lunes, 28 de mayo de 2012

La coraza de Tarzán

¡AaaaaaaAaaaaaaAaaaaaaaaah resaca! 

Estos días es muy fácil encontrarse por Granada con un pitufo verde, una faraona barbuda, supermán con el paquete de un gigante o un romano con pololos de encaje... y todo ello sin tomar ninguna sustancia estupefaciente o alucinógena. Es la época de las bodas, y de las despedidas de solteros y solteras. Al desdichado o la desdichada futura víctima (cónyuge), la disfrazan y pasean por la ciudad en busca de alcohol y sexo frustrado, rodeado por acólitos identificados por camisetas iguales u alguna otra prenda o accesorio que los convierte en manada. 

Mi despedida de soltera no fue convencional. Si no llega a ser por la felpa con el velo de novia (tuve que abdicar en algo al final) hubiéramos parecido un grupo de amigas nutrido que salen de copas un fin de semana. Acabamos en el Arenas de Barcelona. Bailando (dando saltos) en el centro de un grupo de magníficas drag queen.

Fue mi cuñada quien se ocupó de preparar la despedida. Me advirtió, cuando quiso conocer las restricciones, que todo lo que no viviera en aquel momento sería algo que habría perdido para siempre (es agradable perderse que a una le metan un dedo en el ojo).

Este domingo por la tarde estuve en una despedida de soltera (la más convencional imaginable).  De una compañera de piso durante la carrera (de las muchas que tuve, creo que con la única que entablé amistad). Por supuesto se la disfrazó: de diablesa; por supuesto llevábamos camisetas identificables (Primera convención de soltería (1/6) de Alicia G. -con foto de su careto-); por supuesto hubo intento de acabar con todo el alcohol de la ciudad (yo iba como conductora); y, por supuesto, al final hubo un boy. Se había intentado que fuera "elegante" (un camarero vestido con un taparrabos tipo Tarzán que se limitara a servir copas en la casa de la madrina de la boda a la docena y media que habíamos quedado después de recogerse las más madrugadoras). Pero para entonces la mayoría de las chicas (algunas ya tiñen canas) eran cócteles molotov bípedos, que habrían echado a arder si  alguien hubiera encendido cerca una cerilla. Ahorraré detalles. Sólo diré que al señor disfrazado de Tarzán se le humilló en más de un aspecto; pero cuando todas sucumbieron finalmente (a alcohol y el cansancio) y lo incité a hablar y quejar con un "vaya noche, ¿no?", se limitó a asegurar que había sido divertida.

Puede que sea una pazguata, una ingenua que tiene en demasiada valía la dignidad propia y ajena, o puede que simplemente el alcohol dé otra perspectiva a los hechos.

(Aunque lo del alcohol... cuando llegué a casa, mientras Guille desayunaba su café con leche y una tostada de jamón, me tomé tres Heiniken -cantidad sobrada para que deje de tener un razonamiento coherente- y tanto antes como después, me seguía parecieron extraño y bárbaro que una señora cuelgue cascabeles del miembro viril de un desconocido o le ponga un collar de perro). 

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