lunes, 30 de enero de 2012

Hay otros mundos, pero están en éste

Hay otros mundos, están en éste, en blanco sobre negro o al otro lado de la pantalla del ordenador. Y nos hacen disfrutar hasta el extremo de que perdemos la percepción del paso del tiempo y olvidamos cualquier problema durante el rato que disfrutamos de esas historias que nos cuentan. Estos últimos días he tenido suerte. 

He vuelto a ver una película de miedo de la que disfruté hará dos o tres años en un cine de verano y de la que no recordaba mucho por que habíamos estado durante toda la función más de cachondeo que atendiendo a la historia que se nos estaba contando. El título es The Host. Es una película coreana -aunque no es la que se podría considerar directamente friki (otras películas de monstruo norteamericanas son mucho más frikis que ésta). Los efectos especiales son muy buenos. El monstruo parece en la misma dimensión que los actores (hay películas en las que las transparencias cantan tanto que producen hilaridad y es imposible sentir miedo por algo que sólo es ridículo). Es más interesante, sin embargo, la historia de los "héroes" que, al contrario de lo que estamos acostumbrados a ver en estas películas, son un poco más como nosotros, capaces de cometer errores, con miedos y torpezas y no son omnipotentes. 



También he tenido suerte con el último libro de Elvira Lindo: Lugares que no quiero compartir con nadie. Me quedan muy pocas hojas para acabarlo. Ha sido una sorpresa. El anterior a este,    Lo que me queda por vivir, me pareció que tenía un final algo precipitado, como si le faltara algo por contar (puede que callara algo por pudor -aunque no tiene pinta de ser del tipo de escritoras que se callen lo que tienen que decir)-. Para leer y disfrutar más de este libro conviene dos cosas:
1º.- Saber que el Antonio que menciona en muchas páginas es Antonio Muñoz Molina -supongo que la mayoría lo sabe, pero siempre hay algún despistado por ahí que puede ignorarlo-. Es mucho más cómica la anécdota del nombre de su perra Lolita si una se imagina a un señor tan serio y circunspecto como Antonio Muñoz Molina acusando a su esposa ante una vieja cascarrabias de haber sido ella quien le puso el nombre del objeto del deseo de un pederasta a su perrita. 
[Mi madre me puso el nombre de Rebeca por la película de Alfred Hitchcock -desconocía que estaba basada en el libro de Daphne du Maurier-, hasta que no se lo hice ver, no se dio cuenta de que me había puesto el nombre de la mala pécora de la historia].
2º.- (Y esto es aún más importante) Tener el ordenador delante para ir buscando los sitios que menciona -al final del libro viene una guía, con las direcciones física y páginas webs de los lugares-. Es divertido ver con los propios ojos algunas descripciones. 

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