domingo, 25 de septiembre de 2016

La niña que quería ser El Imbécil

Desde muy pequeña, a mi sobrina fue imposible imponerle los gustos ajenos. Ella decidía. Le gustaban las caricaturas de Quino, se desternillaba con la aversión de Mafalda a la sopa; las historias de Manolito Gafotas que yo le leía vía Internet, sobre todo Yo y el Imbécil, quería ser el hermano pequeño de Manolito; y le encantaba hasta la saciedad, lo veía una y otra vez, el inicio de la película La Ciudad de los Niños Perdidos. Sólo la pesadilla del niño con los Papás Noel. El resto de la película le resultaba indiferente. 


Era la única niña en un mundo de adultos. Fue mimada por todos. Objeto que veíamos en una tienda que nos aseguraban tenía éxito entre los niños, se lo comprábamos; y siempre terminábamos equivocándonos. Mientras que ella veía Planta Cuarta en una tele, yo disfrutaba con Nemo en otra. Gracias a ella descubrí que me divierten las películas de Disney, aunque me resultaban insulsas cuando era niña. 

Hoy viene en el periódico que Disney ha retirado del mercado un disfraz de la película Vaiana, el del personaje Maui, un semidios que a mi me parece inspirado en Irael Kamakawiwo'ole.  Se han acogido a las protestas de una joven hawaiana que considera que: "Es inapropiado intentar que los niños pretendan pertenecer a otra raza". No imagino en qué contexto esté incluida esta frase para que tenga sentido. Los niños pueden imaginar ser lo que quieran. En los últimos tiempos incluso se ha aplaudido a madres que han dejado disfrazarse de princesas a sus hijos varones. ¿Por qué limitar la imaginación de los niños? ¿Qué mal hay en que crean que su piel es de otro color? Al retirar ese disfraz, ¿no está contribuyendo Disney expresamente a lo que quería evitar: el racismo? 

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