viernes, 13 de abril de 2012

Sobre los otros

Ayer tomé café con unas antiguas amigas y la madre de una de ella. Todas familia de militares. Creo que desde fuera es bastante complicado comprender lo jerarquizado que está el mundo de los militares (incluido -o sobre todo- sus familias). Están los oficiales, los suboficiales y los de rango raso, que equivalen a los de primera, segunda y tercera categoría. En la mayoría de recintos militares, está claramente diferenciado en las cantinas y las piscinas, e incluso en los lugares donde debe sentarse cada uno en los diferentes eventos. Las viudas, sus hijos y jubilados, estamos en una especie de limbo: nadie nos prohíbe seguir con la monotonía a la que estábamos acostumbrados, pero notamos que no somos del todo bienvenidos. Cuando vivíamos en Málaga, en la base aérea, prefería caminar hasta la playa, sin ninguna sombra, a campo a través, con las chicharras ensordeciéndome y los matojos resecos de los jaramagos arañándome las piernas sólo porque me había convertido en "la hija de la viuda". 


Estas amigas, que conocía sobre todo por haber compartido bloque de pisos cuando vivía con mi madre en los pabellones militares que hay en la calle Martínez Campos de Granada, estaban indignadas con lo que les aconteció el verano pasado en la Base Aérea de Armilla. Una de mis amigas, Margarita (Margot), aunque es una persona adulta, por un problema de nacimiento, necesita ir acompañada a cualquier lugar. Margot, que no tiene muchas ocupaciones, en verano le gusta pasar casi todo el día en la piscina, pero su familia pocas veces la puede acompañar porque todos ellos trabajan. Una de las mejores amigas de la hermana menor de Margot es hija de un suboficial. Como favor a su amiga, se prestó a acompañar a Margot; decidieron ir a la oficiales, porque la chica se siente más cómoda en lugares que ya conoce y con rostros que ha visto con anterioridad.

Cuentan, supongo que exagerando un poco porque es doloroso que cometan una injusticia con quien queremos mucho y deseamos proteger, que apenas salieron de los vestuarios Margot y su acompañante, fueron echadas a empujones por la mujer de un teniente recién ascendido, sin darles tiempo a vestirse. Más tarde, mucho más tarde, cuando ya habían pasado días, hubo disculpas por parte de la mujer del teniente, pero Margot cogió tanto miedo -pensaba que había hecho algo malo- que no quiso volver a la piscina en semanas. 


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