lunes, 23 de enero de 2012

Divagaciones 10

Cuando esta mañana fui a entregar las películas de DVD al vídeo club, el dueño estaba eufórico. El cierre de Megaupload, al menos él lo achaca a esa consecuencia, ha hecho que este fin de semana haya tenido al menos un 10% más de alquileres de películas.

Hay cascarrabias profesionales. Esta mañana, en el supermercado, me pisaba los talones uno de ellos. Un señor de unos cincuenta y tantos años. En la sección de la pescadería, protestaba de lo mal que olía el pescado; en la sección de la carnicería, de lo repulsivo que resultaban los conejos colgados con las cabezas bocabajo y despellejados; en la cola de la caja, porque un chaval estaba pagando con monedas fraccionarias (el cajero es muy ágil y no tardaron apenas). El señor, cuando el chaval se iba ya, le gritó: "La próxima vez cambia el dinero en el banco". El chaval se volvió para responderle: "¿Y quitarte el placer de refunfuñar? No soy tan cruel". Fue tan rápida la respuesta del muchacho, que solté una carcajada. Fui fulminada por la mirada del señor.

Visita a un nuevo local. (Me agota el empleado de la inmobiliaria: es como si quisiera cabrearme). Más de 300 m² en una planta primera sin ascensor (lo que impediría legalizar la oficina). Sin apenas luz (las pocas ventanas que tiene, dan a un callejón estrecho) y necesitado de: cambio de pavimento, pintura, sanitarios rotos, azulejos rotos, ventanas simples, sin aire acondicionado. Buscábamos: un local de menos de 100 m² en planta baja -en plantas superiores, siempre que el edificio estuviera adaptado para minusválidos, sin necesidad de acometer obras importantes -pintura, retirada de muebles, y cosas semejantes, sí; pero no nada más cuantioso-.  Y, sobre todo, con luz (los locales sin apenas luz, me hacen sentir cansada y deprimen). 

Ya he terminado el libro de Roberto Bolaño: Los sinsabores del verdadero policía. Me equivoqué. Lo he disfrutado. Y esos párrafos que creía un "delirio" involuntario del editor, tenían su razón de ser.

Inicio del libro de Elvira Lindo Lugares que no quiero compartir con nadie. Me gusta mucho la dedicatoria: Para Antonio, porque donde está él está mi casa (un día de estos se la tengo que soltar a Guille como si fuera propia -aunque seguro que se da cuenta que no ha salido de mi cerebro). Antonio Muñoz Molina, en su blog hace tiempo nos dedicó una entrada (a sus lectores) en el que hablaba de lugares perfectos que quería compartir. Me pregunto si este libro tiene algo que ver con esa entrada, si fue al contrario: la entrada con la intención de Elvira Lindo de escribir este libro; o si el paralelismo sólo existe en mi cabeza y ha sido una simple coincidencia.

Qué burra soy: hace tiempo -bueno, no tanto- pensaba que Antonio Muñoz Molina estaba casado con Almudena Grandes.

2 comentarios:

  1. ¡Ja, ja, ja, ja! Eso (lo de su matrimonio) no lo digas en el blog de Antonio, que el CPAMM te condena a arder en los infiernos por toda la eternidad.
    Muy buena la anécdota del cascarrabias.

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  2. Ya, capaces son de imponerme (los de CPAMM -sin artículo, ja, que han insistido mucho-) un castigo igual o peor al que quisieron ponerle a Albertiyele (escuchar el Ulises leído por Belén Esteban en su lengua original).

    Lo del chaval tuvo mucha gracia -al menos yo me reí mucho-, sobre todo por la agilidad mental que tuvo.

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