martes, 25 de junio de 2013

Los agujeros de gusano

Continúo con la costumbre de tener conectado constantemente el Skype, casi siempre directamente con la casa de los padres de Guille. Tienen instalado un netbook en la cocina, que es la estancia donde más tiempo suelen pasar. A las cuatro de la madrugada, cuando volví de correr, en mitad de las penumbras apareció el rostro somnoliento de mi suegro no biológico, iluminado sólo por la luz del frigorífico que dejó abierto mientras bebía un vaso de agua. Pegó la cara a la pantalla, me saludó y volvió a desaparecer. Por un momento pensé estar ante una escena de Rec y temí que de inmediato apareciera un vampiro. 

Ahora Guille corretea de un lado a otro de la cocina para prepararse el desayuno. Mi vecino de abajo también es madrugador y desayuna en estos momentos. Huelo el aroma del café y de las tostadas y es como si existiera una conexión directa con la cocina que está a casi 900 Km de distancia, como si el universo se plegara y pudiera tocar, con sólo alargar la mano, el rostro de Guille que ocupa toda la pantalla del ordenador de mi derecha.

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