miércoles, 12 de abril de 2017

El señor que se sienta sobre su cerebro

La inteligencia no es una de las cualidades con las que me ha bendecido la mezcla de genes maternos/paternos. Tengo otras, pero de inteligencia ando más bien justita. Por eso, cuando leí que Fran Rivera, sobre los animalistas, preguntaba: Para ser antitaurino, ¿hay que dejar de ducharse?, pensé que algo se me escapaba, que no llegaba a comprender el sentido oculto de la frase o a pillar la ironía. Pero no, simplemente no había más; y al parecer, tampoco en su cerebro. Adobó una trola (sólo los antitaurinos marranos no se duchan, porque antitaurinos seguro que hay de todas clases, igual que taurinos) con intolerancia (la gente se viste y va como puede y como quiere y se siente más cómoda). 

En fin, si la tauromaquia depende de sujetos como éste, los antitaurinos tienen el trabajo hecho. 

Impasse

Ando peleándome con los abogados. No esperaba que esta situación cansara tanto, agota y entristece hasta las lágrimas. Lo que antes tenía un claro dueño: tuyo, mío; ahora, si la posesión era mía, se convierte en nuestra; si era de Guille, sigue siendo suya exclusivamente. La situación se ha desmadrado hasta extremos inimaginables. Guille suele gritar antes los abogados: Joder, Queca, hazlo fácil. Exigiendo que acepte alguna injusticia sin protestar. 

Me pregunto si Guille me quiso alguna vez. Recuerdo algunos gestos de ternura y todo se vuelve aún más confuso. La última noche, sin venir a cuento, me besó el hombro. Y el día anterior a ese, fue pegajoso como una lapa. ¿Fingía?

Lo malo es que la lucha no ha hecho nada más que empezar.