lunes, 24 de junio de 2013

Los apéndices del asesino

De día y de noche iba por la ciudad buscando una mirada. Vivía nada más que para esa tarea, aunque intentara hacer otras cosas o fingiera que las hacía, sólo miraba, espiaba los ojos de la gente, las caras de los desconocidos, de los camareros de los bares y los dependientes de las tiendas, las caras y las miradas de los detenidos en las fichas. El inspector buscaba la mirada de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación, tan sólo escrutándolas, igual que reconocen los médicos los signos de una enfermedad acercándoles una linterna diminuta. Se lo había dicho el padre Orduña, "busca sus ojos" [...]

Plenilunio - Antonio Muñoz Molina

Cuando mi sobrina tenía seis años, mi cuñada creyó que la había perdido. La llevó al cumpleaños de un amigo. Como no había aparcamiento y la niña llevaba zapatos nuevos, permitió que se bajara frente al recinto donde iban a celebrar la fiesta. La vio entrar y fue a dejar el coche en un aparcamiento subterráneo cercano. Cuando volvió, mi sobrina no estaba entre sus amigos, ni en los baños, ni en la zona de juegos. La desaparición sólo duró cinco minutos (a mi sobrina le habían permitido entrar en la cocina para prepararse a su gusto la hamburguesa que tomarían de merienda); los momentos más duros y agónicos de su vida -comenta mi cuñada cada vez que se hace mención de aquellos hechos-. Dice que lo recuerda como si su peor pesadilla se hubiera hecho realidad. 

Poco a poco, a medida que transcurre el juicio de José Bretón se va difuminando de delante de la palabra asesino, la de presunto. Pero este sujeto deleznable me es indiferente. Atrae mi curiosidad la madre, el padre y los hermanos de este sujeto. ¿Cómo pueden zafar de su conciencia la clara sospecha que asesinó a sus nietos o sobrinos para hacer daño a su exesposa? ¿Qué ocurre en la mente del familiar de un asesino que prefiere no ver ni escuchar ni admitir las evidencias? ¿Qué ocurrirá si lo dejan en libertad?

4 comentarios:

  1. A mí lo que me intriga es lo que puede ocurrir en la mente de Ruth Ortiz. Pensar, asumir como lo hace, que el causante de todo ese horror es el hombre con el que compartías tu vida hasta hace unos pocos meses, el padre de tus hijos.
    No es un monstruo que el azar ha cruzado en tu camino, o no sólo eso. Es la persona con la que decidiste casarte, de la que se supone estuviste enamorada en algún momento. ¿Cómo se puede sobrevivir a eso? No imagino fortaleza mental que supere esa tortura.

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    1. Lo de su sobrina fue un susto de cinco trágicos minutos. En mi caso tuve que vivir el trágico desenlace de una nietecita de 20 meses. Cuando a mi edad creía haber superado toda afectación ante la muerte, por los muchos familiares y amigos ya desaparecidos, aquello me derrumbó. Por eso creo, que aunque la ley dice y así debe ser que, todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, también entiendo que alguien que no haya cometido tal horror, sea capaz de mostrar tal impasibilidad.

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    2. Supongo que en este momento Ruth Ortiz tendrá la mente ocupada en intentar conseguir que se haga justicia con sus hijos asesinados. Lo malo será cuando todo acabe y tenga que volver a una monotonía sin sus hijos. Y sí, tiene que ser muy duro descubrir que el hombre del que estuviste enamorada y del que quisiste engendrar hijos, es el mismo que termina asesinándolos. Pero esta mujer tiene un comportamiento coherente de alejamiento y aislamiento del parricida. El no rechazo de los padres y hermanos de este sujeto, es lo que me llama la atención, porque es comprensible que se quiera a un hijo o hermano, pero más se quiere a unos nietos o sobrinos.

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    3. Sí, por fortuna sólo fueron cinco minutos, y más propiciados por la forma de ser de mi cuñada (melodramática y exagerada).

      No imagino el dolor que debe sentirse cuando un niño desaparece de forma trágica de una familia. Suelen ser el centro de atención y la prioridad en todo lo que ocurre.

      La indiferencia de Bretón llama la atención (en el juicio han llorado todos menos él); pero, sobre todo, si fuera real la versión de la desaparición de los niños, que no exija a gritos en mitad de la sala que dejen de culparlo y se pongan a buscar a sus hijos (es lo que haríamos cualquiera de nosotros, supongo, si realmente existiera una mínima posibilidad de que los niños continuaran con vida).

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