sábado, 13 de septiembre de 2014

Una de los nuestros

Mi hermano mayor, a su manera, es muy silencioso, aunque no para de hablar. Puede comentar lo sorpresiva que le ha resultado la Luna la noche anterior, o lo extraño que es el último modelo de helicóptero que han sacado los franceses o la suerte de que haya bajado la libra porque hace tiempo que quiere tirarse una larga temporada en Inglaterra; pero no suele hablar de él mismo y menos de los detalles de sus relaciones sentimentales. Es como si su cerebro fuera una cubitera y se obstina en mantener aislada el agua de un cubículo de la de los demás. De sus novias cambiantes nos enteramos por intuición: si lo llamamos y solemos encontrarlo en Torre del Mar, deducimos que su novia actual es de ahí o si suelta una enorme parrafada sobre leyes, sospechamos que está con una abogada. Hemos aprendido a no encariñarnos con ninguna de ellas porque sabemos que serán poco duraderas. Mi madre se culpa de la inestabilidad sentimental de mi hermano. Dice que ella le enseñó a que querer mucho a una persona sólo sirve para sufrir. Yo creo que no. Incluso dudo que cambiar tanto de novia sea realmente un problema. Para poder hablar con conocimiento de causa, deberíamos saber, al menos, por qué rompe; pero ese es uno de los temas que se reserva para él mismo. Exceptuando a la última que ha tenido. La mencioné hace unos días: un antiguo inquilino había entrado en el piso que alquiló en Cádiz mientras ella estaba en el baño y se llevó un susto de órdago. Los dos primeros días mi hermano se quedó con ella, pero tuvo que volver al trabajo. Consiguió que mi cuñada (la mujer de mi hermano mediano) y mi sobrina, le hicieran compañía el resto de la semana (se suelen apuntar a un bombardeo). Para esta semana entrante, convenció a mi hermano menor y mi cuñada (vienen de vacaciones al sur este domingo) a que pasaran al menos tres días con ella. La reacción de su novia fue: ¿Estoy cagada de miedo y quieras que meta en mi casa a una negraca?

Esas palabras convirtieron a quien había considerado una pavisosa desde el momento que la conocí, en alguien interesante. Soy capaz de imaginar qué discurre por la neurona del lerdo que asesinó a un montón de adolescentes en Noruega: quería sentirse importante y sólo lo consiguió demostrando no tener más valor que quien pisotea un hormiguero. Pero, ¿qué pensamientos invaden la mente de mi excuñada para que tenga miedo de una persona que no conoce y cuyos estudios y capacidades intelectuales son muy superiores a las suyas?

Reprochó a mi hermano por teléfono que hubiera antepuesto el cariño a una cuñada al que le tenía a ella. Pero se equivoca, aunque la negraca no hubiera sido una de las nuestros, él la habría dejado de querer de todas formas. 

2 comentarios:

  1. Con tanto que ha evolucionado la sociedad (evolucionar no sé si para bien o para mal, pero avanzar, que era la palabra que iba a usar, estaría sujeto a tela de juicio), en donde ya se permiten divorcios, matrimonios homosexuales, publicaciones obscenas en áreas públicas, aún exista gente, y tanta, con el racismo enraizado en las entrañas, como si el color de piel estuviese relacionada a la calidad de persona. a los chinos, si bien los padres nos obligan a casarnos con nuestros paisanos (o mi no tienen nada que desheredarme, así que hago lo que yo quiera), nos enseñan que todos, sin importar el color de piel, somos creados en el mismo horno, y por tanto somos hermanos. En lo personal, una persona de piel negra no me resulta en lo absoluto atractivo en el ámbito sexual (no soy un don juan, aclaro, pero si me gusta deleitarme la vista), sin embargo todos los que he conocido, sea hombre o mujer, (con excepción de mis vecinos que atormentaban los fines de semana, pero la situación económica acabó con sus festejo) son grandes personas sea a nivel intelectual, académico o humano.

    Me permito entrometerme hasta donde me des un parado (seré chino, pero lo maracucho no me lo quita nadie, y de andar de metiche e inventores sabemos nosotros), pero creo que tu hermano está es buscando, sin haber conseguido su media naranja, que si bien no sabe "cómo es", sabe "cómo no es", y apenas en su pareja detecta ese "cómo no es" pues simplemente termina de inmediato.

    En el amor algunos tienen suerte, otros no tanto, y algunos ni saben qué es. Una oda a los que consiguieron su media naranja y un texto de aliento a los que siguen buscando.

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    1. Opinar sobre lo que comento, no es entrometerte.

      Yo creo que mi hermano comenzará a desacelerar en cuanto le sea más complicado conseguir ligues. Todos le vaticinaban que para los 40 ya habría sentado la cabeza, pero sigue igual, y tiene pinta de seguir así para largo. Me gustaría que en cuanto se tranquilice, vuelva a sus orígenes y regrese con una de sus primeras novias, la que yo considero mi madrina, aunque no lo es.

      No me cuesta nada imaginar qué piensan personas tan retorcidas como el asesino noruego que mató a un montón de adolescentes (fue su forma de conseguir sus cinco minutos de atención pública), pero soy incapaz de suponer qué discurre por las neuronas de una persona racista. ¿Qué pensará mi ex cuñada para desconfiar de alguien a quien no conoce y cuya cultura es muy superior a la suya?

      Es increíble que aún existan los matrimonios concertados. Hace poco vi un documental sobre el asesinato de una mujer joven a manos de sus padres por no querer casarse con el hombre que ellos habían escogido. Ocurrió en Londres y la familia era hindú.

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