domingo, 30 de julio de 2017

Sale a cuenta

Es beneficioso para el ego masculino ser machista. 

Llamo a Guille para pedirle explicaciones por su insulto y por primera vez, después de marcharse inopinadamente la madrugada del uno de enero, expone su punto de vista. Dice que le he sacado el piso de Barcelona, un coche, un tercio de su empresa y que aún me quejo. Incluso está molesto porque no quise seguir en el estudio de Málaga y compartir los gastos con su compañero, el que me es tan grato como una patada en el estomago. Su forma de hablar hace parecer que todo, hasta mi voluntad, le pertenecía. No dice nada del préstamos con el que me ha lastrado la economía, ni que el piso de Barcelona ya era mío antes de casarnos, ni la decena de decisiones que ha tomado y me perjudican. 

Dejo que se explaye sin contradecir ninguna de sus afirmaciones. Se convierte en un soniquete al otro lado del teléfono. Recuerdo y me avergüenzo retrospectivamente de las veces que he llevado la razón a los hombres que, tras un divorcio, se han quejado de haber tenido que dejar la casa a su ex e hijos, aunque sólo ellos, los hombres, la habían pagado. La inercia machista de ningunear el trabajo de las amas de casa está tan arraigada en nuestra sociedad que la seguimos sin recapacitar. 

Me ha llamado puta porque hace tiempo le dije que si se iba, no habría otro. No le explico que ese iba era un eufemismo de mueres

Diecisiete horas. Un juez pondrá una firma en un papel y será como las tijeras que cortan un cordón umbilical. En el futuro, ya nada me unirá a él. 

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