jueves, 29 de junio de 2017

Uno de ellos

Por fin mi primo Miguel Ángel le ha dicho a mi tía que es homosexual. No fue algo preparado. Cuando llegan estas fechas de principio de verano, coincidiendo con la semana del Orgullo Gay, se va una quincena de vacaciones a Madrid para la celebración y para saludar a nuestro tío Fermín. Su madre nunca había reparado en la coincidencia. Este año, por la propaganda que se le ha dado a la fiesta, aconsejó a mi primo: Anda, ve un poco después, no te vayas a mezclar con esa chusma. A lo que mi primo respondió: Yo soy uno de ellos, mamá

Esa misma noche mi tía sufrió un ictus debido a la subida de la tensión arterial. Y ayer, una semana después, salió del hospital. La situación ha empeorado para mi primo. Su madre asegura que no recuerda nada de lo ocurrido aquella tarde, aunque los médicos dicen que es poco probable que esa amnesia sea real. 

¿De quién es la culpa de esta situación? ¿De mi primo por no fingir no ser heterosexual y hacer feliz a su madre? ¿De su madre por aceptar como única verdad lo aprendido en una lejana y bárbara infancia? ¿De la sociedad por tardar tanto en proporcionar plena igualdad a todos los ciudadanos? 

miércoles, 28 de junio de 2017

El pecado de la monogamia / El pecado del nacionalismo

En más de una película surcoreana he visto repetida la misma escena: reyes que por primera vez van a mantener una relación sexual y, desde el otro lado de la puerta cerrada de la alcoba, alguien lee las instrucciones para el correcto apareamiento. Acaricie los pezones de su esposa con los pulgares, túmbese encima de ella, bésela con suavidad en los labios, si su pene está erecto... 

Reinas que apenas gozaban del sexo porque los reyes podían rodearse de concubinas o eran homosexuales y la única función de la fornicación era procrear. 

Si esa escena está basada en la realidad -en ocasiones una fantasía se repite tantas veces que se vuelve creíble-, espero que las instrucciones no fueran leídas por un eunuco. Debía de ser frustrante excitarse por la cercanía de dos cuerpos que fornican y no poder satisfacerse. 

Es curioso cómo las circunstancias a las que nos enfrenta la vida, nos hace cambiar de parecer. Hasta hace poco pensaba que cualquier hombre o mujer puede pasar toda su existencia pegado a una única persona. Ahora esa idea me produce una profunda tristeza, como si la convicción de permanecer confinado en una habitación muy reducida, nos pareciera correcto, por amor a ese trozo de tierra donde se ha nacido. ¿Por qué limitarnos a sentir las caricias y el cuerpo de una única persona?

¿Son la monogamia y el nacionalismo lo mismo? 

La pecadora

Mi amiga Lorena es una de esas personas que necesitan compañía incluso para ir al baño. La semana pasada se celebraba la misa por el alma de una vecina, y me arrastró con ella, aunque sabe que soy atea. Supuestamente fui chantajeada por la invitación a unas cervezas a la salida de la misa, pero lo que en realidad me incitaron a seguirla, fueron las historias que cuenta de su familia. Creo que sufro de una necesidad patológica de escuchar relatos, sean reales o ficticios. 

Apenas había comenzado la ceremonia, nosotras habíamos sido puntuales, llegó una señora arrastrando un carro de la compra, cebado por muchos más productos de los que estaba destinado a contener. Unos puerros se escapaban de su interior. Recordaban a esas ramas de jaramagos que crecen entre las juntas de las solerías o el mortero pobre de los tejados. Aparcó su carro junto a una de las columnas del templo, dos filas delante de nosotras. Se arrodilló, y no volvió a ponerse en pie hasta que el sacerdote dijo que podíamos ir en paz. Cuando se rezó el Yo Confieso, la mujer golpeó con fuerza su pecho tres veces (por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa). La cercanía me permitió escuchar la resonancia a casquería de su interior, como el sonido amortiguado de un tambor. 

¿Cuál sería el grave pecado de aquella señora? Ocultaba cualquier posible belleza tras la negligencia. Ojeras, piel falta de hidratación, pelo estropajoso recogido con descuido con una goma; el tirante derecho de su sujetador blanco, caído, asomando por su vestido estampado sin mandas. No parecía muy mayor, dentro de la década de los treinta. Tampoco era delgada ni obesa. Le sobrarían unos cinco kilos. 

Como las misas me aburren, no aparté la mirada de la pecadora. ¿Sería la tentación de la carne la que la obligaba a hincarse de rodillas? El amor por un hombre que no era su marido y cuya atracción no podría resistir. De algo estaba convencida, el encuentro con el amante no estaba cerca. Sólo una relación muy manida acepta la falta de coquetería de alguna de las partes, y esas relaciones no producen remordimientos de conciencia. 

A menudo es mejor la imaginación que la realidad, que arruina una buena historia. Entramos en el bar que hay junto a la iglesia, una de esas tascas que han soportado guerras, dictaduras, crisis y promesas democráticas. La mujer del carro de la compra nos siguió. 

Camarero: Gloria, ¿lo de siempre?

Mientras Lorena y yo apenas habíamos bebido media caña -acompañado por trozos de jamón cocido que estaban de muerte-, la mujer dejó seca una botella que había contenido medio litro de whisky. 

lunes, 26 de junio de 2017

Alguien a quien odiar

¿Qué se puede decir de un hombre de 41 años que asegura odiar a su madre y se ha acostado con una de sus estudiantes de ESO? 

El humor de Mickey es extraño. Su presentación es: Odio a mi madre. Soy profesor de ESO y mi última novia era una de mis alumnas. No advierte que es profesor de adultos. Cree que después de semejante conjunto de dislates, ningún otro aspecto de su vida puede decepcionar. También debería añadir que es un picaflor. 

Mickey es un apodo, por Mickey Mouse. Durante la adolescencia, sus orejas eran tan perpendiculares a la punta de su nariz y su cogote que parecía que alguien invisible le tirara de ellas. Su madre se obstinó en que lo operaran cuando apenas había cumplido 12 años, a pesar de las reticencias de la mayoría de los médicos de estética. Sus orejas de soplillo nunca le causaron problemas. La operación, si. Hace tres décadas, hasta los padres alentaban la homofobia. Perdió a todos sus amigos en aquella época y se sintió muy solo, porque para muchos la vanidad lo convertía en afeminado.

A su hermano menor también lo martirizó su madre. Antes de terminar la carrera, por el estrés, se le empezó a caer el pelo y ella lo obligó a teñirse el pelo de rubio, para que fuera menos evidente. Cuando llegó de la peluquería, se rapó la cabeza y se fue a vivir con su abuela. Nunca terminó la carrera. Estaba destinado a ser biólogo y ha terminado de conserje en un colegio.

Cuando Mickey censura a su madre y yo protesto, convencida de que algo bueno tendrá la mujer, él se encoge de hombros y dice: Supongo, sin añadir nada más.

domingo, 25 de junio de 2017

Montando películas

Él: Fíjate, está casi nuevo.
Ella: Déjalo ahí. No vayas a pillar algo malo. A saber Dios de quién era.
Él: Es como el fórmula 1 de los andadores.
Ella: ¡Qué lo dejes, coño! ¡No voy a permitir que se lo des! Si se entera que lo hemos cogido de la basura, se tira toda la noche llorando del disgusto.
Él: Pero si no se entera ni de que está sentado sobre su propia mierda. Y el que tiene es un trasto. Cualquier día se nos mata porque se le ha descompuesto. Y éste está nuevo, como si nunca lo hubieran utilizado.
Ella: Pues por lo mismo. Seguro que es de alguien que ha muerto. De un viejecillo que se quitaba la dentadura postiza y luego se cogía al andador sin lavarse las manos. ¡Por Dios, qué asco! Déjalo ahí que sólo de pensarlo me dan arcadas.
Él: Lo lavo con lejía y con alcohol. 
Ella: Seguro que estaban esperando a que el pobre hombre muriera para tirar sus cosas. Se deslomaría durante toda la vida trabajando, cualquier cosa a cambio de darle caprichos a sus hijos, para convertirse al final en un estorbo. Anda, vámonos, que me da más tristeza que asco.

sábado, 24 de junio de 2017

Los nombres de la risa

¿Por qué tenemos tan pocas palabras para definir la demostración de la alegría en el rostro? Risa, sonrisa, carcajada... Si queremos definir los miles de matices que tiene la risa, nos vemos forzados a crear frases interminables saturadas de adjetivos. Deberíamos tener una palabra para la risa irónica, para la risa forzada, para sonrisa de descaro, para las carcajadas incontroladas que hacen agitarse el cuerpo como si sufriera convulsiones. También necesitaríamos una palabra en concreto para definir la sonrisa de felicidad que aparece en el rostro inconscientemente, y que no se puede borrar aunque se intente. 

Mickey dice que sonrío mientras duermo, y que lo hago casi todas las noches. Le pido que me despierte, pero él se niega alegando que no quiere ser el culpable de robarme unos minutos de felicidad. ¿Con qué soñaré? Hace tiempo, lo suficiente para que de la memoria hayan desaparecido rostros de actores y el título, vi una serie de abogados. Una señora exigía que se le dejara pasar su vida soñando porque en sus sueños tenía una vida plena, con familia, esposo e hijos; y en la realidad estaba sola. Puede que yo sueñe con la realidad, con cualquier momento de mi vida cotidiana. 

Sin duda, necesaria la palabra que defina la sonrisa de los durmientes. 

martes, 20 de junio de 2017

El rastro persistente

Cuando era pequeña nos mudábamos dos, tres... hasta cinco veces al año. Lo hacíamos con tanta frecuencia que en una ocasión una monja no me dio el recado del traslado de mi familia de Tablada a Málaga porque creyó que era mentira. Existían los móviles, pero eran tamaño ladrillo, de la densidad del plomo y el precio del oro. 

No importaba lo lejos que nos marcháramos -sin pasar nunca de Despeñaperros-, siempre, absolutamente siempre, en algún rincón de la nueva casa aparecían hormigas rojas y pequeñitas. Tardamos en darnos cuenta que viajaban con nosotros, en la tierra de un ficus, que sobrevivió durante lustros a nuestra negligencia y olvido. Murió en el patio trasero de la casa de mi madre, durante una riada que destrozó la tapia del patio y atravesó toda la casa, con el tronco cercenado por algún objeto contundente que arrastró el lodo. 

Cuando me mudé al nuevo apartamento, limpié los cajones de todos los muebles, los armarios, las estanterías. Hasta los más insignificantes objetos de Guille fueron a parar a una maleta que le envié a Madrid. Ahora nunca va a Barcelona, y eso a sus padres les duele. 

Pero siempre queda algo. Mi portátil, como protector de pantalla, tiene la galería de imágenes. Casi todas son fotografías de mi sobrina, algunas de los edificios que he hecho, pocas de algunos amigos. Hay tantas y aparecen al azar, que puedo tirarme días sin ver la mayoría de ellas. Esta mañana apareció una que había olvidado por completo. La fotografía de un paisaje, una loma suave y una encina en su cumbre, rodeada de un manto suave de cebada. Es un árbol de mi infancia. Durante algún tiempo creí que había desaparecido, tal vez arrancado por voluntariamente por alguna enfermedad, o derribado por el viento o carbonizado por un rayo... Pero me equivocaba. Mi recuerdo era engañoso y lo colocó en una ubicación diferente a la real. Guille recorrió más de 20 km  para sacar aquella fotografía para mí. Miro en Propiedades del archivo. Creado: Lunes, 19 de diciembre de 2016, 13:14:32. Muy poco después, el uno de enero, se marchó para siempre. 

El rescate

Mi sobrina y sus amigas rescatan a una de las suyas de quedarse en el instituto sin ellas. La genética la ha maltratado. Le salen bultos de grasa en la cara. El trimestre pasado estuvo más tiempo en el hospital o encerrada en casa que en clase. Por si sola, o con ayuda de profesores de apoyo, consiguió superar todas las asignaturas menos la economía. Entre todas maquinaron un plan. Una vomitó en clase. Otra tiró el examen sobre el vómito. Cuando lo limpiaron, una de la otra clase sacó una fotografía a la hoja sucia. A mi sobrina se le da bien la economía. resolvió el examen fuera de clase y le pasaron los resultados al teléfono que habían disfrazado con una carcasa de calculadora. Hasta habían comprobado que la niña de los vómitos (a quien se le da muy bien potar a voluntad) sólo debía tomar esa mañana una infusión de manzanilla para que el papel manchado fuera legible.

Yo: Y tu madre ¿qué te ha dicho cuando se ha enterado?
Sobrina: No puede protestar. A mami la pillaron copiando. Tenía todos los muslos llenos de fórmulas.
Yo: Tu mami era muy gamberra cuando iba al instituto. 
Sobrina: Fue el verano pasado. En el curso de nutrición.

Mi amigo Mickey es profesor de la ESO. Se lo comento. Se encoge de hombros. Le parece bien. Está seguro que el profesor de economía se habrá percatado de la trampa, o de parte de ella. O lo habrá intuido porque un alumno mediocre o malo no mejora de repente. Las niñas sólo están proporcionando equilibrio a su compañera. La naturaleza se ha cebado con la cría y ellas la han rescato de la injusticia.


lunes, 19 de junio de 2017

El momento del adiós

Fran Rivera se ha convertido en una piñata para las redes sociales. En esta ocasión, por defender la memoria de un compañero de profesión de un puñado de trolls que para la mayoría sólo existen porque él les da importancia, ha utilizado un lenguaje barriobajero, inadecuado y soez. 

¿Se puede considerar el fallecimiento de Iván Fandiño una muerte laboral? 

Me importan los animales, pero más me importan las personas. Si en cualquier trabajo se produce una muerte, se intenta poner un remedio para evitar que vuelva a ocurrir. El toreo se puede llamar arte, Sun Tzu llamaba arte a la guerra; pero para algunas personas sólo es un trabajo, una forma descabellada de ganarse la vida. 

Los amigos del torero, sus familiares, los familiares de los toreros que continuarán jugándose la vida hoy, mañana o en la próxima fiesta de un pueblo, deberían exigir que se pusieran medios para evitar la muerte de los toreros: trajes que no se reduzcan a ridículas mallas rosas o que protejan los cuernos del toro para que no sean tan dañinos. 

¿Ridículas mis propuestas? ¿Eso no es toreo? ¿No sería el hombre contra el animal? Para quienes mis preguntas son afirmaciones, deberían avergonzarse y comprender que es inhumano, no por el daño que se les infringe a los animales durante las corridas de toros, si no por sacar placer, y no querer evitarlo, del riesgo de muerte que corre un puñado de personas por el simple disfrute de los espectadores. 

Al menos, ya que el derramamiento de sangre parece inevitable -del animal o del hombre-, deberían obligar a que junto a la plaza de toros, durante las corridas, permanezca una UVI móvil, o un helicóptero, que permita los traslados al hospital en el menor tiempo posible. Claro, que eso encarecería las entradas. ¿Tampoco se aceptaría esta propuesta? 

Tal vez, sin duda, es el momento adecuado para parar esta barbarie. 

domingo, 18 de junio de 2017

El amante

De todos los muebles que había en el apartamento, sólo he conservado una lámpara con ventilador incluido. Siempre quise tener una, aunque me parecían aparatosas e inútiles. Esta es muy bonita. Las aspas son de madera lacada del color del cerezo. Parecen la hélice de un avión antiguo. Tiene bombillas de bajo voltaje que, extrañamente, apuntan al techo. Cuando la hélice gira, el dormitorio se llena de sombras a intervalos regulares. Es hipnótico. Tranquilizador. Aunque sólo consigue remover el aire caliente, y espantar, tal vez, alguna mosca que se cuele por la ventana abierta. No refresca la piel pegajosa por el sudor, ni retarda que los cubitos de hielo se deshagan dentro del empalagoso zumo de piña y coco. El deshielo lo hace apto para mi paladar. El frío del líquido condensa en el vidrio las gotas de agua. Escurren por su superficie y empapan la servilleta de papel que utilizo como posavasos. El hielo, al cambiar de estado, hace ruido y se mueve dentro del líquido, como si tuviera vida animal. A esta hora, pasadas las cuatro, es fácil distinguir los ruidos de la casa. El exterior se ha sumido en el silencio; el extraño intervalo entre los que trasnochan y los que madrugan. Hoy, que es mi primera noche sin compañía en una semana, soy más consciente de los ruidos de mi alrededor. La extraña cercanía de la calle me hace recordar una película que vi hace mucho, y el libro en que se basa, que leí hace aún más. Unos amantes mantienen relaciones en una habitación protegida del exterior por unas puertas fraileras. No recuerdo si en la película la cercanía de los extraños excita a los amantes. Yo, lamento haberme dado cuenta de esa falta de privacidad demasiado tarde. 

La voluntad de Dios

Cierro los ojos antes de dormir y me esfuerzo en imaginar que fuera diluvia. Los meteorólogos prometieron tormenta estos días, y supongo que es una promesa cumplida porque hubo truenos y el viento que precede a la lluvia, pero fueron tan pocas las gotas caídas que han dejado cráteres limpios de polvo en la superficie monocromática de los coches. 

La realidad se impone a la imaginación. La ventana está abierta para que entre el aire fresco de la noche, aunque lo que se cuela principalmente, son las conversaciones de los paseantes nocturnos, tan desacostumbradamente cercanos -mi nuevo apartamento está a solo 3 metros de la rasante de la acera- que a veces me asusto por creerlos en mi misma habitación.

Hace un rato, a eso de la una, un hombre, con pocas ganas de llegar a casa porque su caminar era lento, pasó hablando por teléfono. Y lo hacía en un tono tan alto que delataba que su interlocutor estaba sordo, o tal vez adormilado, o  tenía poca cobertura. 

- En la misma zona, tío. Estuvimos en el mismo pueblo. Imagina que hubiera ocurrido un año antes, tío. Estaríamos todos muertos. Y hasta pensábamos ir este año porque el sitio es de puta madre. Unos paisajes alucinantes. Claro que ahora serán puro carbón. Porque Dios ha querido que este año me den las vacaciones en agosto, tío, que si no estarías en este momento preparando nuestros entierros. A la Tere le dije este mañana: Niña, compra una tarta que tenemos que celebrar la suerte que hemos tenido. Que podríamos haber sido nosotros....

Sumas que restan

Lo bueno de la separación, es que me he quedado con casi todos los amigos que teníamos en común. De Pere me apoderé casi de inmediato. Incluso antes de escapar de Barcelona y de la crisis económica. Éramos aliados, enamorados del mismo hombre. 

Hace unas semanas, más de cinco porque aún hacía frío, vino a visitarme, rebotado de Madrid. Lo había invitado Guille, pero de inmediato se dio cuenta que era un convidado de piedra. Siguió para abajo, para Andalucía, parapetado en una excusa de trabajo por si yo también le hacía un desplante. Fue divertido tenerlo por aquí. Como él dijo, hicimos cosas de chicas. Vimos películas romanticonas juntos, preparamos comidas exóticas sacadas de Internet y nos pintamos las uñas de los pies, para placer y disfrute de los posibles amantes, porque aún no era tiempo de sandalias. Una noche, acurrucados en la cama, intentamos ver Julieta; aunque a ambos nos gustan, por lo general, las películas de Almodóvar, nos quedamos dormidos en una de las primeras escenas. Cuando Julieta se encuentra con una amiga y le destroza los planes de marcharse de Madrid. El calor de las mantas y el cansancio nos hicieron caer en un sueño tan profundos que ni siquiera la estridencia de la música de la banda sonora nos sacó de él. A Pere, paradójicamente, lo despertó el silencio que siguió a la película, y al verme dormida a su lado, nos sacó una fotografía. La colgó en su Instagram con el comentario: ¡Ay, mami, a tu hijo lo han vuelto hetero! Todos sus amigos se lo tomaron por lo que era, una broma, menos Guille: Queca, eres patética queriendo darme celos así. Confieso que su comentario me dolió por demostrar lo poco que me conocía. Aquella fue la segunda vez que me había llamado patética. 

La primera ocurrió pocos días después de marcharse. Acepté la invitación de un compañero a compartir su estudio en El Rincón de la Victoria (aunque al final no ha dado resultado). Guille me llamó patética por salir escopetada cuando su socio se apoderó de nuestro antiguo estudio de Málaga. Nunca me gustó su compañero, y si lo toleraba era exclusivamente por él. Por supuesto, querer imponerse, aunque hubiéramos tenido alguna relación, era injusto; pero me hizo daño porque era la primera vez que me insultaba. 

La tercera vez que me llamó patética, aunque sí existió daño físico, no me dolió en absoluto. Nos peleábamos por los coches delante de los abogados, que debían de pensar que éramos críos enfurruñados por no querer ceder sus juguetes. Quiso quitarme un llavero, la anilla se me trabó en el pulgar. Me hice daño. Se inflamó de inmediato, y Guille me llamó patética porque no pedí hielo para evitar la hinchazón. Nada. En aquella tercera ocasión no sentí nada. 


lunes, 12 de junio de 2017

La trampa

Vuelvo a estar empadronada en Barcelona por algunos problemas con el piso de la Diagonal. No me gusta estar empadronada en Barcelona porque siempre, en todas las elecciones, me toca tirarme doce horas sentada a una mesa electoral. 

Cuando era pequeña, mi amigo Kiko solía llegar muy contento a su casa. Once contra uno y he ganado por 23 a 0... 32 a 0 ... 57 a 0. Cualquiera diría que era un as jugando al fútbol, pero el truco estaba en que sus contrincantes eran simples piedras colocadas en mitad del campo. 

¿Me tocará ser presidenta o vocal en una mesa electoral durante la grotesca votación por las independencia de Cataluña? En realidad son como mi amigo Kiko: juegan solos, sin contrincante. ¿Tienen alguna posibilidad de perder? Estás inventando un futuro idílico, irreal y fantasioso, sin problemas reales. ¿De verdad estaría Cataluña dentro de la Unión Europea? ¿No tendrían que pagar aranceles nuestros productos? ¿Tendríamos libertad para movernos por el territorio español sin visados ni pasaporte? 

Se gastarán un montón de dinero de nuestros impuestos en un referéndum injusto del que conocemos los resultados y aún así querrán legitimarlos. Sólo necesitamos saber el porcentaje. ¿Cuál será? 110% a -10%?

domingo, 11 de junio de 2017

Cazando peces

Mi madre tuvo que convencerse de que yo no había sido la culpable de la ruptura con Guille para que comenzara a consolarme. Él se lo pierde. El mar está lleno de peces

Tengo amigas nuevas. Me las presentó mi cuñada. Su grupo de viudas/divorciadas. Cuando salen de cacería, me arrastran como si temieran que fuera a perder una gran oportunidad. Pero salir a ligar sólo es una excusa para pasar un buen rato de charla, bromas, chismes y bebida. Siempre regresamos solas a casa. Me gustan mucho porque son excesivas, dramáticas, descaradas, divertidas... han conseguido librarse del temor al qué dirán. 

Hace unas semanas nos tomamos más en serio eso de ligar porque una de nosotras necesitaba un acompañante para una boda. Tuvimos una cita masiva con un grupo como el nuestro, pero masculino. En menos de media hora, el acompañante de mi amiga, la necesitada de compañía para una boda, le estaba preguntando si se le daba bien planchar, y a mí otro me aseguraba que con él no me iba a faltar de nada. Fue el único día que volvimos alicaídas a casa. Convencidas de que en el futuro sólo encontraríamos sujetos más necesitados de que le limpiaran el polvo a echar uno. preñeces cerveceras, machismo disfrazado de caballerosidad, camisas percudías...  

En el gimnasio encontré los polos apuestos a estos señores. Me quedé mirando el jarrete de un hombre joven que hacía spinning delante de mí. Tenía tatuada una imagen de la película Gantz:O. Su compañero se dio cuenta y se lo advirtió. Le aclaré que no le miraba el culo, como aseguraba su amigo, me atraía su tatuaje porque conocía la película. Los dos se llaman Javier, el del tatuaje y su sombra, y se parecen tanto que pueden pasar por hermanos, aunque no lo son. Estuvimos de cachondeo un rato, y tomándonos una cerveza. Cuando me iba, me ofrecieron hacer un trío. Confieso que dudé unos segundos, pero ese día también volví sola a casa.

No les he preguntado a mis nuevas amigas cómo consiguen satisfacer las necesidades sexuales. Son tan abiertas y sinceras... hay algunos detalles que prefiero no conocer. 



Por un puñado de lectores

He vuelto a los dictados con frases del tipo: La manta de lana de la cama la paga Paca. Aunque creo que no está dando resultado porque el otro día confundí pintar y pinzar. Me cuesta mucho hacer cualquier cosa que no sea maquinal. No por que aún siga lamiéndome las heridas -eso ya ha pasado a la historia-. La carga de trabajo ha aumentado de repente y ahora estoy sola. Tuve un becario, pero ya ha terminado. Antes caía algún proyecto importante cada tres o cuatro meses, y mucha paja del tipo certificados o pequeñas reformas. Ahora la paja continúa, pero los proyectos a los que hay que dedicarles más tiempo, han aumentado.

Creo que olvidar esa palabra, que se me ha hincado en el cerebro como una banderilla, y la indignación que me produjo un artículo leído ayer en el periódico, me han hecho volver.

"Posiciones sexuales para cuando él quiere y tú no": polémica por un blog que indigna a las redes, es el titular. Pero, ¿es esa realmente la noticia? O: La prensa y las redes sociales se alían para fomentar la polémica y las mentiras. En el mismo periódico donde sale esa noticia, no hacen caso a un arquitecto que estuvo encerrado durante 40 días cuando quiso entrar en EEUU como turista. Su delito: haber viajado a Siria hace seis años. La legalidad del secuestro no es noticia. A ese hombre le han robado más de 40 días de su vida: miedo, frustración, injusticia... no importa. El machismo inventado de una bloguera es más importante. Está bien que cierren ese blog, lo que no me parece correcto es que los periódicos lo consideren noticia. Están dando pie a que algunos blogueros sin escrúpulos vendan su moralidad por un puñado de lectores y por tener sus quince minutos de fama en los periódicos.

Pero, indignación aparte, después de leer los pocos consejos que aparecen en la noticia de La Nena, es inevitable preguntarse si a esa mujer le importa un ápice su pareja. Y si la puede manipular con tanta facilidad ¿se tratará de un aparato cilíndrico que funciona a pilas?, que pulse el botón de off y su problema se verá resuelto.





Las dos flores

Conocer la muerte de una compañera me hace mirar las fotos del colegio. La busco entre muchas caras que ya he olvidado por completo y otras que reconozco con las modificaciones del paso del tiempo. Margot, Margarita, Marga. Una de las empollonas de la clase. Había dos. Ella y Rosa. Creo que de la clase, yo era la única que las miraba con envidia. No eran amigas entre ellas; pero se complementaban y conseguían que la otra fuera aún mejor. Estaban en constante pique, queriendo superar a su contrincante. Puede que si el azar no las hubiera unido, sólo hubiesen sido estudiantes mediocres. 

Me gusta repasar las fotos antiguas. En la única que tengo en la que aparecen ambas, es de grupo, toda la clase bien formada. Rosa a la derecha, larguirucha y con expresión de superioridad, Margarita a la izquierda, mucho más baja y mirando a su derecha, como si quisiera escapar de aquella obligación. Cada una en un extremo, los corchetes que contenían a la mediocridad. Miro esas fotos e invento la vida de quienes desconozco el futuro que tuvieron después del colegio. De ninguna sabía nada, lo que me permitía fantasear. Las imaginaba juntas, en constante pique, compartiendo apartamento, en algún lugar importante donde sus superpoderes: sus inteligencias, fueran lo común, como la NASA o cualquier empresa informática de logotipo reconocido hasta en el más recóndito rincón del planeta. 

Pero no. Rosa estudió pediatría y ejerce en una clínica privada de Antequera y Margarita, empresariales, aunque nunca ejerció. Se casó pronto. Tuvo tres hijos y lleva dos años muerta. Una antigua condiscípula puso el recordatorio por el segundo aniversario de su fallecimiento en alguna red social y la noticia, como si fuera una pelota de goma, ha rebotado de un lado a otro hasta llegar a mi whatsapp. Los embarazos fueron acumulando peso a su cuerpo menudo hasta conseguir que su corazón, por el esfuerzo, estallara. 

D.E.P