jueves, 12 de septiembre de 2013

La respiración del edificio

En un edificio de 14 viviendas, cuatro plantas de alzada, calidades de primera en los materiales, diseño estudiado y detallista; sólo viven dos familias, ambas en la planta tercera. Han denunciado al arquitecto que proyectó el edificio porque tienen problemas de humedades (el que más se da en las construcciones modernas). El juzgado de Granada me designó como perita para determinar las causas y sacar un presupuesto de los arreglos necesarios que resuelvan el problema. 

El bloque de pisos, ubicado en el ensanche de la zona norte de la ciudad, es una criatura de la crisis. Nació moribunda. Pisos muy caros que pocos se pudieron permitir. Originalmente cinco familias, pero tres desertaron por no poder pagar la hipoteca y ahora sólo quedan dos. Insuficientes para hacerse cargo de la comunidad de vecinos. Los pasillos permanecen a oscuras, el portero electrónico silencioso y el ascensor inservible. A cualquier hora del día hay que moverse por las zonas comunes del edificio con linternas. Los pasos, que resuenan con el eco de los espacios amplios y vacíos, dejan huellas en una gruesa capa de polvo que cubre el mármol del pavimento. Cualquier agitación del aire hace revolotear las pelotillas de tamo, de pelusa, como si fueran animales que huyen. En el interior del portal, de los pasillos, de la escalera, se ha creado un microclima. Gélido en la planta baja, asfixiante en la tercera. Es como entrar en una cueva y terminar asomándose a la boca de un volcán. Pero lo peor son los olores, a humedad, agua podrida y tabaco, que se convierten en casi un sabor, a vómito ajeno, que se queda pegado al cielo del paladar y perdura durante horas. Al mirar hacia arriba en la planta tercera, encontré que el falso techo de escayola estaba cubierto por una espesa capa de humo, densa, opaca, sin fisuras. Uno de los vecinos tiene la costumbre de acabar de fumar el cigarrillo que trae de la calle en el pasillo. 



Están asfixiando el edificio. Cuando las dos familias se quedaron solas, por temor a los ocupas, tapiaron todas las ventanas de la escalera. Les explico la situación. Lo fácil y económico que es resolver el problema que tienen. Se enfadan. Hablan de cooperativismo y de guardarnos los unos a los otros las espaldas. Les propongo que abran sus puertas y ventanas durante un par de horas, para que ventile las zonas comunes. Ahora se quejan de estar viviendo en un edificio inseguro, pero creo que simplemente están descontentos por haberse gastado todos sus ahorros creyendo que iban a vivir en un paraíso y han terminado cayendo en un abismo de oscuridad.

4 comentarios:

  1. .
    Este edificio, como ser viviente, podría ser el perfecto protagonista del cuento de ciencia ficción que ya has esbozado, BeKa. Aunque en este caso sobraría lo de ficción.
    :-)

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    1. Como en la película Delicatessen, donde sale un sótano completamente inundado lleno de ranas. Pero en este caso los más extravagantes son los inquilinos. Se empeñan en castigarse, cuando tienen una solución muy fácil. Bueno, menos en lo de la comunidad de vecinos: dos familias solas no se pueden hacer cargo del pago del seguro del edificio, del mantenimiento del ascensor, del gasto eléctrico de todas las zonas comunes... aunque no les costaría mucho contratar una empresa de limpieza para que les mantuviera en condiciones las escaleras. En fin... la gente, que es muy rara.

      :-)

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  2. ¡Jodó!. Con lo miedoso que soy yo, preferiría dormir en la capilla junto al crematorio del cementerio de Sevilla, al menos allí tienes visitas diarias y estás rodeado de flores.

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    1. Y supongo que estará limpio. Al menos aquí, en Granada, el cementerio está impoluto. Además, sin el peligro de los vivos (que son de quienes realmente hay que tener miedo). Cualquier día a alguno de los vecinos de este inmueble se le va la olla y se lía a hachazos con el primero que se le ponga por medio. Muy buena idea la del crematorio. Además, en invierno se debe estar la mar de calentitos.

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