miércoles, 30 de mayo de 2012

Con la Iglesia hemos dado, Sancho

Que vivimos en un país laico, es sólo una fantasía, una falsedad que se hace evidente cuando entramos en cualquier edificio público y miramos alrededor (no es extraño encontrar crucifijos o estampas de santos y vírgenes pegados a las paredes, o figuritas de San Pancracio en alguna mesa). Nada tiene de malo hacer alarde de las propias creencias, siempre que éstas no estén íntimamente ligadas al trabajo que se desempeña.

Ayer nos llegó el recibo del IBI (Impuestos sobre Bienes Inmuebles). Ha subido bastante respecto al año pasado. Casi se ha igualado con lo que pagamos en Barcelona por el piso. A nosotros, los ciudadanos normales y corrientes se nos estruja (hay que tener en cuenta que en Granada el paro ronda el 20%); sin embargo a la Iglesia Católica no se le exige que pague el mismo impuesto por cualquier edificio que esté relacionada con ella. Edificios que no tienen ningún beneficio para los feligreses y que sólo sirven para el lucro de esta institución.

Hay una parte de la Iglesia demasiado apegada a lo material, al atesoramiento de bienes. Bastante separada del Nuevo Testamento (¿no recordarán el pasaje de Jesús arrojando a latigazos a los mercaderes del templo?). La tía de nuestra aparejadora de Barcelona es monja. Recibió unas tierras como herencia cuando murieron sus padres. Hizo testamento donde dividía las tierras en tres partes iguales: una para la Iglesia, una para nuestra aparejadora y otra para su hermano. Al negarse a rehacer el testamento con sólo la Iglesia como beneficiaria, fue invitada a dejar su trabajo como profesora en un colegio religioso.

Ahora, gracias a la detención de uno de los mayordomos del Papa (su principal delito parece ser haber difundido que había una conspiración para matar al Papa -cuántos trapos sucios tiene la Iglesia-) nos enteramos que el Papa tiene cuatro señoras seglares para que le limpien y cuiden el apartamento donde vive. Otro de los defectos de la Iglesia: la separación de papeles en la sociedad dependiendo del sexo. A las mujeres se les impone papeles secundarios, de meras criadas, apartadas de toda responsabilidad. En cualquier empresa la marginación de un trabajador dependiendo del sexo sería delito; sin embargo, nadie pone en duda que la Iglesia tiene derecho a hacerlo.

Molestarían menos los privilegios que se le proporciona a la Iglesia si no se nos impusiera su ética errónea.


2 comentarios:

  1. .
    ¡Bien, BeKá! Por fin alguien transcribe bien la cita quijotesca. En efecto, es "Con la iglesia hemos dado" y no la manida "Con la iglesia hemos topado".
    :-)

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    1. Estudié en un colegio de monjas... algo aprendí de ellas

      ;-)

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