martes, 19 de abril de 2016

Muy cerca

Un amigo del antiguo estudio de Barcelona me ha acostumbrado a estar atenta a la página web sismológica del Ministerio de Fomento. Como en Andalucía, y en concreto, en la zona de Granada- Málaga, donde él sabe que me muevo, suelen haber más terremotos que en noreste de España, es rara la mañana en la que no encuentro uno de sus correos electrónicos preguntándome si he sentido el último sismo. Por fortuna por aquí son pequeños, de pocos grados y muy profundos. Se pueden confundir con el paso de un camión o una racha de viento que golpea una ventana cerrada o una puerta con holgura.

El sábado por la noche, una estrella parpadeante y una mancha roja frente a la costa de Ecuador, ya informaba del desastre. Al principio, moderado. Siempre lo es cuando precisan el número exacto de las víctimas; pero con el paso de los días se ha ido desvelando la auténtica magnitud de la tragedia. Ya redondean el número de muertos y heridos. 

Ayer acompañé a mi madre al dentista. Cuando regresábamos a mi casa, después de pasar por el supermercado, en el cruce de las calles Agustina de Aragón y Pintor Zuloaga, ella señaló un balcón y dijo: Mira, una bandera republicana. No es que sea daltónica ni ignorante, es que se le hace complicado imaginar que alguien venido de fuera sea capaz de conservar parte de su identidad. Se trataba de una bandera ecuatoriana, supongo que puesta ahí como homenaje y recordatorio a las víctimas de su país, de las muertas y de las vivas, a quienes les ensombrece la felicidad de haber sobrevivido, encontrarse en la miseria, sin casa ni refugio. 

Y mientras, mi lucha diaria es intentar convencer a los clientes que es una pésima idea quitar hierro a las estructuras de sus obras. Se confían en los constructores, que aseguran que con la mitad de hierro y varios miles de euros de ahorro, su casa no se caerá. Siempre me toca explicarles que, efectivamente, en reposo su casa no se caerá, pero que una buena sacudida puede convertir sus pilares en trozos de plastilina frágil y quebradiza. Sin embargo, a casi todos ellos la idea de un terremoto les parece algo lejano e irreal. ¡Insensato!

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