sábado, 7 de septiembre de 2013

De San Sebastián a Donostia

Hay ciudades que se necesitan meses o años para conocerla, como San Sebastián, y nosotros sólo estuvimos allí sólo dos días y medio. 

Llegamos al hotel el miércoles por la tarde. Lo mejor del hotel: que estaba a pocos metros del paseo de La Concha, a unos 75-100 metros. Sólo había que cruzar una calle, una hilera de edificios por un callejón peatonal y te topabas de lleno con la vista del mar. El hotel era un edificio bastante feo por fuera, cómodo por dentro y chapucero en el trato (solicitamos por Internet una habitación de matrimonio con vistas al mar y nos proporcionaron una habitación doble con vistas... para quien midiera 2.00 m de altura -me faltan 31 cm). Guille llegó cansado y se tumbó un rato, yo salí a pasear por la playa de la Concha


Me gusta mucho esa playa cuando, al final de la tarde, se va vaciando de bañistas y llenando de paseantes, y aún más cuando ni siquiera quedan los paseantes. Una espera que en cualquier momento haya una fisura en el tiempo y aparezca de la nada grupos de paseantes vestidos como en el siglo XIX. 

En el hotel pedimos que nos aconsejaran dónde podíamos cenar cerca y nos dijeron que en Lanziego, un restaurante que estaba al volver la esquina, pero desde fuera se veía muy pijo y nosotros íbamos zarrapastrosos. Optamos por cenar en un bar que está junto al hotel Europa (he olvidado el nombre). No tenía mucha variedad de pintxos. Nos pusieron unos pequeños bocadillos de jamón con crema de queso roquefort. Fue bastante barato. 

Por la mañana, después de desayunar en el hotel, día de pereza en la playa de Ondarreta. El monte Urgull me llamaba como el canto de una sirena. Una cosa que me ha quedado pendiente, subir hasta donde está el Cristo de piedra. 


Al mediodía nos pusimos guapos y fuimos a Lanziego, el restaurante que nos habían aconsejado la noche anterior. Es uno de esos restaurante donde tardas más tiempo en decir el nombre del plato que en comértelo (se nota que la gente muy refinada es de poco comer) y donde los postres parecen objetos de decoración. Comimos ensalada de bogavante y solomillo a la pimienta. Guille también se pidió un tocino de cielo (es muy goloso). Es razonablemente caro para la calidad de la comida y la presentación. 

Por la tarde estuvimos viendo la catedral del Buen Pastor (asombroso su estilo neogótico, tan etérea y aparentemente frágil -estoy acostumbrada a la de Granada que es renacentista). 


Cuando íbamos camino de la catedral, pasamos ante Casa Alcalde, un restaurante muy recomendado; pero acabábamos de comer. Aunque pensamos en regresar a la hora de la cena, no quiso el azar devolvernos a las cercanías de donde está ubicado.


Estuvimos callejeando y haciendo algunas compras. La hora de cenar nos pilló por la plaza Constitución. Me encanta esa plaza de simetría perfecta, soportales con arcadas y todas las puertas de sus balcones corridos protegidas con ventanas venecianas. 

Estuvimos en Ormazabal, Baraka, Martínez... y algún otro bar que he olvidado el nombre. Comimos merluza con aroma de albahaca y azafrán, pinchitos de gambas en adobo, bolas de bacalao, cazuela de atún...   

Al día siguiente dormimos hasta tarde porque llegamos de madrugada al hotel. Mañana de playa. A la hora de la comida fuimos a la isla de Santa Clara en barco -sale del puerto que está en la misma playa de la Concha-. Comimos en el merendero que hay en lo más alto de la isla. 

Por la tarde, arrastré a Guille hasta el Kursaal y luego por  los puentes del Urumea: Zurriola, Santa Catalina, María Cristina, Mundaiz Zubia y Lehendakari José Antonio. Por supuesto hay muchos más, pero nos quedamos en este. 

Cenamos en el restaurante de la Concha. Ensalada mixta y brochetas de pollo. Creíamos que nos costaría un ojo de la cara por la ubicación, pero fue barato. 

Por la mañana nos levantamos temprano y aunque nos hubiera gustado quedarnos más porque lo que vimos de Donostia fue una mínima parte, ya nos esperaban en Lezo unos amigos de Barcelona con los que habíamos quedado para hacer senderismo... pero esa es otra historia.

2 comentarios:

  1. Esperaba esta entrada con avidez.
    Me ha sorprendido que aun sigue abierto Casa Alcalde. Hace años era una taberna, esi sí, de abolengo, donde tomar bueno pintxos y mejor jamón. Los pellejos de vino a la vista del público. Hubiera sido una gozada para Don Quijote que los hubiera arremetido y horadado on su espada, imaginándolos endriagos o gigantes.
    Es admirable una descripción tan perfecta de una ciudad, tras una breve visita y en tan corto espacio. Todo me resulta familiar, pues aunque yo vivía en Bilbao visitaba San Sebastián con frecuencia por motivos de recreo a laborales.
    Pero es curioso, pero son cosas que pasan, nunca me dio por subir al monte Urgull, como tampoco nunca al Tibidabo, después de estar muchas veces en Barcelona.
    La gente refinada será de poco comer, pero puedo asegurar que, el pueblo vasco en general, hombres y mujeres lo hace con fundamento, como dice Arquiñano.
    Todavía será el tiempo de las hijadas (ventresca) de bonito, las gruesas rodajas del mismo pez con tomate, cazuelas de chipirones en su tinta, de merluza en salsa verde, chuletones de kilo o, en los restaurantes para trabajadores, un cuenco de alubias rojas de Tolosa con todos sus "tropezones" que te lo dejan en la mesa para que te sirvas lo que quieras, etc. etc.

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    1. Se resistió esta entrada porque no encontraba el cable de la cámara (se lo había engullido la maleta).

      Casa Alcalde es bastante famoso (un restaurante en la actualidad), y se debe de comer aún muy buen jamón porque a las camareras que le preguntamos una lo conocía como el bar del jamón, la otra como el bar de los carteles de toros.

      Sin duda Donostia merece ser visitada con bastante tranquilidad, durante muchos días. Vimos una parte mínima y nos gustó mucho. Queremos volver con más tranquilidad, tal vez el año que viene durante el festival de cine.

      También nos quedaron muchos platos por probar. A excepción del restaurante en el que comimos el primer día, el resto de sitio, tascas, bares y tabernas, las raciones de comida eran tremendas, enormes, y bastante baratas.

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