domingo, 2 de octubre de 2011

Orgullo y perjuicio


Esa pulsera me la ha regalado Guille, con el beneplácito de quien se la regaló a él. Creo que en este momento es uno de los objetos que poseo de más valor (no económico, por supuesto) pero sí sentimental. A Guille se la regaló Ramón. Ramón es un chaval de 16 años al que hace pocos meses le han colocado un respirador para poder seguir viviendo y para no tirarse más de 20 horas al día dormitando. La enfermedad parece que avanza más rápidamente en él que en otras personas. Por lo general hasta cumplir los 18 no les es imprescindible el respirador. Sufre distrofia muscular de Duchenne. Le prometió a Guille hacer algo con sus propias manos en cuanto estuviera mejor (Guille le dio el último empujón para que aceptara que le colocaran el respirador -tenía miedo porque sabe que ésta es la última etapa de su vida, lo que no sabe es lo prolongada que puede ser-). Los padres de Ramón son del tipo: "Mi hijo no necesita hacer eso. Lo que tiene que hacer es estar tranquilo, y ya está!". ¡Cómo me encorajinan esos padres!

2 comentarios:

  1. Esos padres, BK, están asustadísimos, probablemente más asustados que su hijo.

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  2. Nunca lo había visto desde esa perspectiva. Siempre le suponemos a los adultos (a los otros adultos) un valor ilimitado. Pero tienes razón, deben estar tan asustados que no saben reaccionar ante las necesidades reales de su hijo. Como los demás padres, supongo que sólo están buscando lo que piensan, es mejor para su hijo.

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