jueves, 18 de septiembre de 2014

La ciudad del silencio

Dicen que hay que tener cuidado con los deseos porque pueden realizarse. Me pregunto que cuántos de los que querían que esta ciudad tuviera noches silenciosas y tranquilas, no estarán arrepentidos por sus deseos. Con la llegada de los estudiantes, Granada se convertía en una fiesta nocturna y constante desde el jueves por la noche al lunes por la mañana. Ocurría hace muy pocos años. Resultaba muy fácil encontrarse en cualquier bar de la zona de Pedro Antonio de Alarcón, a primera hora de la mañana, con el ejecutivo o funcionario que desayunaba tranquilamente, mezclado con el grupo de amigos que volvían de alguna juerga y querían tomarse la última copa antes de caer desplomados sobre la cama. Ahora no ocurre. No importa que los estudiantes que invadirán esta ciudad aún no pase de ser una avanzadilla. El año pasado no ocurrió y este año, se intuye, tampoco ocurrirá. Caminar (o correr) por las calles de Granada después de medianoche, es hacerlo por un escenario vacío, desolado, triste. La tranquilidad y silencio nocturno es sinónimo de ruina. Para quienes vivimos la monotonía de las arcaicas paredes de ladrillo, es casi imperceptible. Para viajeros eventuales, como lo es Guille, resulta dramático y descorazonador, por encontrarse con un Se Alquila, Se Traspasa, Se Vende, en los bares o restaurante que (para él) aún ayer estaban abiertos. Le ha ocurrido con El Bar Sin Nombre (se llamaba así) de la Ribera del Genil, y con la tetería de la calle San Antón (en primavera, tal vez uno de los locales más bellos de toda la ciudad porque la yedra caía en cascada por toda su fachada). 


Tetería de la calle San Antón, con la yedra seca después de su cierre


4 comentarios:

  1. Que desolación, que tristeza se siente contemplando esa foto.
    Aunque fuera por otros motivos, me recuerda al ¿Café Suizo?, que estaba próximo al hotel Victoria, donde me solía alojar en mis frecuentes viajes a Granada por motivos laborales. Me apenó el desmantelamiento de aquel establecimiento emblemático de la ciudad.
    Desde luego, si molesta el bullicio, el silencio, la ausencia de vida, aterran. Aparte del aspecto económico.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ahora hay una hamburguesería en el Café Suizo, aunque exteriormente, según me dicen (no lo conocí en sus buenos tiempos) es prácticamente como antes, aunque ahora está lleno de guiris y antes, al parecer, de intelectuales.

      No sé por qué lo asocio (el antiguo Café Suizo) a una escena de La Colmena, en la que los usuarios de un bar comienzan a darle la vuelta a los tableros de mármol de las mesas y resultan ser lápidas (a eso se le llama reciclaje).

      Tal vez el jaleo y bulla que había antes eran excesivos, pero el silencio de ahora es desalentador. Ahora mismo son las cuatro de la madrugada y no se escucha nada, absolutamente nada, ni siquiera el rumor del tráfico.

      Eliminar
  2. Con todo y los problemas económicos que Venezuela atraviesa, a pesar de los problemas sociales y conflictos políticos que son pan de cada día, aquí siguen erigiendo edificios y centros comerciales. Los edificios abandonados o a medio construir, son los mismos de hace treinta años, que no aprobaron (o le descubrieron) que no contaban con los requisitos mínimos de habitabilidad.

    En el caso particular de los venezolanos preferimos más el bullicio que el silencio, pues la primera es sinónimo de gente en la calle traduciéndose en una seguridad relativa por masa. El silencio, comúnmente asociado a la oscuridad, también están asociados con un atraco en potencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En Granada, que es una ciudad mediana, casi pequeña, también hay edificios que no se han podido terminar por falta de medios económicos. Otros que se han terminado y son una auténtica ruina: como casi todos los centros comerciales (da pena pasear por algunos de ellos, con sólo un par de tiendas abiertas en pasillos interminables).

      Antes pensaba que me daba más miedo el bullicio que la soledad, porque por aquí hay muchos descuideros (cacos que te despluman si vas pensando en las musarañas), pero mejor eso que no que te pongan una navaja en el cuello y te desplumen igualmente (al menos, con los primeros, evitas el susto).

      Eliminar