jueves, 9 de abril de 2015

Confesiones de una atea

¿Por qué lo que discurre por mi celebro molesta a la gente? Les importa poco que pueda dormir o no por un absurdo ritual que tiene más de folclórico que de religioso, pero, sin embargo, que admita que no creo en Dios es casi un delito que me convierte, para muchos, en una intolerante. He vivido desde pequeña en un mundo donde la idea de un Dios real imperaba. Seguramente mi conocimiento  de la Biblia, y de otros libros sagrados no católicos, es superior a los de muchos que me acusan de opinar sin conocer. 

Me gustaría creer, sería lo más fácil, imaginar que en un futuro inmediato -¡la vida es tan breve!- pueda encontrarme con mi padre muerto y conocerlo realmente; con mi abuela, la que recuerdo de mi infancia, no el despojo humano en el que se terminó convirtiendo; dos de mis tíos; algunos amigos... Tiene que ser increíble creer que después de muertos una figura paternal te va a cobijar, en lugar de tener como destino la inexistencia infinita. 

Me gustaría creer, pero el deseo no es suficiente, ¿cómo rechazar la evidencia, la experiencia infinita antes de nacer? 

2 comentarios:

  1. ¿Que he de añadir yo a cuanto he leído, cuando coincido de pleno con ese pensamiento?. Pues, en todo caso, mi respeto a los convencidos y pacíficos creyentes, incluso envidiar que vivan con la esperanza de un "cielo" posterior y mi absoluta repulsa a quienes ASESINAN en nombre de sus creencias.

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    1. Muchos de esos que asesinan en nombre de Dios sólo lo utilizan como excusa. Ya buscarían otra si se toparan con un Dios realmente pacífico.

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