viernes, 11 de enero de 2013

A perro flaco...

Supongo que debería estar tan enfadada como la mayoría de mis compañeros, pero la verdad es que casi me resbala: Un proyecto de ley le va a dar a los ingenieros algunas de las competencias que teníamos hasta ahora en exclusividad los arquitectos, como la de proyectar edificios de viviendas. 

Recuerdo lo que me impactó el primer documental que vi sobre el holocausto nazi. Me extrañaba la mansedumbre de los judíos, la aceptación de lo que les ocurría, más que a ellos mismos, a miembros de su familia (¿cómo ver y permitir que un hijo pase hambre sin hacer nada, aunque en ello te vaya la vida?). Mis hermanos, lo veía en su compañía, me explicaron que los otros, aunque muchos menos, eran los que tenían las armas. Metralletas que de una ráfaga convertían en papilla los cuerpos esqueléticos. Tenían razón, pero seguía sin comprender cómo la desesperación no les hacía unir sus fuerzas y lanzarse contra sus opresores, aunque murieran todos. Mucho más tarde, mi tío Fermín me explicó que los seres humanos tenemos un sistema de defensa, ante una opresión grande por peligro de muerte, tendemos a aislarnos, a sernos indiferentes muchas cosas que nos habrían hecho rabiar en un estado normal. 

Ahora no estamos en peligro de muerte, al menos no directamente, aunque a más de uno la actual situación y las penurias que han llegado a sus vidas tan de repente, les ha hecho tomar la decisión de apearse de este mundo por ser incapaces de afrontar la crisis; pero, aunque estemos a salvo, sin nadie que nos apunte con una metralleta, me da la sensación que nos encontramos en una situación de shock muy parecida a la de los retenidos que aceptan el encarcelamiento y las humillaciones con una docilidad pasmosa. 

Ante nuestras narices nos roban (nos obligan a pagar más impuestos por lo poco que recibimos de nuestro trabajo), nos quitan contra prestaciones (al tener que pagar más por los medicamentos), asfixian a los funcionarios (de mala fama injustificada: ¿podemos criticar a los médicos, a los profesores, a los bomberos, a los policías...?)... y nos endeudan para pagar las pérdidas y los agujeros negros de los bancos. Los políticos se han convertido en nuestros opresores, y nosotros, como corderos, dejamos que nos guíen en silencio hacia el matadero. 

Son tantas las injusticias a las que hemos sido sometidos en el último año que ahora me parece insignificante que a un lumbreras de este gobierno se le haya ocurrido que un ingeniero, el que es muy bueno diseñando instalaciones y estructuras, pero que no ha estudiado en la carrera la forma de hacer confortables las viviendas para sus habitantes ni la estética para conseguir la hegemonía con el contorno; pueda proyectar viviendas, colegios, iglesias... (algo que sólo irá en detrimento de los usuarios).

Lo que sí me preocupa más de este proyecto de ley, es que -supongo que el lumbreras estará empapado por las películas norteamericanas- se puedan vender medicamentos en los centros comerciales y grandes superficies. 

2 comentarios:

  1. Lo lamentable de esta situación es que, los "lumbreras" abundan.

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    1. A veces una duda si son unos bobos o unos lumbreras de verdad. Ejemplo: Sale Cañete soltando lo de los yogures caducados y a la vez privatizan la sanidad en Madrid. Es inevitable preguntarse si lo han hecho con empresas afines a ellos y lo que hace Cañete con su majadería peligrosa para los consumidores, simplemente es buscar más clientes para los hospitales ya privatizados.

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