miércoles, 5 de julio de 2017

El futuro en 120 m²

Madrugo para inspeccionar una casa recién acabada. La familia vendrá este fin de semana a verla. Está en El Rincón de la Victoria y ellos viven en Barcelona. La vieron cuando aún sólo era un esqueleto de hormigón y paredes de ladrillo sin revestir. Quiero comprobar que no hay nada mal. Pero incluso a las 7 y media de la madrugada la luz ya entra a raudales por las ventanas. Hace falta penumbra para descubrir los desperfectos en el pavimento o las paredes. La casa ahora huele a pintura. Lamento que no haya perdurado el de la madera recién cortada de cuando pusieron el suelo. Pero el olor a pintura es mejor que el hedor a orina. Es a lo que apestan la mayoría de las casas por estrenar porque los obreros utilizan los sanitarios cuando aún no funcionan correctamente las instalaciones. 

Una pareja joven. Tres dormitorios. ¿Qué les deparará el futuro? ¿Qué sinsabores y alegrías vivirán bajo el techo que he ayudado a crear? 

Las ventanas abiertas permiten llegar el  ruido del graznido de las gaviotas, pero no el de las olas. El mar está en calma. El agua lame la arena y se retira sin ruido, sin espuma, permitiendo distinguir el fondo. 


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