jueves, 6 de junio de 2013

Euforia

El aire es ácido que penetra por las fosas nasales quemándolas. Picor, estornudos, moqueo... cualquiera diría que soy una extraterrestre sumergida en una atmósfera hostil. Veo la pantalla a través de una película densa de lágrimas que no se derraman pero que se solidifican formando pegotillos viscosos y repugnantes junto al rabillo del ojo. Aaaaaaah, qué asco me doy. Guille quiere cerrar las ventanas y clausurar el despacho para crear una burbuja de aire limpio, pero a mí me gusta ver las cortinas moviéndose con suavidad por la corriente de aire. A pesar de la alergia, ésta es la época del año que prefiero. Creo que es por reminiscencias del pasado, cuando el colegio terminaba, el encarcelamiento del internado concluía y recuperaba una libertad bastante salvaje de la que milagrosamente salí ilesa. Soy incapaz de oler la sandía cortada en cuadraditos irregulares que Guille me ha puesto junto al ordenador, pero recuerdo sin problema el hedor a gasolina quemada y a plástico recalentado del furgón que venía a buscarme al internado, a deshora -a las cuatro de la tarde, la misma que marca en este momento el reloj de la pared-, cuando ya todos mis compañeros estaban en sus casas, sin obligaciones, desperdiciando un tiempo que parecía eterno en leer tebeos o impacientándose por el lento pasar de la hora de la siesta que ninguno aprovechaba para dormir, pero que imponía el aislamiento del resto de amigos. El dormitorio vacío, los cajones y el armario revisado, lágrimas en los ojos de alguna monja con un inadecuado instinto maternal, un último beso de un rostro sin depilar... sentía euforia cuando el furgón se ponía en marcha y avanzábamos alejándonos del edificio del ladrillo marrón del que sólo habría visto la tapia, alta como la de una cárcel, si hubiera mirado atrás. 

2 comentarios:

  1. Un deleite leer esta entrada, bueno como pasa con todas, pero eso de la monja un inadecuado instinto maternal... No se, quizá diga una burrada, pero pienso que ese instinto es consustancial a la mujer, aunque luego no ejerza de madre por las causas que sean. Siempre he observado en vivo y en directo o en fotos a niñas agarrando a sus hermanitos, o con el brazo por su hombro, aunque sean mayorcitos que ella, eso me parece como un gesto de amparo, lo digo con total admiración y respeto.
    ¡AH! Por favor, pídale A Guille que corte la sandía con igual forma geométrica, como si fueran minúsculos sillares, que no se diga que en casa del herrero...

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    1. Muchas gracias.

      Muy tierna la imagen de las hermanas protegiendo a sus hermanos (sean mayores o menores). Sí, creo que casi todas las mujeres, desde la infancia, tenemos un instinto maternal más o menos pronunciado.

      En este caso, lo de inadecuado instinto maternal, era porque esta monja en concreto, que vigilaba los dormitorios, y que debía ocuparse exclusivamente de comprobar que todas estuviéramos en nuestras camas a determinadas horas y que no ocurriera nada durante la noche; solía confundir su papel y a veces se obstinaba en imponer su criterio incluso ignorando el de nuestras madres (desde qué tipo de ropa interior debíamos utilizar -odiaba los encajes- a si podíamos, o no, tener novio-. Otras veces, su exceso de cariño era perjudicial porque se obstinaba en cuidar a las enfermas, en lugar de enviarlas a la enfermería, entorpeciendo el dueño de las demás compañeras del dormitorio.

      ¡Ja! Es muy difícil cortar la sandía en trozos iguales (en lugar de sillares, le salen mampuestos). El melón sí que lo corta Guille en trapecios perfectos y todos iguales.

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