sábado, 7 de enero de 2012

Las tres caras de la verdad

Supongamos dos personajillos, un hombre y una mujer, llamados Didac y Àngels. Sus amigos y conocidos los consideran una pareja ideal. Si por separado atraen las miradas, cuando están juntos consiguen incitar la envidia  incluso a los más indiferentes por la belleza humana. Esta Navidad, para sorpresa de todos, Didac y Àngels han anunciado que se han separado después de año y medio de casados. (Patrimonio: dos casas, una en Barna, la otra en la costa, dos coches, manchurrones en un par de lienzos con la firma de Tapies, muebles más dignos de ser contemplados que utilizados... un pastón, vamos).

Versión de Àngels de lo ocurrido -contado con los ojos llorosos y la voz quebrada-: Fue de repente, sin esperarlo. Un buen día dijo que nos merecíamos un viaje a París. Supuse que iba a insistir con lo del bebé. Pero en lugar de eso me dijo que simplemente ya no me quería, y que era mejor dejarlo en ese momento, cuando aún podíamos ser amigos. Porque si seguíamos juntos, terminaríamos odiándonos. ¡Dios mío, con lo que yo lo quiero aún!!! ¿Cómo voy a vivir sin él? Ni siquiera me dejó hacer las maletas. Mientras estábamos en París su hermana empaquetó todo lo que, supuestamente él, me pertenecía. ¡Con lo que he aportado a este matrimonio y el muy cabrón sólo me deja con dos maletas con mi ropa. Estaban en el hall de la casa cuando llegué. Ni me dejó repasar mis cajones. Hasta se ha quedado mi ordenador. Y el muy hijo de puta metió a su ex en mi casa al día siguiente de echarme. Llevaba semanas preparándolo. Pero, ¿se puede ser más hijo de perra? Y todo ese tiempo poniéndome buena cara y tratándome de amor y cari. ¡MENUDO CABRONAZO!

Versión de Didac: Se iba todos los fines de semana con sus amigas. Eran solteras o divorciadas. A mí me dolía que prefiriera a ellas que a mí, pero como llegaba hecho mierda del trabajo y lo que me apetecía era quedarme en casa sin hacer nada, lo aceptaba con buena cara. Suponía que en cuanto aceptara lo del bebé, la cosa cambiaría. Un niño la obligaría a quedarse en casa. Pero ella nada, no quería bebé porque la gestación estropearía su figura. Le propuse adoptar, pero esa opción tampoco la aceptó. No quería criar al bebé de otro. ¡Es tan guapa y la quería tanto, que le permitía todo! Cuando Àngels y sus amigas salían de juerga, a una de ellas -soltera- solía recogerla su hermano porque bebían y el hermano tenía miedo de que tuvieran un accidente. En una ocasión el hermano no pudo ir a burcarla porque le había surgido algo en el trabajo -eso ocurrió en verano-. Me pidió que lo hiciera yo y  no me importó porque era un par de hermanos muy majos. De lo poco salvable en el grupito de amigos de Àngels. Me encontré en El Arena con la chica, pero no con Àngels. Le pregunté y me dijo que hacía rato que se había ido a casa en taxi, que la tenía muy bien domada, porque siempre se iba a casa temprano. Pero eso era falso. A casa llegaba cuando ya había amanecido. Al día siguiente fingí no saber nada. Al día siguiente le di una oportunidad para que confesara. Pero cuando le dije que había ido a buscar a su amiga a la discoteca y que lamenté no haberla visto, comenzó a soltar un rollo sobre una avería del taxi. Fingí creerla. A la semana siguiente, alquilé un coche y la seguí. Necesité verlo con mis propios ojos siete veces para asegurarme: tenía un amante. Un macarra con pinta de no tener dónde caerse muerto. Un hortera con pantalones vaqueros ajustados y chupa de cuero, que en lugar de tener una chopper, obligaba a Àngels a meterse en un claustrofóbico Smart tuneado que daba pena verlo. Lloré como un bebé durante semanas. Y lo hice sobre el hombro de mi ex. Me la encontré por un casual en el supermercado. Me preguntó cómo me iba todo y se lo vomité todo. Fue un consuelo tenerla. Le di muchas oportunidades a Àngels, pero ella nunca me quiso y yo terminé desengañándome.
Creo que fui justo. Durante el tiempo que estuvimos casados, e incluso antes, no permití que diera un palo al agua y le pagué todos sus caprichos. Se llevó toda la ropa que le compré. Toda de marca, un dineral. Y hasta las joyas. Otro dineral. Y la muy perra se niega a devolverme el anillo de prometida que perteneció a mi madre y a mi abuela.

Versión imparcial: Àngels y Didac se casaron con sólo la atracción física como punto en común. Didac aspiraba a tener una familia tradicional, con hijos y una mujer que aceptara salir sólo cuando a él le apeteciera. Àngels sólo quería disfrutar de las comodidades que la buena posición económica que su marido le proporcionaba.

No se querían, no tenían nada en común, no se tenían respeto, no deseaban estar pegado el uno al otro en todo momento -aunque sólo llevaban año y algo de casados-. El amante sólo fue el acelerante que precipitó lo inevitable. (Esperemos que ahora, ya separados, sí sean felices -y de la división de bienes, ya se ocupará el juez cuando la separación sea divorcio)

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