martes, 19 de abril de 2016

Verde que te quiero verde

Podan los árboles de los alrededores. Cambian el paisaje. Los dejan tan deshojados que recuerdan a esos perros de pelo largo, graciosas bolitas andantes, que al llegar el verano los pelan y convierten en ratas desnudas con piel de testículo. Algo tiene de equívoco la naturaleza que obliga a la poda en una fecha tan extraña. Es ahora cuando apetece que los árboles estén llenos de hojas para dar sombra y para que conviertan en penumbras la claridad que se cuela a raudales por las ventanas que han taponado durante todo el invierno, obligando, incluso en las luminosas y gélidas mañanas, a la iluminación artificial. 

El compresor que utilizan los jardineros municipales no cesa en su ruido. Me roban los diez minutos de siesta que me permito todas las tardes y de la que despierto sin necesidad de extrañas alarmas. El propio sueño me arroja de él con un sobresalto, como si aún dormida, no estuviera del todo inconsciente. 

Sólo el olor a hierba cortada compensa tanto despropósito. 

2 comentarios:

  1. Eso mismo digo yo. También en Sevilla he visto podar los árboles cuando más falta hace su sombra. No lo entiendo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Supongo que será esta la época apropiada por eso de la renovación de las hojas. Es una pena porque en mi calle hay muchos árboles de hoja perenne y tienen una altura de unos seis metros. Las copas llegan exactamente a la altura de las ventanas de los primeros pisos que, en pleno invierno, con las tardes tan cortas, debe ser como vivir dentro de una cueva.

      Lo bueno de la poda es que ha dejado al descubierto muchos nidos. Aunque supongo que a los pobres pajaritos no les hará ninguna gracia.

      Eliminar