domingo, 13 de enero de 2013

La peste


Estado de la calle Santa Aurelia (hoy)

El hedor que ascendía desde el callejón al que daba la cocina del restaurante chino que teníamos en los bajos del edificio donde vivimos, nos persuadió para no poner el pie en él en los dos años que llevamos refugiados en esta ciudad. Ni en una ocasión cruzamos el umbral de la puerta roja adornada con dragones dorados. Durante unos meses tuvo un cartel en el escaparate que ponía "Se traspasa". Ahora lo han cambiado por otro de "Se alquila. 150 m²". La puerta roja ha sido sustituida por otra de vidrio y aluminio y los escaparates, que antes  escondían la visión del interior con unas gruesas cortinas claras, ahora están expeditos y muestran una amplitud falsa, por estar completamente vacío. Es una suerte que la crisis se haya cargado ese restaurante (puro egoísmo) porque llevamos siete días con huelga de basureros. El callejón donde el restaurante acumulaba la basura es como una enorme chimenea. La corriente de aire siempre es ascendente, en ningún punto los olores que se desprenden a nivel del suelo son diluidos por el aire fresco. Si tenemos abierta la ventana de la cocina, nos percatamos con toda claridad si hay alguien fumando en el callejón; y Guille, quien está aprendiendo el arte de la exageración, asegura que si ese alguien eructara, desde nuestra casa seríamos capaces de distinguir qué ha comido.

Las razones de la huelga, según los periódicos: la empresa exige más horas de trabajo por menos sueldo. Es comprensible que los trabajadores estén en pie de guerra (yo lo estaría). De momento no se ven visos de solución. La experiencia me hace sospechar, por ser gata escaldada, que en esta ocasión, como en tantas otras, la empresa, amparada en la crisis y en el miedo de los trabajadores, está intentando conseguir mayores beneficios de forma completamente gratuita. Ayer, en El Ideal (el boletín oficial del ayuntamiento), intentaban enlodar las razones de los trabajadores asegurando que sus sueldos son mucho mayores a los que perciben los basureros de ciudades semejante a Granada. 

El tiempo se ha aliado con los ciudadanos. Las bajas temperaturas vuelven perezosas a la podredumbre y fermentación. Aunque sigue molestando el volumen que ocupan las basuras. Lo que antes se escondía en los contenedores, ahora cubre aceras y aparcamientos, como si fuera una ciudad tomada por un ejército de enfermos con el síndrome de Diógenes. Dar marcha atrás con el coche, por mucha atención que se ponga, puede significar quedar paralizado por el terror durante unos segundos al creer que has pasado por encima de un ser viviente, cuando en realidad solo has espachurrado una bolsa de basura que ha rodado una distancia inimaginable. 

Ya informaré cuando el Ayuntamiento nos suba el impuesto por la recogida de la basura, culpando a la huelga.

2 comentarios:

  1. Que nauseabundo ambiente y que bien descrito. ¡Pues que se resuelva, coño!. Pero que paguen las consecuencias los culpables, sean quienes sean
    PUAJJJ.

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    1. Al final, me temo, terminaremos pagando los que menos culpa tenemos: los ciudadanos. Seguro que terminan llamando al ejército para que retiren tantas toneladas de basura acumulada, lo que les vendría muy bien a la empresa porque, de momento, se han ahorrado unos 500 € de media por trabajador -por los días que llevan en huelga- y si le retiran gratis la basura, ni siquiera tendrán que pagar las horas extras.

      En pleno verano, con el calor que hace en Granada, la situación ya sería insoportable.

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