sábado, 3 de diciembre de 2011

El eco de la soledad

Han pasado dos o tres meses desde la última vez que estuve en el Colegio de Arquitectos de Granada. No es de extrañar. Antes era imprescindible ir para resolver el mínimo papeleo, ahora se hace todo telemáticamente. Incluso los certificados conjuntos del aparejador-arquitecto de los finales de obra, se hacen sin la necesidad de tener que desplazarse. El viernes fui porque tenía que recoger un libro de órdenes de una obra. Supongo que con el tiempo también terminarán informatizándolo, pero de momento, como hay que recoger el libro físico, es imposible hacerlo de otra forma. La última vez que fui, había en recepción tres personas: una arquitecta recién salida del horno, que se ocupaba del teléfono y dos administrativos (parecían Zipi y Zape, pero calvos y viejos). Ahora no había nadie en recepción y las luces estaban apagadas. Sólo había dos arquitectos en el interior, en lo que sería parte de la administración del colegio. Están tan cargados de trabajo que tardaron tres días en visarme un plano (cuando antes era inmediato). Por supuesto este año no habrá regalo de Navidad (todos los años nos daban a los colegiados un objeto bastante inútil, pero bonito, como recuerdo). Sería absurdo que lo hicieran, teniendo en cuenta que han despedido a muchas personas. Las que no se apartan de mi recuerdo, son los dos administrativos. Eran algo mayores -cuarenta y bastante- (mayores para adaptarse a un nuevo trabajo).

Estuve paseando por el Colegio vacío. Hay gente, pero como agazapados en sus escondites (no vayan a verlos también a ellos y despedirlos). El ruido de las pisadas rebotaban en las salas vacías. 

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