miércoles, 7 de septiembre de 2016

Fénix

El calor no escampa. Cae en vertical al mediodía con tanta fuerza que hace daño. Nos empapa el rostro, la espalda, las axilas... Los goterones de sudor se pueden sentir resbalar por la piel desnuda al mínimo esfuerzo. 

Y mientras el calor aletarga incluso cuando ya ha llegado la noche, esta ciudad parece renacer de sus cenizas (puede que esa sea la razón del bochorno sofocante). Los estudiantes regresan poco a poco, una vanguardia que se convertirá en un ejército dentro de pocos días. Los establecimientos, los que no han sustituido directamente el cartel de vacaciones por el de Se alquila o Se vende porque aún quedan profundos residuos de la crisis, vuelven a su horario normal. Hasta se ven abiertos algunos bares pasada la media noche y transeúntes que regresan con pereza a casa. Y, lo más importante, ya se puede pinchar en la sección de eventos culturales de un futuro inmediato del Ayuntamiento de Granada sin toparse con un desolador erial. 

Siempre me gustó mucho esta época por las expectativas de renovación y de promesas, aunque hubo un tiempo, por tener que volver al internado y alejarme de mi familia, en la que no me daba cuenta de ello. 

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