martes, 1 de septiembre de 2015

El santo de paja

La Iglesia y los militares han estado de la mano incluso en las tiendas de chorradas y atrezo. Recuerdo haber ido a comprar con mi padre en más de una ocasión moñas con la bandera de España. Decenas y decenas de moñas primorosas que adornaban cualquier rincón de la base o destacamento donde estuviera destinado, los días de jura de bandera. Los soldados tenían la costumbres de llevárselas como recuerdo por lo que siempre había que estar reponiéndolas. Esas tiendas me encantaban y aterraban, a partes iguales. Aún existen. Suelen estar al pie o las cercanías de las catedrales. Lo mismo se podía comprar los galones que los sargentos llevan en las mangas de los uniformes, las estrellitas de los capitanes o el busto morboso de un Cristo dolido y aterrado, con la boca abierta y los ojos desorbitados. Esas tiendas eran mucho más divertidas que las de golosinas: mantillas, enormes cirios de mi tamaño, albas para los sacerdotes, jarritas de vidrio labrado para el vino y el agua de la misa... En una ocasión coincidimos con un sacerdote que compraba una estola. El dependiente, que, sin duda, mi memoria altera y me hace recordarlo como el Scrooge de Cuento de Navidad, probaba solícito la prenda en el cliente, tirando de un extremo y otro para igualarlos y comprobar con una cinta métrica de costurera que estuviera a la distancia adecuada del suelo.

Aquella escena me permite imaginar sin dificultad la de una numeraria del Opus Dei que entra y, con voz queda y avergonzada, pide un cilicio, a lo que el dependiente, ya viejo y acostumbrado a todas las extravagancias que impone la fe, podría responder: A ver, bonica, arremángate la falda para que te pueda medir el muslamen... Sí, bonica, ya sé que duele, pero es que esa es su función... Si quieres le puedo limar un poco la punta a los pinchos, total, a Dios le da lo mismo que te haga más o menos daño... De vez en cuando me lo limpias con yodo, no vayas a pillar una infección... Y disciplina, ¿tienes?... Con la disciplina conviene que te estires un poquito. Si te compras una made in China, después de darte un par de zurriagazos bien dados, se te queda sólo para espantar moscas... 

Rumio varios libros estos días. Algunos libros son de lenta digestión. El de María del Carmen Tapia parece haber sido escrito para interferir en la santificación de José María Escrivá. Se lamenta que no aceptaran su testimonio en contra de elevar a los altares al fundados de La Obra. Habrían hecho bien en escucharla, o en darse cuenta de las evidencias. ¿Cómo puede considerarse santo quien incitó a sus subordinados y seguidores a dañarse físicamente y martirizarse?

2 comentarios:

  1. No concibo que después de millones de años de evolución del intelecto humano, aún existan fanatismos hasta el punto de auto martirizarse y, lo que es peor, que se sigan cometiendo crímenes en nombre de algún dios. Algo que estamos viviendo con frecuencia.
    Hace poco llegué a Estambul, una macro urbe en teoría europea y nos comentaron que son musulmanes , pero que solo practicantes un treinta por cierto. Pues no se, pero lo cierto es que todas las mujeres a
    llevaban la cabeza cubierta con el pañuelo, aunque en algunos casos fueran de seda.

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    1. Y lo malo es cuando quieren imponer sus propias creencias a otros. Reconozco los beneficios de la religión (para tranquilizar a quienes tienen miedo a la muerte, y como eventos sociales con los que matar el tiempo algunas personas que, sin la obligación de ir a misa -o a cualquier otro ritual, dependiendo de la religión-, permanecerían encerrados en sus casas-). Lástima que algo que puede ser bueno en algunos aspectos, unos pocos lo conviertan en un castigo para ellos mismos y para otros.

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