sábado, 2 de julio de 2016

El ombligo del mundo

En el estudio de arquitectura que trabajaba durante el inicio de la crisis, la llegada del desastre fue semejante al choque del Titanic con el iceberg: éramos tan grandes, trabajábamos tanta gente y tan especializada, que nadie pensó en el hundimiento a pesar de las evidencias. Y como en el Titanic, la hecatombe fue inmediata. Empezó con el reajuste de los salarios. Casi todos lo aceptamos porque la alternativa era echar gente a la calle y todos temíamos ser uno de los señalados. Una de las arquitectas más antiguas no lo aceptó. Creía tener su trasero blindado. Había estudiado con la jefa y todos los proyectos pasaban por sus manos. Le daba el toque de elegancia del que presumía nuestro estudio. Imprimíamos los planos y ella los emborronaba con lápices de colores. A veces, injustificadamente, para que su puesto de trabajo tuviera una razón para existir. Después de presentarle cuatro o cinco proyectos y corregirlos, era fácil conocer sus preferencias. No por ello dejaba de exigir modificaciones, llegándose la mayoría de veces al absurdo resultado de, después de desperdiciar cinco o seis horas, obtener planos finales prácticamente idénticos a los originales.

Aquella mujer pensaba que sin ella el estudio no podía funcionar y cuando los demás aceptamos la reducción de sueldo, ella amenazó con dejar su trabajo si estaba incluida en los reajustes. Por supuesto, era un farol. Nadie en su sano juicio, en aquella época de futuro aterrador por incierto, habría dejado su puesto de trabajo por unos pocos euros al mes. No le dieron tiempo para reaccionar. Casi de inmediato tenía en su mesa, para que lo firmara, el documento por el que escindía el contrato con la empresa de forma voluntaria. Supongo que el orgullo la ofuscó en ese momento y firmó, aunque dos días más tarde quiso recular, sin resultados. 

Me da la sensación que con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea está ocurriendo lo mismo. Querían salir, pero prácticamente se les está echando, y aunque algunos quieren recular, ya es demasiado tarde. 

¿Cuánto tiempo necesitarán para volver al redil? 

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