jueves, 10 de abril de 2014

Sangre contenida

El buen tiempo ha llegado tan de súbito que es como si la gente no se hubiera podido adaptar aún, produciendo un malestar que muchos hacen evidente gritando o enfadándose con el primero que se le pone delante. 

Esta mañana, cuando apenas había amanecido, gracias al cambio horario, en el bar de los churros que está cerca de casa, uno de los asiduos se enfadaba, gritando a pleno pulmón, con el presentador de la televisión cuando informaba que el Atlético le había ganado al Barça. Eché una rápida ojeada a sus cubiertos; por fortuna no contaba con ningún cuchillo, pero sí con un tenedor. Recordé una escena de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, en la que una señora acaba con un tenedor hincado en la mejilla. Tal vez no sea muy doloroso, pero seguro que deja unas cicatrices muy feas. No llegó la sangre al río, ni a las losetas del bar. El hombre se calmó con la misma rapidez que cambiaron de noticia en el informativo. 

En la obra lo raro es que haya día sin bronca (más, teniendo en cuenta el promotor que nos ha tocado en suerte). La de hoy ha sido porque en uno de los cuartos de baño que va alicatado con mármol, las vetas de las losetas estaban colocadas arbitrariamente, y el promotor pretendía que todas estuvieran en vertical. En cuanto se le pidió que se hiciera responsable de las mermas que sufriría el material y el tiempo que se perdería, la posición de las vetas dejó de ser importante. 

A los pies de mi azotea hay un parque lleno de naranjos y adolescentes ociosos. Los adolescentes ociosos le dan mucho uso a las naranjas que arrancan o caen de los árboles. Primero intentan comerlas, pero el gusto debe de ser amargo o estar muy resecas y ningún bocado termina más allá de sus gaznates. Intentan que, haciéndola pasar por una pelota, el perro que los acompaña vaya a recogerla después de lanzarla lejos. El animal, que no debe saber qué se espera de él, mira en la dirección que fue tirada la naranja, mira a los adolescentes, y parece tan expectante como ellos, a ver quién va a buscarla. Cansados por no obtener resultados, la utilizan como un balón. Mi vecina del tercero, de la que muchos dicen que le molesta incluso el ruido de las respiraciones ajenas, se asoma a su balcón y les grita: ¡Niños, que tenéis los huevos muy negros para comportaros como unos niñatos! Los adolescentes vuelven a su ociosidad, sentados en un banco, mansos, sin ganas de seguir la bronca de la vecina furibunda.

2 comentarios:

  1. Pues será eso que dicen "que la primavera la sangre altera".
    Lo extraño y hasta admirable, es que esos adolescentes se comportaran con docilidad, como nos ocurría antaño. Hoy cualquier persona mayor que llame la atención, aun con fundadas razones, se expone en muchos casos a una contestación vejatoria, sino violenta.

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    1. Pensaba que cuando la primavera nos alteraba, era en un sentido muy diferente, no en el que nos convirtiera a todos en potenciales asesinos.

      Creo que los adolescentes pasaron de seguir el mal rollo de la vecina porque vieron que era precisamente eso lo que la mujer buscaba: bronca; o puede que ya hubieran sacado todo el posible jugo al juego de la naranja como balón de fútbol.

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