miércoles, 21 de diciembre de 2011

La rana calva

Salió rana el negocio de Madrid. Una pena. Paseé como una pazguata por sus calles, envidiosa y asombrada: ¡Cuánta variedad de teatro y musicales! ¡Y en castellano!. Porque en Barcelona también los hay, puedo que incluso más, pero en su mayoría son en catalán. Sólo los actos que ocurren a lo largo de la calle Gran Vía, pueden satisfacer al más exigente de los turistas culturales durante uno o dos meses. 

El negocio: la crisis hace que subestimemos la inteligencia ajena. El sábado nos encontramos en un restaurante de la Gran Vía con uno de esos arquitectos de nombre kilométrico y apellidos compuestos lleno de artículos y rayitas. Un nombre añejo, muy acorde con su dueño. El tipo parecía una rana: achaparrado, piel cetrina, bola de billar por cabeza, boca enorme que tendía a permanecer abierta porque respiraba ruidosamente por ella y piernas zambas. Hora y media de conversación baladí durante la que no desaprovechó ni una oportunidad para echarse flores; y en la que tuve que torear sus descarados y burdos "lanzamientos de caña". No me habría sido tan antipático si el negocio hubiera sido, aunque fuera, remotamente razonable. Pero se trataba sólo de un descarado intento de que nos hiciéramos cargo del pago de las deudas que había ido acumulando su estudio de arquitectura desde hacía años -desde mucho antes del comienzo de la crisis-. Eran tan ridículas sus pretensiones que ni siquiera nos detuvimos a pensarlo. Una lástima, porque yo sí he mordido ya el anzuelo de esa ciudad.

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