domingo, 22 de noviembre de 2015

El corazón de Papá Noel (Historieta de Navidad)

La flaca Manuela es feliz. Mira caer la nieve al otro lado de la ventana con los ojos muy abiertos. Jamás había visto nevar tanto. Jamás había tenido unas Navidades blancas. Sabe que el vestido que está estrenando es caro porque hace parecer lleno de curvas su cuerpo de adolescente desnutrida. La mesa ya está puesta. Toda la casa huele a comida, a pavo asado y tarta de chocolate. Bajo el árbol de navidad hay montones de regalos. Aunque no llevan tarjeta, Manuela sabe cuáles son los suyos. Rufino le preguntó aquella misma mañana qué deseaba y ella respondió que tantos anillos como veces habían follado, con enormes pedruscos. Rufino no era hombre de números y Manuela tuvo que extender las dos manos para hacerle saber que habían mantenido relaciones sexuales en diez ocasiones. Aunque la caja fuerte de Rufino contiene tal cantidad de fajos de billetes que suele vomitarlos y arrojarlos al suelo si alguien la abre sin cuidado, y la generosidad se cuenta entre las cualidades de Rufino, su filosofía es: ¿para qué comprarlo si se puede robar?

Cuando Rufino salió de la casa con un cucurucho lleno de salchichas, Manuela supo que su deseo iba a ser satisfecho. Ya lo había visto actuar antes. Se hacía acompañar por media docena de esbirros. Llegaban en tropel a una joyería, saturando la atención de los dependientes y en cuanto alguna joya quedaba sin vigilancia, Rufino la incrustaba en una de sus salchichas y se la tragaba. El corpachón de Rufino tiene el suficiente almacén de grasa para que sirva de aislante a  los detectores anti robo de las entradas de las joyerías. 

La puntualidad es otra de las cualidades de Rufino. A las diez llega a casa luciendo un traje de terciopelo rojo con ribetes blancos de armiño en las mangas y la pechera de la chaqueta. En verdad parece Papá Noel con su enorme panza y la barba canosa que se ha dejado crecer. 

Antes de sentarse a la mesa, Rufino aupa a su amante para que coloque en el ápice del árbol una estrella de plata labrada. Le asegura que si pide un deseo mientras lo hace, se le cumplirá antes de medianoche. Manuela cierra los ojos. Se recuerda echando un par de salchichas más en la olla mientras el cocinero estaba despistado. A Rufino se le dan muy mal los números, y sabe que estaría robando anillos hasta que quedaran salchichas en el cucurucho. Manuela cree que lo hizo impulsada por la avaricia. Pero ahora imagina a Rufino regurgitando las salchichas, sacándoles los anillos de su interior y colocándoselos en sus regordetes dedos, hasta que no queda ninguno libre. Imagina los dos anillos olvidados descendiendo hacia el estómago, siendo liberados poco a poco de su prisión de embutido, hasta quedar libres las aristas vivas y afiladas de los diamantes. Alguien le ha dicho a Manuela que el estómago, al hacer la digestión, es como una lavadora durante el centrifugado. Durante unos segundos la imaginación de Manuela es una laparoscopia, puede ver con nitidez el estómago de Rufino ensangrentado, lleno de cortes, de rajas por los que se escapan los excrementos. 

Cuando Rufino la deposita en el suelo con mucho cuidado y le pregunta si ha pedido un deseo, Manuela responde, después de besarle en la mejilla, que lo ha hecho pensando única y exclusivamente en él. El hombre sonríe gozoso, satisfecho, convencido de que por fin ha encontrado una mujer digna de ser amada. 

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Odio la Navidad. Primeros villancicos por esta zona sin previo aviso, sin permitir la protección de la música propia. 

2 comentarios:

  1. Entretenida historieta navideña.
    En mi caso no es que odie la Navidad, aunque cada vez me guste menos, si no que realmente la pregonen desde octubre, Una vez rebasada, ya anuncian la Semana Santa, luego la temporada estival y continúa el ciclo. .
    La vida pasa rápida de por si y, cuando el horizonte está cada vez más cercano, lo que odio es que la aceleren, más que nada por interesen comerciales.

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    1. Tiene toda la razón. Aquí enlazan los adornos de Halloween con los de Navidad. A veces se mezclan incluso. Ya puestos, podrían inventar un árbol de navidad adornado con calaveras y calabazas: todo en uno.

      Yo odio la Navidad desde pequeña. Supongo que por imposición materna. Desde la muerte de mi padre, no la celebramos nunca.

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