lunes, 30 de septiembre de 2013

Quejido

¿Cuánto le cuesta al estado mandar una carta? A mí me costaría: (precios aproximados, obtenidos de la papelería mayorista a la que solíamos comprar antes de entrar la crisis).

Formato A4 (suelen utilizar papel satinado).................................................0.01 €
Impresión (suele ser a color).......................................................................0.10 €
Sobre americano .......................................................................................0.20 €
Persona que se ocupa del proceso..............................................................0.45 €
Traslado desde donde se imprima (seguramente Madrid) a su destino..........0.52 €
                                                                              ________________________
                                                                                     T O T A L ...........  1.28 €

Una pensión de 500 € (como la de mi tía Ana) va a tener una subida de 0.25%, lo que significa que en 2014 cobrará 1.25 € más, en teoría (el año pasado le aumentaron la carga fiscal, le retenían más y el dinero que llegaba a su cuenta corriente era menor al del año anterior). Una subida de menos de 18 € anuales. 

Si no tuviera consecuencias una subida tan ridícula, resultaría cómico que los pensionistas descubrieran que  el envío de la carta que reciben informándoles de la subida de sus pensiones es superior a la subida de un mes. 

El dulce embarazo de María Manuela

Las curvas en el cuerpo de María Manuela estaban erradas. Allí donde debería haber una protuberancia, existía una concavidad tan pronunciada como la boca de una cueva y donde la sensualidad y las manos ajenas buscaban llanuras, la naturaleza y la gula la dotaron de unos abombamientos fláccidos capaces de anular al mayor de los apetitos carnales.

María Manuela no se percató de su escaso atractivo físico hasta pasada la adolescencia, cuando todas sus compañeras de clase, incluidas las más tímidas, eran capaces de contar con todo detalle encuentros furtivos con chicos donde había besos y caricias atrevidas, y ella debía limitarse a callar porque en sus experiencias nunca existió otra persona.

Poco a poco María Manuela fue excluida de los corrillos que se formaban durante el recreo para contar secretos. Era considerada un topo, se sentían amenazadas por ella porque era la más atenta a cuanto se relataba y si interrumpía el silencio sólo era para incitar a que continuaran hablando. Supo que sus compañeras preferían evitar su compañía cuando dio la casualidad que siempre que se acercaba a uno de los grupos todas guardaban repentinamente silencio y nadie volvía a abrir la boca hasta que se alejaba, o cuando al acercase, el grupo se deshacía repentinamente, como una bandada de pájaros que se dispersa por un disparo y vuelve a agruparse al volver la tranquilidad.

Tres trozos de tarta de queso, dos de bizcocho de arándanos y cinco porciones de tocino de cielo más un Cola-cao fue el desayuno que María Manuela tomó la mañana que dejó de ser indiferente para sus compañeras. Había tenido que salir corriendo apenas comenzada la primera clase para arrojar en tres segundos lo que había tardado tres minutos en tragar. Durante el tiempo de descanso, lo que fue bandada de pájaros se convirtió en enjambre y María Manuela parecía ser la abeja reina. Le agradó tanto ser el centro de atención que fingió vomitar al día siguiente, y al siguiente y al siguiente... Una semana completa de fingimiento que sólo parecía corroborar el rumor de su preñez. Cuando el chisme llegó a la interesada, en lugar de desmentirlo tajantemente, compró una prueba embarazo, le dibujó con rotulador dos rayas y lo dejó abandonado en el baño del colegio, del que salió llorando como una magdalena.

El embarazo terminó como había comenzado: tres tartas de queso, dos bizcochos de arándanos y cinco tarrinas de tocino de cielo. María Manuela sólo quería que su cuerpo adoptara las curvas de una embarazada. Los padres de la desdichada nunca supieron por qué sobre el féretro de su hija sus compañeras de clase colocaron dos cruces, una de rosas amarillas y otra, mucho más pequeña, de capullos blancos.

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Esta historia me lo contó esta mañana mi aparejadora, mientras esperábamos a que llegara la persona que nos tenía que atender en el juzgado (para sacar fotocopias de los expedientes, hay que llevar los folios -cosa de los recortes-). Ocurrió en la década de los 80 en el Colegio Barrio Fígares.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Eclipse total de neuronas

La idiotez y la pereza que proporcionan la enfermedad (un resfriado, como dice mi madre, no es nada que te mate, pero qué malita -ella es muy de utilizar diminutivos- te pones) es la mejor excusa para dar vacaciones al intelecto. Intenté durante varias horas avanzar en la lectura del libro que tengo ahora entre manos: Analectas, reflexiones y enseñanzas, de Confucio; pero me quedaba completamente sopa después de leer un par de líneas (quién sabe, puede que no sea el resfriado el culpable de mi sopor). 

Hacía tiempo que no caía en la tentación (por el mero hecho de no apetecerme) de tragarme un dorama. En esta ocasión he visto algunos episodios de Master's sun (si hay alguien tan friki como yo, el enlace es totalmente legal y gratuito). Este drama surcoreano, como casi todos ellos, sólo es la historia de la Cenicienta. La Cenicienta es una mujer que ve fantasmas y el príncipe, el dueño de un centro comercial con la capacidad de evitar que la protagonista vea fantasmas si se tocan. 

Este verano leí Memorial del Convento de José Saramago. Es un libro de amor entre Baltasar, un exsoldado manco y Blimunda, una mujer que tiene la capacidad de ver a través de los objetos. Ayudan a construir una máquina voladora. 



Ambas obras de ficción tienen su justo equilibrio entre la fantasía y la realidad para no sacarnos a patadas de la historia. Tratan del amor y de las diferentes clases sociales. Pero mientras que una fue un grano de arena más para conseguir un premio Nobel, la otra está destinada al olvido (después de haber satisfecho sobradamente su cometido: permitir matar el aburrimiento durante unas horas sin exigir pensar). 

Todo lo que tiene principio, debe tener fin

La mente es extraña, el más insignificante de los detalles puede hacer recordar algo olvidado durante lustros. De repente me acuerdo de un paciente de mi tío Fermín. Lo vi sólo un par de veces, en la sala de espera de su consulta. Prefería quedarme con él que salir de compras con mi tía. En su consulta siempre iba gente interesante. El paciente de mi tío era un chaval de unos quince años con un problema extraño en el cerebro: sus capilares eran muy frágiles y cualquier esfuerzo podía producirle un derrame. No podía correr, ni hacer esfuerzos, ni vomitar, ni estornudar... Le pregunto a mi tío, pero lo ha olvidado. Han sido demasiados pacientes. De muchos recuerda los nombres, apellidos, enfermedad... Pero de ese chaval no ha quedado ni un residuo en su mente.

Lo recordé al estornudar e intentar contenerme porque me duele la cabeza. El paciente de mi tío también debía reprimirse. Queda un resabio de insatisfacción al no dejar salir los estornudos. Como cuando se retienen los orgasmos por miedo al ruido, y en lugar de diez o doce descargas eléctricas que recorren el cuerpo y lo arquean, hay que conformarse con media docena de espasmos cadavéricos.

Estornudo, moqueo, me duele la cabeza, la garganta, exhalo humedad por la yema de los dedos, con la que se abomban las páginas del libro que leo: plot, plot, los pulgares de ambas manos, el resto de dedos quedan sobre la tapa. Sólo es un resfriado que se regodea en mi anatomía debilitada por la menstruación. Lo arrastro desde el miércoles, cuando quise despedirme de los baños en una piscina de verano y acepté la invitación de mis hermanos. Guille habría sido más sensato y me habría retenido. Pero, el que la carga de trabajo se haya reducido casi al ridículo, tiene un beneficio: me puedo permitir el lujo de no hacer nada, de permanecer tumbada en el sofá frente a la ventana y ver pasar las nubes grises y tormentosas, a la espera de que descarguen. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Lágrimas

Alguien llora en mitad de la noche. Es lo que tiene este verano despistado que no se ha enterado que ya es otoño: el calor hace que las ventanas continúen abiertas y no existe intimidad. Puede ser una mujer joven, una adolescente o tal vez un chaval al que aún no se le ha cambiado la voz. Incluso puede ser un gato. El lloro de algunos animales es muy parecido al de los humanos. No quiero pensar que sea el llanto de una anciana porque me daría mucha pena. Una adolescente tiene tiempo para reírse de las lágrimas de hoy. El llanto de una mujer que ya ha llegado a la vejez siempre parece tener un fundamento demasiado sólido para que unas simples palabras sirvan de consuelo. 

Creo que es en bloque de enfrente, uno muy feo de color verde y naranja que serpentea por toda Agustina de Aragón, esquivando las calles perpendiculares con altos túneles de techos planos, agrietados por la dilatación. Aunque también podría ser en mi mismo edificio. A veces los ecos juegan malas pasadas. 

¿Por qué llorará? Me gustaría ir puerta por puerta, pegar la oreja hasta descubrir de dónde salen esas lágrimas. Si me atreviera, sería tomada por loca. La pereza y el temor al ridículo ganan a la curiosidad. También se les alía la posible decepción porque la imaginación suele ganar a la realidad. Puede que sólo llore por un dolor de muelas, o por una regañina que cree injustificada; pero yo imagino por un amor perdido o por descubrir que no se vale para una vocación anhelada desde la infancia. Es fácil menospreciar las tristezas ajenas, y magnificar las propias.




martes, 24 de septiembre de 2013

Sólo los elegidos

Vivo en una calle muy ruidosa, al menos de día. A eso de media mañana se escuchan los niños que han salido al recreo (es como el zumbido de un enjambre gigantesco). Hoy también estaba por aquí el señor de Cinco melones, cinco euros (bajaron de precio). En el edificio de enfrente están haciendo obra en un piso y cortaban losetas con una radial. No me cuesta nada imaginar el suplicio de alguien que está intentando dormir a esa hora. 

Tenemos un vecino que trabaja como guardia de seguridad nocturno en un polígono industrial. Esta mañana, al parecer (coincidió cuando yo acababa de salir a comprar formatos) se puso nervioso y comenzó a tirar cosas por la ventana, exigiendo silencio. Nada realmente peligroso: un vaso lleno de lápices, una lata de Coca-cola, un botella pequeña de agua, dos o tres periódicos... En el bloque de Barcelona un señor tiró desde un tercero una bombona de butano porque se peleó con la mujer (lo raro es que no sé de dónde la sacaría porque los pisos tienen gas ciudad). 

Ahora mismo mis vecinos están discutiendo en si deben o no pedirle a este vecino que abandone el bloque porque piensan que está loco (entre ellos, paradójicamente, una señora que tira hielos a los críos cuando, pasada la media noche, se sientan en el parque que tenemos bajo los pisos).

Me pregunto cuándo encontrarán una excusa para intentar echarnos también a nosotros. 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Cuando la necesidad se impone a la esperanza

Se veía venir. Desde hace tal vez más de año y medio, el Colegio de Arquitectos de Granada se ha ido quedando vacío poco a poco. Donde antes encontrabas cinco personas atendiendo para realizar el mismo trámite y no daban abasto, ahora sólo hay una persona para realizar 50 trámites diferentes y tampoco da abasto, pero no se puede contratar más personal porque no hay con qué pagarles. 

¿De dónde saca el Colegio el dinero? Principalmente de las cuotas colegiales y de los visados. Estos últimos meses, según me informaron, se han dado de baja más del 50% de arquitectos. Algunos simplemente no tienen trabajo, otros se han ido a la economía sumergida. Hay tan pocos trabajos para visar que algunos meses el poco personal que trabaja en el colegio se queda sin cobrar. 

La situación es insostenible y, por extrema necesidad, según informa la circular que nos han mandado avisándonos de una asamblea general extraordinaria para el día 26, la sede del colegio se vende. 

Si eres particular y tienes 3,2 millones de euros, puedes comprar la Casa Zayas, una casa morisca completamente rehabilitada y llena de misterio. Está en la Plaza San Agustín, junto al mercado.


Fachada lateral derecha


Patio interior. Edificio ya rehabilitado



Plantas del edificio


Otro de los patios interiores




La inestabilidad del sosiego

Dice José Saramago en Memorial del convento que todas las historias acaban con la muerte. Existen muertes superfluas, sin apenas importancia, como la de los negocios que nacen, renacen o muere definitivamente (la tienda de chucherías del barrio ha cerrado, parece que para siempre); otras mucho más importantes, de personas cercanas o la nuestra misma. 

Hace mucho que no me despierto con un ataque de ansiedad pensando en mi propia muerte: en una eternidad de inexistencia. ¿Por qué me da tanto miedo una experiencia que ya he vivido? Todo será exactamente igual a como fue antes de mi nacimiento: otra eternidad de inexistencia. Culpo de nuestro miedo a morir a la curiosidad, la necesidad de saber qué ocurre u ocurrirá en este mundo a lo largo de los años,  de que todo siga pasando sin nosotros. Quedarán cientos, millones de preguntas sin respuestas. 

Esta mañana llevé a uno de los obreros a urgencias. El viernes se dio un golpe en la muñeca y durante el fin de semana ha empeorado. Hoy apenas podía soportar el peso de un ladrillo. No dijo nada por temor a convertirse en un trabajador problemático si estaba de baja muchos días. El obrero es una de esas personas que quiere ser invisible y molestar lo menos posible. Llamó a su hermano para que fuera a buscarlo y liberarme de tener que llevarlo a su casa. Dio la mala casualidad que el hermano llevaba tres días ingresado en el Clínico con un problema coronario. Me convertí en la lapa del obrero (no tenía nada mejor que hacer) y lo llevé a Traumatología (están muy cerca ambos hospitales). Los hermanos, físicamente, se parecen lo suficiente para sospechar que son de la misma raza; en la forma de ser, son como dos gotas de agua. No había dicho nada a su familia por no obligarlos a tirarse horas y horas en el hospital. Estuvimos un rato haciendo compañía al hermano. En un momento dado dijo: Creí morir. Es curioso: primero fueron los abuelos de nuestros amigos, luego nuestros padres y ahora nos toca a nosotros. (El hombre no creo que tenga más de 50 años).

domingo, 22 de septiembre de 2013

Arquitectura roma o cuando el endiosamiento se impone a la habitabilidad

Cuando era estudiante ya adivinaba las vicisitudes que iba a tener para proyectar edificios que me satisficieran y aspiraba a ser una arquitecta estrella. Trabajaba en el estudio de arquitectura de uno de mis profesores y mi jefe-profesor constantemente se quejaba de la discriminación que existía entre los arquitectos con nombre y los arquitectos anónimos. Mientras que los primeros podían saltarse a la tolera las normativas y cobrar por un boceto en una servilleta lo inimaginable (como ocurrió con el Zaida de Granada -boceto que además se tuvo que modificar porque la visera de la cubierta no cumplía la normativa antisísmica-), los segundos, estábamos atados a las horteradas de los promotores y al cumplimiento exhaustivo de las normativas nacionales, provinciales y municipales. 

Con el tiempo, y viendo cada vez más las aberraciones de uso inhumano que salen de la plena libertad de estos arquitectos estrella (o de una gran mayoría de ellos) cada día me arrepiento menos de mi anonimato y me satisface más intentar buscar el equilibrio entre lo que quieren los promotores y lo que les proporcionará comodidad. 

Algunos ejemplos de perversiones arquitectónicas:

 El juego de la ruleta rusa (cuando subir o bajar una escalera significa jugarse la vida). 


Escalera de escalones partidos. Supuestamente sirven para ahorrar espacio. La de la imagen es doblemente peligrosa porque no tiene barandilla. Subir es incluso divertido, pero bajarlas, hasta que no se acostumbra una, produce vértigo. Complicado ascender con un peso que desequilibra el cuerpo e imposible descenderlas con él.



Otro ejemplo del mismo tipo de escalera. En este caso está encapsulada entre paramentos y tiene pasamanos. Las personas con bastón no pueden utilizarla porque se requiere 2/3 del espacio del escalón para el lado donde apoyan la ayuda para caminar.


Ante tan poco espacio lo más cómodo y menos peligroso, e incluso estético si se hubiera hecho de madera y dejado abierta, habría sido una escalera de barco. (Aaaaah, qué mareo la fotografía desde el desembarco -la de la derecha-).

Imposición del exhibicionismo


Es agradable darse un baño con vistas al jardín. Pero, ¿qué ocurre cuando tienes invitados? ¿Le prohíbes pasear a determinadas horas? ¿Colocas cortinas? La humedad, la tela y el moho son amigos entrañables.


Este estudio corresponde a un edificio rehabilitado de la plaza de la Merced en Málaga (me lo ha proporcionado una aparejadora que conozco). El cuarto de baño está abierto y sólo tiene puerta el espacio destinado al inodoro (claustrofóbico). El dueño de este estudio, aunque tiene un sofá cama bastante cómodo, tuvo que mandar a su hija a dormir a un hotel cuando fue a verlo por la falta de intimidad a la hora de ducharse. También ha tenido problemas de humedades en los espacios no cubiertos por azulejos en la inmediación del foco de humedad (ducha, principalmente)

Cuando una bella explicación esconde la cruda y fría realidad


Fachada principal de la casa Azuma del arquitecto Tadao Ando (desde fuera, parece un búnker). Sólo tiene la entrada principal con un pequeño atrio y ninguna ventana. En España estaría prohibida en la actualidad por no tener acceso al segundo piso, lo que impediría a los bomberos entrar.


Entrada principal. Parece que chocamos directamente contra un muro de hormigón. El acceso es lateral.


Patio interior (completamente frío, completamente yermo).


Visión de la pasarela desde el dormitorio principal


Plantas, sección longitudinal y perspectiva isométrica de la vivienda. En la planta baja se encuentra la entrada con el atrio, el patio interior, la cocina-comedor y el baño. El baño sin un vestíbulo previo y con acceso directo a la cocina, lo que es antihigiénico y bastante desagradable por los olores (sobre todo por no tener ventilación directa). En la planta alta, dos dormitorios y la pasarela superior. Para ir del dormitorio más alejado al baño hay que atravesar toda la pasarela, bajar la escalera, cruzar la cocina y, ¡por fin! el baño. 

La explicación del arquitecto: quiere volver a los orígenes y poner al hombre en contacto con la naturaleza (el primer día de la facultad, en una charla de presentación que nos dieron, dijeron que desde que el hombre es inteligente comenzó a buscar refugio para protegerse de las inclemencias del tiempo y fue entonces cuando nació la arquitectura). 

Un sólo ejemplo de la crueldad de esta casa: Osaka (donde está ubicada la vivienda), cualquier noche de invierno (tiene una temperatura media mínima de 2ºC), un sujeto o sujeta, que está calentito entre los edredones y nórdicos de su cama, siente unas irrefrenables ganas de orinar, tiene que salir a la intemperie, rezar por que no llueva, nieve o granice y recorrer media casa.

Advertencia: No toda la obra de Tadao Ando es una proyección de una mala noche de resaca. Dar esta opinión en la facultad me habría valido el calificativo de pedante (porque a Tadao Ando sólo se le podía venerar). 

sábado, 21 de septiembre de 2013

El encanto de los días triviales

Qué tedioso, aburridos, monótonos e improductivos son los fines de semana sin Guille aquí. Pensaba devorar el aburrimiento de algunas horas de la mañana del sábado durmiendo hasta muy tarde, hasta que la cama me escupiera como si fuera una pepita de sandía. Pero, por enésima vez en muchas madrugadas, la fanfarria mal entonada y chirriante de la banda del barrió, me despertó cuando aún no habían encontrado su casa muchos borrachos de la noche. En parte fue una suerte porque cuando me disponía a salir, ya duchada y arreglada, llamaron al timbre, abrí y un matrimonio y su hijo me sonreían como si fueran representantes de  un dentífrico de venta a domicilio. Iban al segundo, a un piso de estudiantes. Se habían equivocado. Bajé con ellos en el ascensor. ¡Qué tierno! Los padres acompañaban al hijo para conocer a sus compañeros de piso. Mi madre ni siquiera se enteraba cuándo me mudaba de un lugar a otro (tuve más de una compañera de trato difícil). Vienen de un pueblo de Jaén y el chaval va a estudiar farmacia. Sus compañeros de piso se lo van a comer vivo. Los he visto desde mi terraza atraída por el hedor a tabaco, maría y por el ruido a altas horas de la madrugada. Creo que ponen en práctica lo de: drogas, sexo y hip hop.

El conductor de un mercedes, distraído con la banda de música, dejó la estampación de un bolardo (de esos con cabezón de granada, tan típicos en esta ciudad) en el parachoques de su coche. Se sintió tan avergonzado, que, en lugar de bajarse a comprobar los desperfectos, se metió por una calleja y desapareció. 

Comí paella congelada del mercado, cené un kevab (cuando en el periódico salga un estudio sobre estos alimentos, vomitaré todos los tragados hasta la actualidad, porque la falta de higiene es tan evidente que me he prometido a mí misma no leer ese futuro artículo periodístico). 

Por el barrio aún está el señor de los melones. Han bajado de precio: cinco melones, cinco euros.

Ahora son las cinco de la noche y el sueño aún no ha llegado. Me pondré a contar ovejitas, o bomberos (le he pedido a Guille que alquile un traje de bomberos para el próximo Halloween.


El significado incomprensible de los sueños

Últimamente se me cuela la realidad inmediata en los sueños. 



La piedra de mármol de 31 toneladas que deben trasladar en Memorial del Convento, de José Saramago me hace despertar sobresaltada, pensando que la obra (la del Campus de la Salud) no está preparada para soportar semejante peso. 

La jueza que me echó la bronca por equivocación de la última pericial, está sentada a la mesa del despacho de la madre superiora del internado. El pavimento es de losetas hidráulicas, como el de la parte vieja del colegio, y tiene una maceta de hojas verdes sobre un armario metálico. Me está enseñando a poner un preservativo ayudada de un plátano. Cuando termina la demostración pela el plátano y comienza a chuparlo como si estuviera practicando una felación.

Es noche cerrada, el interior de una vivienda del Albayzín en reformas, a la que sólo queda el armazón de vigas y pilares. La sobrinilla bebé de Guille gatea por las vigas, cada vez más alta. No puedo ver por dónde sube y me asusta que se pueda caer. 

Se lo comento a mi tío Fermín que es psiquiatra, aunque me llamó para hablar de la separación de mi prima Ani. Dice que la interpretación de los sueños es una ficción freudiana y que deben ser muy concretos para significar algo. Que los míos, seguramente, serán una válvula de escape a todo el intelecto que no utilizo ahora por culpa de tener mucho menos trabajo que del que acostumbraba. 

viernes, 20 de septiembre de 2013

Asesinos de secretos

Hoy prácticamente no ha ocurrido nada relevante. Nadie me ha pedido que me calle o ha dicho que opino lo que no debo (que empezaba a pensar que mejor estaría en un convento de clausura).

Bueno, mi prima Ani se ha separado del marido; o tal vez debería decir que el marido se ha separado de ella: la ha sustituido por una chica de 23 años (ella tiene 39 y Daniel, el marido, dos más). Pero él llevaba en paro voluntario una eternidad, era como un niño al que tenía que hacerle la cama y dejarle el desayuno preparado antes de irse a trabajar; lo único que Daniel hacía durante todo el día era chatear. Tanto chateo y pereza había deformado su físico, convirtiendo su curva de la felicidad en una enorme caja donde esconder morcillas, embutidos, hamburguesas y cualquier producto grasiento y pringoso no nacido de la tierra -es anti-vegetariano-. La llamé para darle la enhorabuena, pero en estos momentos tiene la mente tomada por los programas de TV (supongo que mejor eso que no media docena de pastillas).

Mi familia es como una gran colmena con todos los miembros conectados entre sí por cualquier medio de comunicación imaginable (exceptuando las palomas mensajeras y las señales de humo), lo que hace que, por lo general, seamos muy buenos asesinos de secretos. Media hora después de haber hablado mi tía, la madre de Ani, con mi prima Tere -quien me lo contó a mí, y al parecer al resto de familia-, los whatssap, skypes y mensajes volaban de un extremo del país a otro alegrándonos todos por la buena labor que ha hecho esa desconocida de 23 años, liberando a mi prima de semejante carga.

¡Un brindis, chin-chin, por mi prima Ani!!


jueves, 19 de septiembre de 2013

Sin perdón

Dice mi madre que no hay nada peor que darle un poco de poder a un tonto. Creo que ella lo dice pensando en Francisco Franco, el dictador, ese tío que en las imágenes en blanco y negro parece un viejecito bonachón de voz meliflua, monótona y pastosa y mueve de arriba a bajo el brazo derecho como si fuera un gato chino de la suerte. A un tonto no sólo lo identifica la falta de inteligencia; las interacciones humanas también son importantes para considerar lista, o no, a una persona. Hoy me he topado con uno de estos seres.

Esta mañana terminé pronto en la obra. Iba con el uniforme de las visitas a la obra (en este momento están poniendo unos paneles específicos para los laboratorios, con un pegamento especial que echan con pistola a presión y que escupe unos diminutos pegotillos que estropean la ropa). Creí que no tenía importancia ir de tal guisa a los juzgados, a recoger la documentación de la última pericial para la que me han llamado (parece que es para lo único que hemos quedado los arquitectos). 

Cada despacho de un juez es precedido por una sala grande donde hay una media docena de personas (suelen ser muy simpáticos y amigables -aunque hay que pillarlos de 11 a 11:30 porque antes habrán salido a desayunar y después, habrán ido a tomarse un tentempié (quisiera decir que es una exageración, pero me temo que no es así)-). A esos señores se le conoce, en el documento que entregan los juzgados, por Negociado: X (la X corresponde a la inicial de su nombre de pila).



La documentación de los pleitos, por lo general, es muy divertida. Cuanto más tiempo ha estado activo el pleito, más tacos de papel tiene. Explicación del juez de lo que ha ocurrido, periciales de una parte, periciales de otra parte, periciales imparciales (que son las que yo suelo hacer), alegatos de los abogados... la documentación de esta mañana se habrá llevado 1/4 de árbol, unas 4 resmas (un árbol proporciona unas 16 resmas). 

Estaba imbuida leyendo (un edificio con estudio geotécnico pero con una bolsa de arcilla que no se detectó).Uno de los señores de la sala grande me pidió que fuera a ver a la jueza. La expresión tener cara de juez, nunca ha podido ser mejor utilizada. Estaba seria, como si le acabaran de pisar el dedo gordo del pie con un tacón de aguja. Sin previas presentaciones, comenzó a echarme una bronca tremenda, que me habría aterrado, de no estar tan pasmada. ¿Qué había hecho para enfadarla tanto? Durante cinco minutos fue como un martillo percusor en mis oídos. Después de cuatro o cinco frases comprendí que estaba metiendo la pata y me estaba echando la bronca destinada a otra persona. Quise explicárselo, pero me mandó callar y obedecí. Al parecer la secretaria de otra perita había ido en su nombre a comprobar la documentación (cosa que yo misma he hecho en muchas ocasiones -en los juzgados de Barcelona casi siempre va Guille en mi lugar-. Cuando se calmó, se lo expliqué y se enfadó por que no se lo había dicho antes. Llamó al secretario para echarle también la bronca por haberse equivocado de persona (la secretaria había salido por patas -chica lista-) y luego me echó también a mí la bronca por no ir vestida como una arquitecto. La hubiera perdonado... si me hubiera pedido disculpas (un mal día lo tenemos cualquiera).

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Para los anales de las frase célebres

Ayer a las 9 de la noche debería haber estado escuchando a Andrés Neuman recitando poesía (hasta me había planchado un vestido -estoy deseando tener cualquier excusa para quitarme el uniforme de zarrapastrosa: los vaqueros o short y las camisetas, y ponerme mona-); pero a esa hora  estaba en el estudio del ingeniero, con uno de los aparejadores de la obra y el constructor. Teníamos un pequeño problema con la salida del aire viciado del extractor gigantesco que va en el último sótano (alguien confundió lado derecho de una fotografía con el lado derecho de la máquina). Había que resolver el problema de inmediato. Mientras el ingeniero se ponía con sus cálculos, el aparejador, el constructor y yo matábamos el tiempo hablando. Empezamos con el tema toros. Según el constructor nosotros -el aparejador y yo- no podíamos opinar porque no conocíamos la fiesta nacional: nuestra opinión, según él, sólo era parcial. Le tocó el tema a la política: nuestra opinión no contaba porque estábamos obcecados por nuestra ideología. Le tocó el tema a la sanidad... culpaba al gobierno saliente de haber obligado a estos a las privatizaciones. cuando intenté hablar y por enésima vez me pidió que me callara porque, según él, mis palabras estaban infectadas por mi ideología partidista, me cansé y grité: ¿Coño, es que no puedo dar mi opinión? A lo que el constructor respondió: Claro, pero es que no opinas lo que debes. Aún estoy ojiplática¹.

¹ Sumamente asombrada, con los ojos como platos (pensaba que este palabro era de uso común por utilizarla mi familia con regularidad, pero, para mi asombro, no viene recogida en la RAE). 

La ilusión de aprender

Mi sobrina viene a que le forre los libros desde el día que supo imponerse a mi cuñada en el cuidado de sus propias cosas (cuando tenía 5 años). Y el tiempo que yo no estuve por aquí, se los llevó a mi madre. Son libros casi nuevos, el segundo año de uso (en la primera página, sobre un sello verde, con bolígrafo azul y muy buena caligrafía, está escrito el nombre del niño que lo usó y ahora también el de ella). Tienen los extremos de las páginas curvados y los bordes renegridos; alguna mancha de líquido, seco hace mucho tiempo, ha retorcido el papel; pero ella pasa las páginas con el cuidado y mimo de quien tiene entre las manos algo completamente nuevo. Le ilusiona todo lo que tiene que aprender, y se impacienta. Pregunta qué son las ecuaciones de primer grado, se alegra por lo fácil que le resulta comprender el texto en inglés de las primeras lecciones, me pide ayuda prematura para dibujar un pentágono, se atormenta con lo oscuro que le resulta el idioma francés (está en 1º de ESO bilingüe)... once asignaturas. Le encanta tocar las cosas nuevas. El material escolar recién comprado. Le tienta tanto escribir en las libretas, en el colchón de blandura de la primera página, que no resiste la tentación y comienza a escribir un poema que aprendió el año pasado por gusto: Abril florecida / frente a mi ventana... 


martes, 17 de septiembre de 2013

La indigestión de las Magdalenas

Mi madre tiene un grupo de amigas, casi todas viudas, a las que apodamos el Grupo de las Magdalenas porque se reúnen de vez en cuando para contarse sus penas y atiborrarse de pasteles que ellas mismas preparan. En una ocasión hicieron un pastel de limón con unos yogures caducados (no le dieron importancia, ya que Cañete se los comía) y en menos de 24 horas todas fueron cayendo enfermas (puag, puag, puag... seis mujeres vomitando como si fueran las dobles de Linda Blair en El Exorcista). Seguramente no fueron los yogures (al menos eso dijo el médico) pero como nada más estaba caducado o malo, a ellos se lo achacaron. Fue una indisposición leve. En menos de dos días, alimentándose con dieta blanda, todas estaban recuperadas. 



Dice el refrán: Si las barbas de tu vecino ves cortar, pon las tuyas a remojar. En Grecia permiten la venta de productos caducados para el consumo humano. Me pregunto cuánto tiempo tardarán en permitirse también en España; con la excusa de la crisis. Pero, ¿a quién beneficia realmente esta medida? ¿A la familia con problemas económicos que antes le eran dados de forma gratuita en Cáritas o los comedores sociales -o los recogía de los contenedores de basura de los supermercados- o a los empresario -por enésima vez- que ahora pueden sacar un beneficio de lo que antes tenían que tirar o dar?

Un grano más del montón de barbaridades y burradas que se están haciendo, el montón de derechos que nos están cercenando, con la crisis por excusa. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

En el nombre de Dios

En la pared, sobre la cama de mi compañera de clase Pili había un enorme rosario hecho con pequeñas losetas de gresite de color azul y blanco. La habitación había pertenecido a su madre desde el día que abandonó la cuna al día que se casó. El rosario, la cama metálica, todos los muebles, incluso el papel pintado -un estampado desvaído que resultaba irritante después de mirarlo un rato- lo habían compartido madre e hija. A mí me parecía asombroso que las cosas aguantaran tanto tiempo. Imaginaba un valor económico infinito a cada uno de los objetos de aquel dormitorio porque lo suponía antigüedades. Los muebles de mi casa se cambiaban cada poco porque los traslados y montarlos y desmontarlos, los deterioraba mucho; aunque la principal razón de lo pronto que se estropeaban era porque su calidad estaba entre mala y pésima.



Mi compañera Pili me invitó a pasar un par de fines de semana en su casa. No por amistad. Ella y yo nunca fuimos muy amigas. Por miedo. En su casa había muerto su abuela y no quería dormir sola. Yo acepté porque estaba deseando salir del internado (a veces la mente me juega malas pasadas y estoy tentada a escribir la palabra reformatorio en su lugar). 

Creo que nunca he conocido a una familia más religiosa que esa.  Había que rezar un padre nuestro antes de desayunar, antes de comer, antes de cenar e incluso antes de tomarnos un vaso de gelatina para merendar. La madre se levantaba temprano para ir a misa todos los días y por la noche venía a nuestra habitación para impedirnos dormir sin haber rezado. Pero la fe de mi compañera era de las que no aguantan una sola envestida. Preguntas tan absurdas como: y si te quedas viuda y te casas de nuevo, ¿con qué marido estarás en el cielo? La hacía enfurecer, se tapaba las orejas y gritaba por no escuchar. En cuanto escapó de la influencia de la madre, se volvió una creyente mucho más sosegada, creo que casi del estilo de mi madre, que cree más por superstición que por convicción en la existencia de un Dios. 

Hoy he estado en la misa por el alma de uno de mis vecinos. Un señor bastante mayor y simpático que murió por un problema respiratorio (un año y siete meses le hacía falta para cumplir un siglo, según nos informó uno de sus nietos). La misa no era sólo en recordatorio de mi vecino. Era una misa normal y la mayoría de los asistentes iban al ritual, por completo desvinculados del difunto. Me ha sorprendido la cantidad de personas que asistían,  y de todo tipo. Desde hombres mayores a adolescentes con pinta de haber ido a excitar al sacerdote. Me pregunto si alguno de ellos cree realmente o sólo van a la tediosa celebración por miedo a que un Dios iracundo se enfade con ellos y los castigue.

sábado, 14 de septiembre de 2013

El asesino de ancianas

Tedio. Pereza. Se podía escuchar el vuelo de una mosca desde la otra punta del pueblo por la inactividad que había durante las horas centrales del día. Aceras de cemento. Asfalto. Ningún árbol. Rayos verticales del sol, sin sombras donde resguardarse. El blanco de las paredes de las casas refulgía como la nieve bajo un cielo despejado. Sólo alguna puerta encajada -en el pueblo aún no se había aprendido a tener miedo de la avaricia o necesidades ajenas- permitía el leve alivio de sentir durante un segundo el frescor del patio recién regado que se escapaba por la rendija.

Si doña Emeteria hubiera tenido que presentarse ante un juez por lo hecho, en su defensa habría alegado que todo había sido culpa del aburrimiento. Tenían que comprenderla: el acontecimiento más importante ocurrido en las semanas que llevaban de verano era que Frasquita se había quitado el medio luto y comprado un vestido amarillo limón. La imaginación de doña Emeteria la protegía; siendo escasa, le impedía sospechar que puertas adentro ocurrían cosas mucho más importantes, interesantes y censurables que las pocas que terminaba conociendo. Habría sufrido un ictus capaz de dejarla sin sentidos, y tal vez llevado a la tumba, de saber que el sacerdote retocaba con purpurina la copa de latón que sustituía al cáliz de oro que había vendido la semana anterior o que estuvo a cuatro metros de la cama donde dos hombres yacían enlodados en sudor por el esfuerzo y sumergidos en los olores ácidos del sexo. La desnudez de los dos cuerpos tan parecidos y complementarios, sólo la protegía la oscuridad de la habitación, destrozada por la claridad que se colaba a raudales entre las maderas resecas de los postigos. Era excitante la cercanía de las pocas personas que se aventuraban a escapar del fresco de las habitaciones en penumbra, como doña Emeteria; aunque ella sólo fue una sombra fugaz que interrumpió las líneas sinuosas que los rayos de sol dibujaban en los glúteos de uno de los hombres. Corría tanto como le permitían sus achacosas piernas, y no paró hasta estar frente a la casa de su amiga Dolores. Nada más entrar, se persignó una docena de veces. Todo estaba como lo dejó aquella mañana antes de ir a misa, deber que la obligó a posponer este otro porque no quería perderse detalle de lo que iba a ocurrir en cuanto diera la voz de alarma. El taburete de la cocina, caído en mitad de la sala; el pañito de croché de la mesa camilla, arrugado; y media docena de moscas revoloteando y posándose en el enorme trozo de lengua que salía de entre los labios amoratados del cadáver de Dolores. La nota de suicidio que había encontrado cuando fue a buscarla a media mañana, la redujo a decenas de trocitos, y mientras doña Emeteria contemplaba el rostro crispado y azul de la difunta, oprimido por la cuerda que llevaba alrededor del cuello y atada del gancho donde solía estar colgada la lámpara, debían de estar navegando muy lejos, con la tinta completamente borrada; tal vez habrían llegado ya al mar, lugar donde la mujer pensaba que iba a parar todo lo arrojado al inodoro. No creía estar haciendo nada malo. Su única intención, absurda, era ocultar a Dios el suicidio, quería que la tuviera en su seno. También quiso esconder a todos los extraños que se presentaran los estragos que el ahorcamiento habían producido en el hermoso rostro de anciana respetable de su amiga. Pretendía maquillar sus mejillas para ocultar el color azul y devolver la lengua a su cobijo habitual, incluso le daría unas puntadas primorosas en el interior de los labios para que no volviera a salirse. Terminaba esta labor, la de coser los labios, aunque con una costura muy burda porque no es lo mismo unir dos telas que dos trozos de carne muerta, cuando el taburete sobre la mesa, al que había tenido que subirse para llegar a la boca de su amiga, se desequilibró por el movimiento brusco de cortar el hilo, y doña Emeteria terminó estampada en el suelo, con el cuello roto y una extraña sonrisa en los labios, como si adivinara toda la diversión que iba a proporcionar a sus vecinos en las siguientes horas, y días, y semanas...

Aún hoy es un caso abierto. Se sigue buscando al asesino de ancianitas que las martirizaba cosiéndoles los labios.

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Esto es ficción, una historieta que pensaba mandar a Gotardo, el webmaster del blog de AMM, pero casi ha pasado el verano y no lo he hecho. (Mejor martirizar a pocos que a muchos). 

jueves, 12 de septiembre de 2013

La respiración del edificio

En un edificio de 14 viviendas, cuatro plantas de alzada, calidades de primera en los materiales, diseño estudiado y detallista; sólo viven dos familias, ambas en la planta tercera. Han denunciado al arquitecto que proyectó el edificio porque tienen problemas de humedades (el que más se da en las construcciones modernas). El juzgado de Granada me designó como perita para determinar las causas y sacar un presupuesto de los arreglos necesarios que resuelvan el problema. 

El bloque de pisos, ubicado en el ensanche de la zona norte de la ciudad, es una criatura de la crisis. Nació moribunda. Pisos muy caros que pocos se pudieron permitir. Originalmente cinco familias, pero tres desertaron por no poder pagar la hipoteca y ahora sólo quedan dos. Insuficientes para hacerse cargo de la comunidad de vecinos. Los pasillos permanecen a oscuras, el portero electrónico silencioso y el ascensor inservible. A cualquier hora del día hay que moverse por las zonas comunes del edificio con linternas. Los pasos, que resuenan con el eco de los espacios amplios y vacíos, dejan huellas en una gruesa capa de polvo que cubre el mármol del pavimento. Cualquier agitación del aire hace revolotear las pelotillas de tamo, de pelusa, como si fueran animales que huyen. En el interior del portal, de los pasillos, de la escalera, se ha creado un microclima. Gélido en la planta baja, asfixiante en la tercera. Es como entrar en una cueva y terminar asomándose a la boca de un volcán. Pero lo peor son los olores, a humedad, agua podrida y tabaco, que se convierten en casi un sabor, a vómito ajeno, que se queda pegado al cielo del paladar y perdura durante horas. Al mirar hacia arriba en la planta tercera, encontré que el falso techo de escayola estaba cubierto por una espesa capa de humo, densa, opaca, sin fisuras. Uno de los vecinos tiene la costumbre de acabar de fumar el cigarrillo que trae de la calle en el pasillo. 



Están asfixiando el edificio. Cuando las dos familias se quedaron solas, por temor a los ocupas, tapiaron todas las ventanas de la escalera. Les explico la situación. Lo fácil y económico que es resolver el problema que tienen. Se enfadan. Hablan de cooperativismo y de guardarnos los unos a los otros las espaldas. Les propongo que abran sus puertas y ventanas durante un par de horas, para que ventile las zonas comunes. Ahora se quejan de estar viviendo en un edificio inseguro, pero creo que simplemente están descontentos por haberse gastado todos sus ahorros creyendo que iban a vivir en un paraíso y han terminado cayendo en un abismo de oscuridad.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Sueltos de la mano

Menudo disgusto tiene mi suegra por la cadena humana que se ha formado en Barcelona. Lleva toda la vida viviendo en el barrio de Sants. Su acento es tan cerrado que incluso cuando habla castellano, parece que lo hiciera en catalán y sólo la imposición de la costumbre añeja de hacer que los hijos se llamen como los padres, ha conseguido que sus vástagos tengan nombres españoles. Ni siquiera La Moreneta es más catalana que ella. Cuando tiene que defender la cultura catalana, lo hace con uñas y dientes (lo que para ella significa mostrar una falta de cortesía que es completamente extraña a su forma de ser). No comprende que fuera de Cataluña se tenga tanta aversión a quien habla en catalán (una lengua materna que enriquece el patrimonio lingüístico de España). Y se ríe con amargura de los padres que se obstinan en que sus hijos no estudien en catalán en los colegios, porque, a la larga, sólo conseguirán que esos niños estén en desventaja con quienes sí lo han hecho, si siguen viviendo en esa tierra. Pero en su mente no cabe que tantos vecinos suyos quieren independizarse de España, en un mundo donde es evidente que la fuerza la tienen los más grandes (como EEUU y China). Si Cataluña se independiza, teme que se convertirá en un país como Mónaco o Andorra: un grano anecdótico sin ninguna entidad en el mundo. 



Yo simplemente creo que éste no es el momento para pedir la independencia, y que de producirse en un futuro inmediato, muy pocas cosas cambiarán. 

martes, 10 de septiembre de 2013

Ya están aquí

Están aquí, han vuelto a la par que han desaparecido de ventanas y barandas de balcones los carteles de Se alquila. Algunos son los mismos que se fueron, otros son nuevos; todos con ilusiones renovadas, más de uno con pereza latente que se mostrará después de las primeras semanas de clase y los más mayores, impacientes por que nunca parece acabar lo que empezaron. Supongo que todos temerosos del futuro, tan llenos de nubarrones en estos momentos; aunque a esas edades aún se tiene fe en los cambios y la confianza de que todo avanza para mejorar. Me pregunto cuántos se habrán quedado en sus casas porque ya no quedan ahorros en la cuenta de los padres en paro y no han conseguido becas; o cuántos, siendo los mejores, tienen que seguir con la bandeja en las manos y el mandil alrededor de la cintura, que se pusieron como algo eventual a principio de verano para echar una mano en la economía de casa. ¿Cuántos buenos médicos, profesores, abogados, ingenieros... se habrá engullido las ganancias de los bancos -disfrazadas de crisis-? 

Aún quedan algunos por llegar, pero los estudiantes que han venido, ya se han apoderado de la ciudad, de la noche, de la tranquilidad ¡Y del buen gusto! Una tuna (aún existen) acaba de cantar una serenata a una chica de mi bloque. 


La edad de la inocencia

Para los que sólo éramos conocidos, teníamos mala fama y el deseo de que la sospecha no se convirtiera en una realidad nos enseñó, a mis hermanos y a mí, a mostrarnos bastante indiferentes (casi sumisos) ante cualquier acusación falsa (nos culpaban de todo lo malo que ocurría a nuestro alrededor). 

Cuando tenía trece años, mi hermano mayor y mediano vinieron a buscarme al internado para llevarme al médico porque los mareos me impedían mantenerme en pie (una simple infección de oído). Mientras uno de ellos iba a buscar el coche que había aparcado lejos, yo permanecía abrazada al otro en el vestíbulo del colegio. Un gesto bastante inocente: me aferraba con ambos brazos a su cintura. sor Matilde, una monja que acababa de llegar de Mataró y de la que fui una de sus alumnas favoritas al año siguiente, sin preguntar ni interesarse por nada, sacó conclusiones erróneas y nos echó una bronca en voz baja e innecesariamente larga (habíamos comprendido que la molestábamos y mi hermano me dejó apoyada en la pared, en una esquina, sin protestar, sin dar explicaciones). No recuerdo qué nos dijo exactamente, pero de la memoria no se me han borrado las palabras sinvergüenza y encerrados en la habitación de un motel. En aquel momento sólo pensé que era una de las muchas manías más de las monjas: No pongáis los codos en la mesa. No comáis con la boca abierta. Cruzad las piernas a la altura de los tobillos cuando estéis sentadas... No abracéis a vuestro hermano dentro del colegio. Tardé varios años en comprender qué había visto sor Matilde (en lugar de a un hermano que se deja abrazar para impedir que su hermana se dé una leche contra el suelo). 

No sabría nada de Miley Cyrus si mi sobrina no hubiera sido su fan cuando hacía el papel de Hannah Montana en una serie de TV de Disney. Luego la actriz-cantante se hizo mayor mientras mi sobrinilla maduraba, y dejó de gustarle. Ahora Miley Cyrus hace lo que han hecho muchos cantantes desde Elvis Presley: provocar; con sus movimientos sensuales-barriobajeros, su desnudez y gestos. Y un periódico, progresista, supuestamente, como es El País, se dedica a criticar cada una de las actuaciones de esta cantante. Me pregunto si tardaré de nuevo varios años en darme cuenta de qué ven los ojos de los otros (tal vez un futuro juguete roto, como Amy Winehouse, o una inteligente campaña de publicidad de la compañía discográfica de la cantante o sólo ñoñería ante la provocación).

lunes, 9 de septiembre de 2013

La danza de las neuronas

Aunque la inercia nos arrastra e incita a no cambiar de costumbres, la bajada de temperaturas impone su dictadura, haciendo más apetecible una lectura tranquila sobre el sofá a permanecer tumbada al borde de la piscina. En lugar de cenar sentada en la terraza de uno de los muchos bares que tengo alrededor, compro una empanada en la panadería de la calle Alahamar y me la como en casa, delante del pc, entrando por primera vez después de mucho tiempo en la agenda de la página web del ayuntamiento, que ha estado medio inactiva a lo largo del verano. Despliego cada uno de los eventos con la excitación de quien abre un regalo. No hay ninguna sorpresa que me haga estallar de alegría (como podría ser un concierto de Ludovico Einaudi o una conferencia de Javier Marías -que no me guste como escritor no significa que no me entusiasme como conferenciante-). Sí hay eventos a los que me apetece mucho ir: La lectura poética de Andrés Neuman el día 17 de este mes, a las 9 de la noche en La Casa de los Tiros o el concierto de música árabe y danza oriental en el Palacio de la Madraza, el 26 de este mes a las 8 de la tarde. El mismo día, una hora más tarde, en Isabel la Católica, Los Miserables. Conozco el escenario y conozco el musical. Supongo que llegará amputado y aunque vaticino una decepción, aún dudo entre el musical y el concierto.


domingo, 8 de septiembre de 2013

El precio del fracaso

Creo que soy una aguafiestas porque me alegra que no hayan concedido a Madrid los JJOO del 2.020. Aún quedan 7 años y es posible que para entonces, al menos eso vaticinan incluso los más pesimistas, la crisis haya concluido. Según Ana Botella, a una pregunta que le hicieron en la rueda de prensa en Argentina unos días antes de la selección del país anfitrión de las olimpiadas del 2020, sobre si considera sensato que un país con un paro del 27% solicite celebrar los JJOO cuando el gobierno -al menos para los ciudadanos de tercera- tiene una política de austeridad, respondió que Madrid tiene un 85% de las infraestructuras acabadas (he sacado la media porque a lo largo de la contestación, a Ana Botella se le derrumba un 10% de las infraestructuras: del 90% del principio pasa, en pocos segundos, a sólo un 80%). Ni siquiera quedaría el consuelo de proporcionar muchos puestos de trabajo para el levantamiento de unas construcciones que pagaríamos los ciudadanos. Eso ya no nos debe preocupar porque al final se celebrarán en Tokio (las casas comerciales, para hacerse propaganda entre los espectadores, regalarán pequeños contadores geiger). 



Pero, ¿cuánto nos ha costado hasta ahora el capricho de presentarnos para celebrar los JJOO? ¿Cuánto nos ha costado el logotipo? ¿y por qué cada cuatro años lo cambian (la llama en 2012, la mano de colores en 2016, las chanclas o cola de pavo real en el 2020)? ¿cuánto cuesta la propaganda que se ha puesto en todos los medios de información? ¿cuánto llevar hasta Argentina la numerosa delegación española? ¿cuánto los uniformes que lucían? ¿cuánto crear y mantener la web?... y cuántos de todos esos cuántos de los que ni tengo sospechas. 

He buscado en Internet, pero no existen datos. En algunos países, ciudadanos normales y corrientes pueden hacer preguntas de este tipo a sus gobernantes y suelen responder. Aquí, si preguntáramos a Botella, nos respondería que en agosto ha disminuido el paro en 31 personas, lo que es una evidencia clara de la salida de la crisis. ¿De qué nos quejamos?

sábado, 7 de septiembre de 2013

La voluntad de los objetos inanimados

A veces pienso que los objetos tienen vida propia y que se alían para complicarme la existencia. Que, como los juguetes de Toy Story, recobran vida cuando no hay nadie presente y se congregan para planear la estrategia que me fastidie. 

Comenzó el miércoles por la tarde, con el ordenador que suelo utilizar en el estudio. Antes cogía el portátil, pero ahora que no tengo que ir constantemente a Málaga, me he habituado a la torre fija.  Los hombres son animales de costumbres, y las mujeres bichos de rutinas inamovibles. Aunque en la oficina hay cinco puestos de trabajo activos, siempre utilizo el mismo, el que está más apartado de la puerta y tiene los ventanales de la terraza a la izquierda. En ese ordenador, sin pretenderlo, he ido acumulando todos los programas, todas las modificaciones de esos programas, la música que me gusta (imprescindible el Requiem de Mozart para resolver algunas estructuras complicadas) y la personalización de cuanto necesito para mi trabajo (para el ocio aún utilizo el portátil). De repente el pc dejó de funcionar después de un apagón. No terminaba de cargar el sistema operativo, se quedaba el puntero parado en mitad de una pantalla en negro. Lo reinicié, lo desconecté del todo, lo encendí de nuevo, cambié los cables, lo abrí... seguía igual. El jueves por la mañana vino el técnico. En cuanto él lo conectó -sin hacerle nada- ¡funcionó! Cinco veces repitió la operación y las cinco veces completó el encendido sin problemas.



La maleta también se rió de mí el mismo jueves. La hice para pasar un par de días con mi madre y me di cuenta que se había engullido: dos tampones, 3.72 € en monedas sueltas, una llave que no recuerdo de dónde es y el cable de la cámara fotográfica que llevaba buscando tres días. Pero es como si las moléculas de todos estos objetos se hubieran expandido y colado entre las de la tela del forro porque no encontré ningún roto o trozo despegado por el que se hubieran podido colar. Al final tuve que hacer un pequeño corte en la tela gris para poder recuperar todos los objetos. 

La mayor carcajada fue del paraguas esta misma mañana. Un día de pleno invierno se extravió y ha aparecido al final de verano (¿dónde está el calentamiento global?). Amaneció con truenos y diluviando. Mi madre me acompañó al coche porque llegué con la maleta sólo pero me iba cargada con recipientes llenos de su comida o de huevos de granja -mi madre está convencida que los únicos huevos comestibles son los comprados en los pueblos, y será verdad-. Antes de salir de casa, se jactó de la ganga que había comprado en el bazar asiático del pueblo: un paraguas por tres euros. Le solté el rollo que los paraguas y los zapatos es mejor comprarlos de buena calidad para que duren. El mío, el que siempre llevo en el bolso porque es pequeño y ligero -bueno, llevaba, que ha pasado a mejor vida- me costó unos 30 € en unos grandes almacenes. Es automático. Se le da a un botón y se abre sin esfuerzo. Plot. Hoy le di al botón e hizo: ¡plit! y la parte de la tela y las varillas salió volando, por encima del árbol que hay frente a la casa de mi madre. Aún escucho sus merecidas carcajadas (las de mi madre). 

De San Sebastián a Donostia

Hay ciudades que se necesitan meses o años para conocerla, como San Sebastián, y nosotros sólo estuvimos allí sólo dos días y medio. 

Llegamos al hotel el miércoles por la tarde. Lo mejor del hotel: que estaba a pocos metros del paseo de La Concha, a unos 75-100 metros. Sólo había que cruzar una calle, una hilera de edificios por un callejón peatonal y te topabas de lleno con la vista del mar. El hotel era un edificio bastante feo por fuera, cómodo por dentro y chapucero en el trato (solicitamos por Internet una habitación de matrimonio con vistas al mar y nos proporcionaron una habitación doble con vistas... para quien midiera 2.00 m de altura -me faltan 31 cm). Guille llegó cansado y se tumbó un rato, yo salí a pasear por la playa de la Concha


Me gusta mucho esa playa cuando, al final de la tarde, se va vaciando de bañistas y llenando de paseantes, y aún más cuando ni siquiera quedan los paseantes. Una espera que en cualquier momento haya una fisura en el tiempo y aparezca de la nada grupos de paseantes vestidos como en el siglo XIX. 

En el hotel pedimos que nos aconsejaran dónde podíamos cenar cerca y nos dijeron que en Lanziego, un restaurante que estaba al volver la esquina, pero desde fuera se veía muy pijo y nosotros íbamos zarrapastrosos. Optamos por cenar en un bar que está junto al hotel Europa (he olvidado el nombre). No tenía mucha variedad de pintxos. Nos pusieron unos pequeños bocadillos de jamón con crema de queso roquefort. Fue bastante barato. 

Por la mañana, después de desayunar en el hotel, día de pereza en la playa de Ondarreta. El monte Urgull me llamaba como el canto de una sirena. Una cosa que me ha quedado pendiente, subir hasta donde está el Cristo de piedra. 


Al mediodía nos pusimos guapos y fuimos a Lanziego, el restaurante que nos habían aconsejado la noche anterior. Es uno de esos restaurante donde tardas más tiempo en decir el nombre del plato que en comértelo (se nota que la gente muy refinada es de poco comer) y donde los postres parecen objetos de decoración. Comimos ensalada de bogavante y solomillo a la pimienta. Guille también se pidió un tocino de cielo (es muy goloso). Es razonablemente caro para la calidad de la comida y la presentación. 

Por la tarde estuvimos viendo la catedral del Buen Pastor (asombroso su estilo neogótico, tan etérea y aparentemente frágil -estoy acostumbrada a la de Granada que es renacentista). 


Cuando íbamos camino de la catedral, pasamos ante Casa Alcalde, un restaurante muy recomendado; pero acabábamos de comer. Aunque pensamos en regresar a la hora de la cena, no quiso el azar devolvernos a las cercanías de donde está ubicado.


Estuvimos callejeando y haciendo algunas compras. La hora de cenar nos pilló por la plaza Constitución. Me encanta esa plaza de simetría perfecta, soportales con arcadas y todas las puertas de sus balcones corridos protegidas con ventanas venecianas. 

Estuvimos en Ormazabal, Baraka, Martínez... y algún otro bar que he olvidado el nombre. Comimos merluza con aroma de albahaca y azafrán, pinchitos de gambas en adobo, bolas de bacalao, cazuela de atún...   

Al día siguiente dormimos hasta tarde porque llegamos de madrugada al hotel. Mañana de playa. A la hora de la comida fuimos a la isla de Santa Clara en barco -sale del puerto que está en la misma playa de la Concha-. Comimos en el merendero que hay en lo más alto de la isla. 

Por la tarde, arrastré a Guille hasta el Kursaal y luego por  los puentes del Urumea: Zurriola, Santa Catalina, María Cristina, Mundaiz Zubia y Lehendakari José Antonio. Por supuesto hay muchos más, pero nos quedamos en este. 

Cenamos en el restaurante de la Concha. Ensalada mixta y brochetas de pollo. Creíamos que nos costaría un ojo de la cara por la ubicación, pero fue barato. 

Por la mañana nos levantamos temprano y aunque nos hubiera gustado quedarnos más porque lo que vimos de Donostia fue una mínima parte, ya nos esperaban en Lezo unos amigos de Barcelona con los que habíamos quedado para hacer senderismo... pero esa es otra historia.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

¡Qué burrada!!!!

Me gustaría saber cuantos ladrillos hacen falta para construir un rascacielos. Naturalmente quiero que sea una estimación, nada exacto. Digamos el Empire State, que tiene 443 me altura, 109 plantas y una superficie por planta de 254.000 metros cuadrados. Hay alguna regla de tres aproximada para calcular el número de ladrillos que tiene?

¡Ja, menuda pregunta curiosa hace Carlos! Nunca se me ocurrió pensar cuántos ladrillos necesita un edificio semejante. Así, directamente, que yo conozca, no hay ninguna regla de tres que se le pueda aplicar. 

Vamos por partes. 


En esta fotografía del Empire State se ve el gran agujero que hizo un avión al estrellarse contra la torre (involuntariamente) en 1945. Los cerramientos exteriores se ven bastante gruesos, por lo menos de 8 pies (2,00 m) de grueso, si lo comparamos con el señor vestido de claro. Seguramente serán tan gruesos por los grandes vientos que deben resistir (no es un muro portante de cargas verticales). 

¿Cuantos ladrillos necesitamos para levantar 1 m² de un pie de grueso? En España las dimensiones medias de un ladrillo macizo son: 25x12x5 cm. y las juntas se suelen poner de 1 cm de grueso. 

Ladrillos por hilada: 1.00 m / 0.26 m = 3.85 ladrillos x 2 = 7.7 ladrillos
Número de hiladas: 1.00 m /0.06 m = 16.67 hiladas
Número de ladrillos por m² (de un pie de espesor) = 16.67 hiladas x 7.7 ladrillos = 128.36 ladrillos
Como la pared es de 8 pies de grueso: 128.36 ladrillos x 8 = 1.026,88 ladrillos cada m² de pared del Empire

(Si nos vamos al generador de precios del Cype, vemos que ellos consideran necesarios 136.5 ladrillos para levantar una pared de 1.00 m² de 1 pie de espesor porque tienen en cuenta las mermas por roturas y deterioros, nosotros, al ser sólo una aproximación, consideraremos que no tenemos este desperdicio).

Los grandes rascacielos (y casi todas las construcciones norteamericanas) utilizan una pared resistente en el exterior, pero divisiones interiores muy livianas en el interior (tipo cartón-yeso). Consideramos que sólo en el exterior se han utilizado ladrillos. 

La superficie construida total del edificio, en sus 102 plantas, es de 254.385 m², lo que nos da una media por planta de 2.493,97 m² (254.385 m² / 102 plantas).

Si suponemos que las plantas son cuadradas, tenemos que de media mide 49.94 m cada uno de sus lados, lo que implica que el perímetro por planta es de 49.94 m x 4 = 199.76 m.

Si tenemos 443.00 m de altura, los cerramientos del edificio serán: 199.76 m x 443.00 m = 88.493,68 m² de cerramientos en todas las plantas.

Pero no todos los cerramientos están compuestos por pared, hay ventanas. A ojo de buen cubero, por la fotografía, parece que hubiera un 60 % de pared opaca y un 40 % de ventanas. 

El 60% de 88.493,68 m² = 53.096,21 m² 

Como para componer 1 m² necesitábamos 1.026,88 ladrillos, 53.096,21 m² x 1.026,88 ladrillos = 54.523.434 ladrillos

¡Dios, se pierde la perspectiva con estas dimensiones tan gigantescas!!!

Estimado compañero, puede que fuera una respuesta mucho más directa la que quisieras, pero no la tengo. Me he divertido mucho resolviendo el problemilla propuesto.