domingo, 6 de abril de 2014

Estaba ocupada

Tendiendo la ropa en la azotea del castillete. Todos los pisos tienen tendederos que dan a un patio interior. Ese patio es como una enorme chimenea llena de olor a café con leche y tostada por las mañanas o a de decenas de comidas diferentes al mediodía; por la noche suele oler a frituras. Alguien pidió que se pudiera utilizar la azotea del castillete para uso común, para que al meter las narices en la ropa, se percibiera el aroma del suavizante y no el del potaje de coles de los vecinos de abajo, y lo complacieron. Lo único malo, es que te puede desaparecer alguna prenda, no por latrocinio, si no por despiste de quien la recoge. Me encontré con el vecino el pirómano (bueno, lo de casi quemar su piso por olvidarse quitar el calefactor cuando se fue la luz, fue un accidente). Me invitó a ir con él de paseo a la Fuente la Bicha, pero no creo tener muchas cosas en común con él (sería un paseo lleno de silencios incómodos).



A ras del suelo, el aire permanece inmóvil, pero a medida que se asciende, comienza a removerse, convirtiendo las sábanas tendidas en banderas gigantes que se agitan. 

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