jueves, 1 de septiembre de 2016

Pereza

En una de las fotografías que más me gustan de mi madre, ella está rodeada por mis tres hermanos, en una época en la que yo aún ni siquiera era un óvulo en su cuerpo. Lleva a mi hermano pequeño cogido a horcajadas en su cadera derecha, su mano izquierda sujeta la muñeca de mi hermano mediano; con esa mano también agarra una cesta de mimbre de la que asoman algunas verduras, y mi hermano mayor está aferrado a la falda de su vestido, un vestido con un estampado muy bonito y elegante, de flores difuminadas, diminutas, verdes y moradas; la tela es brillante, como de seda. El color del vestido está en mi memoria, de haberlo visto colgado en su armario durante algunos años de mi infancia, porque la fotografía es en blanco y negro. Mi madre es una persona muy activa. Cuando cayó enferma por depresión, hubo mucha gente que no la entendía. En la cabeza de demasiadas personas no cabe la posibilidad que la voluntad se anule hasta el extremo de preferirse la muerte a seguir respirando. La acusaban de floja, de vaga, de perezosa. 

Por épocas, me aterra imaginar que estoy al borde de sufrir su misma enfermedad. Me ocurrió el domingo antes de salir para Barcelona. Esa noche me acosté temprano. Cuando desperté, no me apetecía salir de la cama. Me di una tregua. Fue como una desconexión, un salto en el tiempo que se tragó dos horas. Me di otra tregua... y otra. Estuve más de doce horas acostada. Mi tío Fermín me tranquiliza. Asegura que ahora hay fármacos más efectivos que cuando mi madre estuvo enferma. Y, además, lo mío no era depresión, se trataba sólo de pereza.

4 comentarios:

  1. La depresión siempre estuvo ahí. Leí una vez que, antes de ser denominada así por la psiquiatría moderna, en el lenguaje popular se llamaba a los deprimidos "los acostados", y para las familias era una gran desgracia cuando el padre (quien generalmente aportaba el sustento) se quedaba "acostado" (de ahí el nombre) un día tras otro en la cama, sin ir a trabajar ni hacer ninguna otra cosa. Otras patologías psiquiátricas se relacionaban con posesiones diabólicas, pero al menos en el caso de los "acostados" no era así, simplemente se tomaba como un infortunio y se asumía que no era vagancia o pereza voluntaria. A los "acostados" no se les recluía en manicomios, aunque (al no haber tratamientos) era relativamente frecuente que terminasen suicidándose (con el estigma que el suicidio tenía entonces, también para las familias).

    Creemos que la depresión es algo de nuestro tiempo, pero en verdad es una patología que ha existido siempre.

    Sandra Suárez

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    1. No conocía ese detalle. La verdad es que es muy forma de llamar a la depresión, porque es como se tiran la mayor parte del tiempo los enfermos.

      Cuando mi madre cayó enferma, leí algunos libros que trataban esta enfermedad, uno muy interesante, actual, pero que hablaba de cómo trataban a los enfermos a principio del siglo XX. Desde cambios de ambiente, que era lo más razonable, aunque poco efectivo, a castigos físicos o incentivos. Por supuesto ninguno daba resultado. El enfermo se curaba cuando le tocaba, independientemente de cómo intentaran tratarlo.

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  2. Comprendo a su madre. He pasado periodos muy malos que llamaban depresión varios médicos, menos yo, que argumentaba no sentirme deprimido. Me decían con cierta sorna, que tres médicos estaban de acuerdo con el diagnóstico, pero no el paciente.
    Lo cierto es que salí adelante. Será verdad lo que dice un amigo mío de que si no estás "apuntao en la pizarra" sigues por ahí coleando.

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    1. Hoy es muy normal que a la simple tristeza se le llame depresión.

      Me temo que aún queda un camino muy largo que recorrer para conocer un buen tratamiento para muchas enfermedades mentales. La medicina es una de las ciencias más retrasadas que existen. Se puede sacar fotografías de un planeta que está a casi 600 millones de kilómetros de la Tierra, se puede crear antimateria, ir al espacio, fotografiar toda la superficie terrestre, y, sin embargo, no se puede evitar que en nuestros cuerpos unas células muten a su capricho inutilizando nuestros órganos.

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