatía con las víctimas. Dado lo que ha demostrado que aprendió leyendo, bien podría haber aprovechado ese tiempo en otra cosa más productiva (en suicidarse, por ejemplo, si tan en contra de este mundo está).

Veintiún años de cárcel a cambio de haber cercenado 93 vidas (de momento). ¿Buscaba sus 15 minutos de fama? ¿Quiere pasar a la historia como el mayor asesino de Noruega? Si lo mataran, no serviría de nada. No creo que eso dé consuelo a los padres que han perdido a los hijos que apenas comenzaban a vivir. Espero que no tarde en darse cuenta de la atrocidad que ha cometido (dicen que no se siente culpable de nada -menudo salvaje-). Que tenga que vivir con su culpa durante una larga vida, siendo consciente de ello, lamentando cada una de las vidas con las que ha acabado. ¿Cómo se puede castigar a alguien que ha hecho tal salvajada? Me daría miedo comprender, aunque fuera remotamente, qué lo empujó a cometer esta masacre. Sólo ruego que no dejen que consiga lo que quiere: justificarse ante el mundo y exponer sus teorías. Deberían aislarlo porque es un peligro para la sociedad.

El silencio de la corredora

El cansancio físico que siento al correr está relacionado directamente con lo que llena mi mente durante cada una de las zancadas que doy. Me percaté ayer. Sin darme cuenta corrí tres horas y media, cuando por lo general, no llego a las dos. Mi ropa estaba tan empapada en sudor que goteaba, el pelo parecía que me lo hubiera acabado de lavar y sentía en la garganta la carraspera de la sequedad, y sin embargo no estaba cansada. Imaginaba las mil y una forma de vengarme de Magdalena, la ex de Guille. Guille habló con su madre y le contó lo sucedido en el supermercado (el intento de darle un pico y el no hacerme caso). Mi suegra me llamó (temía que me hubiera enfadado). No soy muy perspicaz. A veces las cosas ocurren a mi alrededor y no me doy cuenta de ello hasta que alguien me advierte. "Ahora esa bruja viene a malmeterse entre vosotros, pero tú no le hagas caso. Sólo está amargada porque las cosas no le han salido como ella quería". No fui capaz de ver que intentaba molestar. Pensé que esa era su personalidad. Por eso, después de que me advirtiera mi suegra, durante más de tres horas llené mi mente con venganzas tipo Amelie: ir a su casa y sustituirle el dentífrico por pegamento, cambiarle la ropa por dos tallas menor, aflojar la manilla de la puerta del baño para que se quede encerrada... Ideas y planes absurdos, por supuesto, que ni remotamente podría llevar a cabo. 

Llegué a casa cuando ya había amanecido. Encontré a Guille vistiéndose para irme a buscar. Durante un rato me estuvo regañando (aunque su bronca no tuvo mucho efecto, porque mientras lo hacía, no dejaba de abrazarme). 

Mientras corría, escuchaba a Eminem, Bach y Mozart. ¿Si hubiera llevado a cabo alguna de mis absurdas venganzas, si hubiera dañado de alguna forma a Magdalena, habrían culpado a la música que escucho de ello?

jueves, 21 de julio de 2011

Qué tonta soy!!!!

Hoy tengo un día tonto. Estoy tristona sin venir a cuento. Todo me afecta. Al medio día dieron la noticia en la radio de que dos hermanos habían muerto ahogados, creo que al intentar coger una pelota que se les había caído al río. No quise escuchar más y me fui a la cocina. ¡Qué triste debe ser morir a la vez que alguien a quien quieres mucho! No poder hacer nada por esa persona. Claro que aún peor debe ser sobrevivirle. No puedo apartarlos de mi mente, y mi tristeza sólo se basa en especulaciones. 

Para colmo nos hemos encontrado en el supermercado a Magdalena, la ex de Guille. La única novia formal que tuvo y con la que rompió después de siete años. Seguro que han hecho juntos bestialidades que soy incapaz de imaginar. La muy burra estuvo a punto de darle un pico al saludarlo (se lo habría dado si Guille no llega a girar la cabeza y ponerle la mejilla). Debería haberla llamado zorra. Tan sofisticada! Con su traje gris: falda de tubo, la chaqueta en el brazo, una blusa blanca casi transparente y uno de esos sujetadores con encaje que una sólo se pone si sabes que existe la posibilidad de que encuentres quien te lo quite. ¡Pero si hasta tiene nombre de puta bíblica!!! Guille hizo las presentaciones al encontrarnos, pero ella me ignoró durante los cinco o diez minutos que estuvo hablando, al despedirse me llamó "maca", o por cómo lo dijo, también podría haberme llamado "niñata"

martes, 19 de julio de 2011

Divagaciones 3

Estoy leyendo (releyendo, en realidad) La Noche de los Tiempos, de Antonio Muñoz Molina. Ahora la lectura es diferente a la primera vez: más consciente y llena de admiración. Estoy disfrutando de cada una de sus páginas, con cada una de sus frases. El lenguaje del arquitecto, del escritor en realidad, tan comedido  y justo, tan falto de pedantería e ignorancia, está tan logrado que puede pasar desapercibido precisamente por su corrección. (Si no fuera tan torpe con las palabras, sobre todo escritas, le agradecería personalmente al escritor haber escrito este libro).

Hoy hace una temperatura agradable, y durante la noche hizo frío. Esta mañana bajo los coches había charquitos de agua, como en invierno, por el relente que satura de humedad el ambiente y se pega al metal frío, partícula a partícula, hasta que se forman gotas y los coches parecen sudar por el esfuerzo.

A mi madre, que es capaz de olvidar de inmediato la mayor de las ofensas, le está costando perdonar la estulticia de la vecina que dijo que la urna con las cenizas de mi padre, es insalubre. No le molestó que dijera que es macabro (eso, según ella, es una opinión, y las opiniones son libres) pero decir que es insalubre, es una mentira. Le he pedido que pregunte a mi suegro, que es abogado, si puede denunciarla por falacia. Mi hermano ha sido más práctico y le ha mandado un fax con documentación sobre la inocuidad de las cenizas humanas (ni idea de dónde lo habrá sacado).

La primera noche que salgo a correr aquí. A pesar de la humedad por la cercanía del mar, de que estoy con la menstruación (que siempre me hace sentir un poquito débil) y de que hace una noche solamente templada, me he sentido excepcionalmente bien. Únicamente el temor de que sonara el despertador de Guille (me obliga a conectarlo cuando salgo, para que lo avise si tardo en exceso), me ha hecho volver. No sé si ha sido por el paisaje renovado o que llevo unos días comiendo mejor que en Granada (comida casera y no sólo precocinados calentados en el microondas), lo que me ha hecho sentir que podría haber seguido corriendo hasta el amanecer sin interrupción.

Guille sigue durmiendo, y lo hará hasta el mediodía porque mañana se ha propuesto descansar. Es lo único en que somos incompatibles. Él puede dormir 12 horas seguidas, en cuanto comienza a oscurecer, sus párpados, como si tuvieran un interruptor, tienden a cerrarse y a permanecer así. 

Los gritos de los susurros

Es curioso, es como si algunos días los temas se concretaran y dieran pie a sólo uno. Hoy ha tocado la muerte.

Me cuenta mi tía que hace al menos unos 8 o 10 meses en el pueblo donde vive, Bobadilla, en la provincia de Málaga, una mujer murió asfixiada dentro de una cama plegable que le habían comprado los hijos. Fue una muerte lenta de la que la mujer tuvo consciencia plena (a mi tía le gusta contar detalles escatológicos y miserias humanas que yo prefiero desconocer). Hace tres días encontraron muerto al hijo de la fallecida (en los pueblos pequeños hasta lo más mínimos detalles de los hechos se saben): se había tragado todo lo que encontró en el botiquín (incluidos alcohol, agua oxigenada y betadine).

Esta mañana temprano me llamó mi madre. Ella es de costumbres fijas. Su hora de llamar son las 8 de la tarde, si rompe la costumbre, es que algo ha ocurrido. Tardó en soltarlo: ayer una vecina del pueblo (Villanueva del Rosario) le reprochó que tenga en la casa las cenizas de mi padre, dice que es macabro e insalubre (manda huevos!!). Mi madre es muy moderada. No levanta la voz, no pierde los estribos nunca, no suelta tacos. "Métete en tus putos asuntos", le dijo.

lunes, 18 de julio de 2011

La leche!!!


Esa cosa tan antiestética de la imagen es una placa turca. Pensaba que ya no existían (al menos no en este mundo civilizado). Pero hoy, hace un rato, me he topado con una en el mismo barrio gótico de Barcelona. Un amigo me pidió que le echara una ojeada al piso de su madre, está junto a correos, cerca del puerto. Quería saber si existía la posibilidad de reformarlo de alguna forma. El piso es enooooooooorme, un dédalo de pasillos angosto y techos altísimos, de puertas labradas (cada una de ellas es una joya), suelos hidráulicos que parecen tapices desgastados y cenefas pintadas a mano, bordeando los marcos de las puertas y un zócalo de madera envejecida (por el tiempo, no artificialmente), en las habitaciones principales.

Siete habitaciones saturadas de una decoración de bazar asiático (qué terror: esconder la belleza del edificio entre tantas baratijas). Había visto un salón, una salita, un despacho (del marido difunto), un cuarto de costura y plancha, la cocina (el lavadero está en la cubierta) y varios dormitorios y habitaciones de desahogo. Pero no vi ni un baño. Tuve que preguntar a la dueña, y ella arrastró los pies hasta el final del pasillo. Disimulada con el mismo papel pintado que la pared, había un puerta que se abrió cuando la dueña golpeó con el puño la esquina superior izquierda. El baño de ese piso es un zulo: metro y medio de largo, un metro de ancho y cuatro y medio de alto). Todos los aparatos sanitarios se reducían a la placa turca y a un minúsculo lavabo (las dos manos no se podían meter juntas). Justo encima de la placa turca, una alcachofa sirve a la vez de ducha y de cisterna. Flipé. No imagino a la señora (es mayor, unos 70 años, gruesa y con problemas en las piernas, utilizando aquel aparato sanitario de la prehistoria -aunque dice mi hermano que en Japón, en las zonas rurales, es lo que suelen tener, en contraste con las ciudades, donde los inodoros tienen más posibles acciones que un microondas, hasta te calientan la zona donde pones las nalgas para que no te dé repelús (ja, qué cosas!!!)

viernes, 15 de julio de 2011

Desconocidos de familia


La caja de los secretos


Abuela paterna - Lo más llamativo, la cortina con el decorado de atrás


¿No parece La familia de Pascual Duarte? Creo que son una familia de aperos que tenían en el cortijo donde vivían


Tías abuelas paternas. Según pone en la parte trasera, ganaron el certamen de belleza de la Feria de Écija. Pero no os preocupéis, los cánones de la belleza no han cambiado tanto: es que antes también también era la belleza directamente proporcional a la pasta que tuvieras (y ellas lo tenían)





jueves, 14 de julio de 2011

Un tortuoso y difícil camino a casa

Por fin hemos llegado!!! Parecía imposible poder llegar a casa. La casa huele rara, a cerrado, a polvo acumulado, a darro por culpa de haberse evaporado el agua de los sifones del baño y la cocina, de la falta de uso. Guille, se quedaba en casa de sus padres cuando venía a Barcelona. Tres meses y pico sin que nadie haya pisado el piso. Hay tamo detrás de las puertas, pelotillas tenues que vuelan y revolotean con la más leve corriente de aire. En el armario de la entrada se amontonan los abrigos, bufandas y gorros de invierno que olvidamos la última vez que estuvimos por aquí.Y sobre la mesilla de noche, el ejemplar de La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina. Ya no tiene polvo la portada, pero la superficie se ha quedado rasposa al tacto. La olvidé voluntariamente porque sólo nos íbamos por tres o cuatro días; y luego no quise comprarme otro ejemplar o pedirle a Guille que me lo llevara a Granada cuando iba los fines de semana. La fecha, apuntada a lápiz en la primera página, indica que lleva esperando casi un año para ser concluida su lectura. El  marcador, hecho por mi sobrinilla (una fotografía suya impresa en cartulina y plastificada), indica que sólo hace falta un tercio para acabarlo; pero creo que es tiempo de volver a revivir desde el principio el viaje entre fantasmas y recuerdos de Ignacio Abel.

Demasiado cansados para ponernos a limpiar de inmediato. Mañana temprano lo haremos.

miércoles, 13 de julio de 2011

Cuento de verano

Durante más de cuatro años había llevado colgado al cuello, abrigada entre los pechos incipientes, una bala de 9 mm cortos, con el fulminante intacto y el latón del casquillo reluciente porque tenía la manía de mantenerlo entre los dedos y frotarlo. Si alguien le preguntaba por el extraño collar, ella se encogía de hombros y decía que le parecía bonito. Pero en realidad no lo era. Una bala roma, regordeta, con una cruz en su cabeza que dejaba ver el plomo del interior y cuya función era la de fragmentarse al chocar contra un hueso al penetrar en la víctima, para hacer el mayor daño posible. Si le hubieran dado a escoger, habría preferido una bala de cetme, siempre le pareció muy elegante, larga y puntiaguda, o una de 22 mm, tan pequeñita que parecía de juguete. 

Los peores recuerdos son los que hay que negar. Tenía prohibido contar la historia de aquella bala porque el trabajo de la madre, las becas de los hermanos y la vivienda dependían de la voluntad de quien se la había colgado al cuello. De todas formas a la niña no le gustaba recordar lo sucedido aquel viernes, 12 de julio de 1991. Ni siquiera lo recordaba como una sucesión de hechos, en su memoria se guardaba como una serie inconexa de sensaciones: el sudor pegajoso, las lagrimas que quemaban las mejillas encendidas, los mocos que apenas le permitían respirar, el picor de la orina al secarse a lo largo de sus piernas, el sabor acre de la grasa del cañón de una pistola en su boca, el hedor a alcohol y tabaco del aliento del capitán susurrándole al oído que no soportaba a las niñas entrometidas como ella y el miedo compartido con medio centenar de soldados. 

No ocurrió como en las películas norteamericanas. Nadie metió una bala entre las cejas del capitán  borracho, nadie disparó a la pistola que mantenía en la boca de la niña, casi haciéndola vomitar, nadie golpeó con una patada de kárate el estomago preñado de alcohol de aquel hombre tan parecido a Mr Hyde en cuanto el whisky anegaba su razón. Ni siquiera tuvo una represalia. Le quitaron la pistola y lo mandaron a dormir la mona. Una excusa y la promesa de que no volvería a ocurrir fue cuanto obtuvo la niña de aquel hecho que no podía contar. 

sábado, 9 de julio de 2011

Puaaaaaaag

Dice mi madre que cuando yo era pequeña era muy "mica" (ella, a esta palabra, le da el significado de melindrosa y quisquillosa en el comer). Sin embargo, por lo que cuenta que comía cuando era pequeña, sospecho que simplemente era una niña flacucha porque no paraba quieta. Cuenta, y yo de ello sólo tengo un recuerdo remoto, que las gallinas que comíamos cuando yo era pequeña, había que matarlas. Todas las familias en el Destacamento teníamos derecho a dos pollos de la granja (los soldados no podían consumirlos por algún tema de documentación legal). Los animales llegaban vivos a casa, atados de las patas, y mi madre tenía que sacrificarlos. Dice que los primeros les costó mucho trabajo, que hasta temía estar cometiendo un pecado mortal, pero que los siguientes fueron muy fáciles. Según ella, las gallinas incluso han sido diseñadas para que se las mate con mucha facilidad: hay que doblarles el pescuezo y buscar con los dedos una juntura que tiene más o menos a mitad, se les mete ahí el cuchillo y el animal muere casi de inmediato. Mi comida favorita era el puchero. Hacía, según cuenta, unas ollas enormes que sólo duraban un día porque mis hermanos eran voraces. Iban a pie desde el Destacamento a Antequera como si fuera un paseo normal (hay más de 20 kilómetros) y también estaban creciendo (no me extraña que se comieran hasta bocadillos de galletas El Principe con patatas fritas de bolsa -el preferido de mi hermano mediano-). Mi madre, para mí, guardaba lo más suculento del puchero: los huevos sacados de las entrañas de la gallina, los que aún estaban formándose. Cuatro o cinco huevos que recordaban a yemas, de diferentes tamaños: desde tamaño perdigón a yema normal y corriente de un huevo. Sólo comía los huevos del puchero y de segundo: sangre frita (la que había derramado la gallina). Si la gallina no era ponedora y no tenía huevos en su interior, cuenta mi madre que me gustaba lo que ella llamaba un "mojón de perro" (asquerosidad de nombre). Consistía en machacar unos cuantos garbanzos, mezclarlos con aceite, vinagre y una pizca de sal y meter esa pasta en un trozo de pan.



 Hoy mismo he vuelto a probar la sangre frita. Mi suegro biológico ha matado una gallina esta mañana para hacer tomate frito con pollo (los tomates se los ha traído un vecino de su huerto). Ayer hice el comentario de la sangre frita que comía durante mi infancia y hoy, a la hora de comer, como sorpresa, me tenía preparada una tortilla negruzca de olor ferroso. (Me enternece que la gente haga cosas de este tipo por mí, porque significa que han pensado en mí al menos durante cinco minutos y que se esfuerzan por satisfacerme). Sólo comí un trocito (mi suegro sabía que iba a ocurrir así, y no se ha ofendido). No recordaba el sabor; será que también evoluciona con la edad el paladar.

viernes, 8 de julio de 2011

Crónica de una decepción anunciada, o la contestación a la pregunta sin respuesta

En el capítulo 8 de El Relojero Ciego se explica (más o menos), con la analogía de un pájaro africano llamado viudo de cola larga, la justificación de por qué buscamos la belleza. 



Supuestamente sólo depende un gen que nos hace preferir al macho de una determinada forma. Las hembras, en el caso del pájaro viudo de cola larga, prefieren aparearse con los que tienen las colas más largas (já!, no penséis mal, que va en serio). Aunque las colas más largas, en este caso, o en el de los pavos reales, hacen a los animales más vulnerables porque sus movimientos son más torpes. 

De repente, en el capítulo 9, Richard Dawkins me parece algo tramposo. Creo que se han producido macromutaciones, pero no creo que hayan servido para la evolución de las especies; pero, si hasta ahora se ha aceptado que en un periodo de tiempo muy prolongado se puede dar la posibilidad de que, incluso, una estatua de mármol mueva la mano, ¿por qué no aceptar este periodo de tiempo para comprender que sí sería posible las macromutaciones? En millones de años un grave error del ADN de un animal puede dar paso a una gran mutación. El nuevo animal puede ser o no viable. Si es viable, ya se tiene una nueva especie.

No se puede considerar el siguiente caso una macromutación?? (aunque sólo sea en el caso simple de multiplicación de un órgano ya existente).


Una niña india nació con cuatro brazos y cuatro piernas. 

Pero, si se puede dar el caso del cruce entre una yegua y un burro, ¿no habrá habido el cruce entre más animales de distinta especie en el pasado? (Son sólo dudas, no reales, pero para las que no tengo una negativa clara y nítida)


Sigo leyendo.... 

lunes, 4 de julio de 2011

El Proceso

Aún no hemos vuelto a casa. Estamos a las afueras de Pineda de Mar, haciendo compañía a mi suegro biológico (es que tengo dos suegro, y sólo una suegra, por fortuna). Tiene un esguince en la rodilla y, además de permitir que no se siente tan solo, cuidamos de los animales que tiene (dos caballos, media docena de perros, no sé cuántas gallinas, una pareja de pavos reales que siempre que quiero sacarles una foto se esconden... hasta hay un canario con la mala costumbre de confundir el día con la noche.

viernes, 1 de julio de 2011

Impresiones

Hoy me ha tocado ir a Málaga a cerrar el estudio. Comprobar que todo queda apagado y que el portero del inmueble tiene las llaves por si ocurre algún incidente. Después de mucho retrasarlo, por fin he quedado para comer con una amiga de la infancia. Fue una amiga intermitente. Nos encontramos en Tablada y en la Base Aérea de Málaga. Hemos recordado momentos comunes, pero que han resultado ser tan diferentes, que no parecen los mismos (como si hubiéramos vivido en universos paralelos). Nuestro primer encuentro, por ejemplo.  Yo lo recuerdo como un momento aterrador en el que mis tres hermanos me arrastraron hasta la calle para forzar a un grupo de niñas que jugaban al elástico, a aceptarme como compañera de juegos. Ella dice que las decepcioné. Había corrido la voz de que yo era algo poco menos que una delincuente. Siempre iba con chicos mayores (mis hermanos y sus amigos), montaba en moto (había heredado un scooter de mi hermano menor) y vestía como si fuera un chico (las camisetas también las heredaba de ellos, por gusto más que por necesidad). Así que cuando acepté jugar al elástico con ellas, quedaron algo chafadas, imaginando que yo llevaba una vida de corrupción donde no cabían los juegos infantiles.

Mis hermanos me confirman que allí donde íbamos, teníamos mala fama. Adolescentes + motos + determinada estética algo heave en el vestir = etiqueta de delincuente. Y eso que mis hermanos siempre han sido muy buena gente. Donantes de sangre y de médula, con amigos allí donde han estado, si alguna vez se han metido en una pelea, ha sido por defender a quien consideraban débil. Ni siquiera tienen multas de tráfico.

Otra impresión, esta propia, muy distinta. Al acabar de leer el tercer libro de Millenium, de Stieg Larsson, me dio la sensación que había habido un cambio de ritmo a partir del primer tercio del libro, como si de repente el autor fuera otro. Había desaparecido la lenta preparación de la trama para llegar a un desenlace que no siempre era tan previsible y burdo como ocurre en la novela. Cuando quise saber cuándo iban a publicar la cuarta entrega, me enteré de que el autor había muerto poco después de acabar este tomo. Me pregunto si los editores no habrán "apañado" la historia para que tuviera un fin más o menos definido la trilogía y fuera más vendible.