martes, 26 de abril de 2016

La sangre de Cristo

El día que mi abuela me contó la historia del vino, lloré hasta quedarme sin lágrimas. 

El cortijo se autoabastecía de casi todos los alimentos esenciales: leche, huevos, queso, aceite y vino. El vino y el aceite se conservaban en enormes tinajas medio enterradas en el suelo de la alacena, semejantes a pozos. Una lata y un alambre hacían las veces de cubo y cuerda. Un año la nueva remesa de vino estuvo preparada antes de que hubieran gastado la del anterior. Urgía vaciar las tinajas para limpiarlas y echar el nuevo vino; pero no quisieron vender el viejo porque era de calidad media, no quisieron regalarlo porque era poner en un compromiso a quien lo recibía y no quisieron comprar envases nuevos porque era un gasto superfluo. Sólo quedaba el consumo y durante una semana en el cortijo todo el mundo, sin exceptuar a nadie, bebió tanto vino como fue capaz de tolerar. Pero no a todos les sentó igual. Mientras que a la mayoría no les afectó nada, don José, el médico de la familia, que también vivía en el cortijo porque tenía algún parentesco con mi bisabuela, desapareció durante todo un día y regresó por la noche por su propio pie, magullado, desnudo y embarrado. Nunca se supo qué había hecho el médico durante el tiempo que estuvo ausente. Seguramente dormir la mona en algún rincón.

No es una historia triste, hasta resultaba muy divertida contada por mi abuela: Cuando vimos a don José aparecer con "aquello" colgando nos dio un ataque de risa. Pero el día que se la escuché contar por primera vez, me confundía con su hermana Juana y creía que había pasado hacía pocos días, cuando en realidad se trataba de un recuerdo de su infancia.

4 comentarios:

  1. También me he tenido que reír leyendo esta historia. La verdad que la idea de dar salida rápida al excedente de vino fue genial.

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  3. Eliminé el comentario por repetición, pero ya aprovecho para añadir que también repartirían vino hasta a los pavos del cortijo.

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    1. A los pavos, no sé, pero sí le dieron hasta a los niños. Sopas de pan bañadas en vino para desayunar. Supongo que no llegarían al colegio muy perjudicados, porque estaba bastante apartado del cortijo y el paseo los refrescaría.

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