lunes, 16 de abril de 2012

Las razones ocultas

Tengo el coco comido por los documentales de asesinos. Ayer me enfadé con Guille porque trajo desde el aeropuerto de Málaga a Granada a una chica. Pienso que en cada esquina hay una Ailee Wuornos. Por supuesto es injustificado mi temor... pero es que soy bastante miedosa cuando se trata de Guille. La verdad es que Guille hizo bien ayudando a la esa chica. Se llama Belén, la conoció en el avión, trayecto Barcelona-Málaga (ahora los vuelos baratos aterrizan en Málaga y no en el aeropuerto de Granada -creo que gracias al alcalde). La chica venía de Noruega. Hasta allí la había arrastrado una amiga con la promesa de un trabajo. Aquí trabajaba como esteticista en una peluquería ubicada en la zona más marginal de Granada, como le buscaron una sustituta cuando se fue, supone que habrá perdido el trabajo. Su especialidad son las uñas: manicuras de todo tipo, francesa, de fantasía, normal... (mis uñas son cortas, muy cortas, me agobian en cuanto crecen unos milímetros, porque son incómodas para teclear, y para la obra: tienden a doblarse). 

La chica, Belén, iba sentada junto a Guille. Se dio cuenta que lloraba y Guille, que siempre es muy servicial, le preguntó si se encontraba mal o si podía hacer algo por ella. Dice que inmediatamente fue un torrente de palabras, que no paró de hablar desde Barcelona a Málaga, mientras él le iba dando pañuelos de papel para que se limpiara las lágrimas -que eran otro torrente-. Una amiga de Belén que vive en Noruega le aseguró que había encontrado un trabajo para ella de peluquera y estilista en un centro comercial. El sueldo superaba los 2500 euros al mes y podía vivir con ella -la amiga- hasta que le subieran el sueldo -allí la vida es bastante cara- y pudiera alquilar algo por ella misma. No hablaba noruego, pero sí chapurrea algo de inglés, y, supuestamente, eso era suficiente para entenderse con los clientes. Su amiga le había mandado bastante información de dónde iba a vivir y trabajar, montones de fotos. Dice que la primera decepción fue la vivienda. Lo que parecía un confortable chalet unifamiliar, en realidad era un enjambre: siete dormitorios individuales con dos baños compartidos, una zona para comer y una cocina. Ella compartía dormitorio con su amiga y con el hijo pequeño de ésta. Para tener algo de intimidad, habían colgado unas cortinas en lo que parecía un tendedero.

Los tres primeros días su amiga estaba demasiado ocupada con el trabajo. Se iba a primera hora de la mañana y no volvía hasta entrada la noche. Como favor, le pidió a Belén que mientras ella no estaba, cuidara al niño. El cuarto día, supuestamente, era fiesta, y se dedicaron a pasear por la ciudad. Al día siguiente volvieron a la rutina. Cuando llevaba una semana en Oslo, viendo que su amiga no tenía ni un minuto para ella, le pidió que le diera la dirección del centro comercial donde iba a trabajar. Sólo recibió excusas. Que si el dueño sólo hablaba noruego, que si estaba lejos y se iba a perder, que si no tenía con quién dejar esa mañana al niño... Se dio cuenta que todo eran excusas cuando lo buscó en Internet, y vio que sólo estaba a dos manzanas de donde vivían. Dice que ya comenzaba a sospechar. Que debería haberlo hecho mucho antes, pero que era su amiga y confiaba en ella. Pudo comunicarse con la encargada de la peluquería en inglés y un poco en español (la mujer -no hombre como afirmaba su amiga-) había estado más de una vez de vacaciones en España. Le dijo que no buscaban personal, que, por haber descendido la demanda, incluso tenían más del que necesitaban, y que como era una relación muy directa con los clientes, que muchos iban a desahogarse mientras los peinaban o hacían las uñas, jamás se le ocurriría contratar a alguien que no hablara perfectamente noruego. 

Cuando su amiga volvió, intentó dar mil excusas que ya no colaron. Belén asegura que no sabe si la llevó hasta allí para que le cuidara al niño o simplemente empezó una mentira que no supo cortar antes de perjudicar a la que ha dejado de ser su amiga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario