viernes, 4 de enero de 2013

La voluntad de otros

Hoy he acabado de leer el último libro que escribió Carl Sagan, Miles de Millones. Es un libro en el que se habla de todo un poco: desde los agujeros negros a las matemáticas cuando tratan de números astronómicos; desde temas que son obsoletos (la guerra fría entre EEUU y la antigua Rusia -aunque han quedado como recuerdo cientos de armas nucleares capaces de destruir la civilización e incluso nuestra especie-) a temas que simplemente parecen algo olvidados (el agujero en la capa de ozono). Algunos artículos son más éticos que de divulgación científica. Carl Sagan parecía ser una persona juiciosa y ecuánime: un científico; así que cuando encontré, perdidas entre las últimas páginas del libro, un artículo sobre el aborto, me entusiasmé, pensando que por fin iba a toparme con unas ideas claras y convincentes que tranquilizaran mi conciencia por pensar que el aborto es beneficioso para las mujeres, e incluso para la sociedad. Las conclusiones a las que llega Carl Sagan no son diferentes a las que estamos cansados de escuchar: aborto lícito en el primer trimestre del embarazo porque el feto aún no tiene, supuestamente, alma (no es capaz de general recuerdos).

Mis hermanos recuerdan partidos de risa el primer soldado al que tuvo que mandar mi padre al calabozo. Fue en la base aérea de Tablada. Periódicamente publicaban un boletín interno con las incidencias habidas, entre las que se recogían la gente que había sido encerrados con sus nombres, tiempo del castigo y la razón. En la de este sujeto ponía literalmente: Por guarro. Tenía la costumbre de recoger en una lata todos los fluidos expulsados en sus masturbaciones. Una lata de hediondo semen putrefacto que guardaba en una angosta taquilla. Cuando se le preguntó por qué lo hacía, respondió que cada uno de sus espermatozoides eran sus potenciales criaturas. Al parecer nadie le había explicado cuál es la vida media de un espermatozoide ni la cantidad que expulsaba con cada eyaculación.

Puede que ese majara no fuera tan descaminado. Cada óvulo, más que cada espermatozoide, es una persona en potencia: sólo necesita ser inseminado. Y por lo general está en la voluntad de la mujer  y su pareja el que así ocurra.

Me temo que éste es uno de esos temas que te posiciones donde te posiciones, siempre sabes que te equivocas. Puede que en su cerrazón se sientan cómodos todos aquellos extremistas pro vida que niegan el derecho del aborto en todos los casos y se convencen que es moral que una niña de 12 años engendre y para el fruto de una violación incestuosa o que una mujer ponga en peligro su vida para traer a este mundo un organismo con forma humana pero sin cerebro. También, supongo, que se sentirán satisfechos quienes consideren el aborto lícito sólo en determinadas circunstancias: violación y peligro de la madre sí, resto. no (como si fuera tan fácil colocar esa línea divisoria).

Yo creo que para considerar el aborto debemos pensar más como sociedad que como individuos. Si como sociedad seguimos considerando que una madre soltera de 15 años es vergonzosa y no le permitimos tener un futuro (por tener que ocuparse exclusivamente de cuidar el bebé en lugar de desarrollarse intelectualmente como persona) ¿es admisible que le exijamos llevar a término el embarazo?

Al igual que ahora la guerra fría entre potencias huele a formol, las disquisiciones sobre el aborto dentro de un siglo producirán hilaridad porque la superpoblación en la tierra no sólo hará legal el aborto en cualquier caso, si no también obligatorio. 

4 comentarios:

  1. Pues yo creo que en el aborto no tiene ninguna importancia lo que la sociedad piense, por la sencilla razón de que una mujer que quiera abortar, abortará, se ponga el mundo como se ponga. Así ha sido desde el principio de los tiempos y así seguirá siendo.
    Da igual si unos lo consideran moral y otros no, da igual si alguien piensa que el hombre tiene algo que decir, da igual absolutamente todo: cuando una mujer no quiere un hijo, aborta o se desprende del hijo una vez nacido, bien sea matándolo o dándoselo a alguien.
    Otra cosa es la ley, claro, pero es que yo creo que legislar sobre el aborto es casi como querer transportar agua en las manos: se te escapa entre los dedos.

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    1. Supongo que así ocurre: si una mujer no quiere un hijo o aborta o da al niño o se deshace de él de alguna forma (entre ellas, obligando a los abuelos a que se lo críen). Pero somos animales sociales, vivimos en comunidades; puede que la legislación permita lo que congregación censure y castigue (sobre todo si se vive en un pueblo pequeño).

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  2. .
    Creía hasta ahora que el caso de mi amigo Lalo Kubala era insuperable: Coleccionaba en un monedero las uñas que se iba cortando. Lo del Guarro de Tablada, va incluso más allá del coleccionismo: ¡Un verdadero caso de filantropía!
    :-)

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    1. Juuuuuuuuas, qué gente más rara hay en este mundo (y qué costumbres más extravagantes).

      La coleccionista más rara que me he encontrado hasta el momento, era una compañera de piso cuando hacía la carrera: tenía la costumbre de agenciarse todas las gomas elásticas que se ponían a su alcance y formar con ellas una pelota.

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