lunes, 21 de abril de 2014

Liliput


Ayer por la tarde estuve un rato con mi aparejadora, y me invitó a tomar un té donde flotaban rodajas de un minúsculo limón. Hoy me trajo un puñado de esos limones que parecen de juguete y me ha pasado esta fotografía. Los huesos de uno de los limones los he echado en una maceta que antes tenía un cactus y, debido a mi excesivo celo en regarlo, me lo cargué. Dudo que germine, pero me divertiré teniendo la esperanza de ver asomar un brote entre la tierra oscura. A pesar del minúsculo tamaño de los limones, huelen como si su aroma estuviera concentrado. (Lo que hay debajo del limón, es un tomate de pera de 2 cm de largo). 

A mi aparejadora se los proporciona una amiga que tiene una casa con huerto en la Vega de Granada. No sabe de dónde han salido. El árbol, uno solo, ya estaba cuando compró la casa y dice que cada año da más frutos. 

Una de mis tías maternas, cuando se quedó viuda, se retiró al campo, a unas tierras que habían sido de la familia del marido y que ella heredó, donde habían plantados cítricos: naranjas, limones, limas, mandarinas y unos extraños frutos que eran como un cruce entre mandarinas y limones, de sabor ligeramente ácido y muy dulces. No estuvo más de tres años en la finca porque, coincidiendo con su primera relación seria después de la muerte de mi tío, al cortar una naranja creyó que estaba llena de sangre. De nada sirvió que le explicaran que era normal, que era un variedad de naranja que se llama ombligo escarlata. Vendió la finca, pero se quedó con el novio y yo jamás he vuelto a comer esos extraños frutos mandarina-limón y que mi imaginación ha convertido en una apreciada golosina. 

4 comentarios:

  1. Bueno, como me gusta eso de la siembra, en mi caso he plantado diez garbanzos en un macetón. Espero una cosecha suficiente para un puchero.

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    1. Yo miro y remiro la maceta, a ver si veo aparecer los brotes del futuro limonero, y mi marido se ríe por mi impaciencia. Ni siquiera sé si existe alguna posibilidad para que crezca.

      Cuando cortaba los limones, tan minúsculos, recordaba a Consuelo de Alemania -si no estoy equivocada, es su sobrina (aunque soy tan despistada que cabe la posibilidad que meta la pata hasta las orejas)- porque hace unos días se quejaba de las fresas que llegan hasta el país germano, saben y huelen a veneno. Y sin embargo aquí, con la variedad y calidad de frutas y verduras que hay, es como si la gente no lo apreciara.

      Espero que tenga suerte con los garbanzos (y acuérdese de desmenuzar la pringá del puchero).

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  2. Está totalmente en lo cierto: Consuelo es mi querida sobrina en Alemania. Con ellos conviví hasta en tres ocasiones.
    Mi mujer, siempre que como pringá, me la corta en pedacitos con una tijera.

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    1. Menos mal que no metí la pata. Recordaba que cuando Sap hizo la presentación de El Hijo del Herrero en el blog de Antonio Muñoz Molina, Consuelo comentó que también era su sobrina... pero como yo suelo llamar tito o madrina a personas que no tienen ninguna relación sanguínea conmigo, dudaba si éste era uno de esos casos.

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