miércoles, 19 de octubre de 2016

Duelo a garrotazos

Durante un tiempo pensé que mi primo Miguel Ángel era famoso porque los mismos cuadros que llenaban los pasillos y habitaciones de la casa de mi abuela materna salían en los libros. No recuerdo cómo me enteré que mi primo se limitaba a copiar cuadros famosos. El que estaba en el zaguán de la casa, colgado sobre un sillón de madera labrada, al que me subía para observarlo desde cerca, representaba a dos hombres enterrados hasta las rodillas, a una distancia de un metro, con un palo en la mano cada uno. Cuando veía a mi primo Miguel Ángel, que era un adulto que hacía mucho que el trabajo lo había apartado de los pinceles, le pedía que me pintara el cuadro siguiente a aquél. ¿Cuál de los dos hombres ganaba? ¿Se abrían la cabeza y se les desparraban los sesos? ¿Cómo conseguía liberarse el vencedor si alrededor no había ninguna pala? Mi primo no pintaba, pero contaba la historia: Si miras al cielo, me decía, verás que las nubes están a punto de descargar una tormenta enoooooooorme. Hay una riada y como los tíos están medios enterrados no pueden escapar y se ahogan. Por supuesto, yo pensaba: qué tontos. Incluso ahora lo pienso, porque las historias que nos cuentan durante la infancia nunca dejan de ser verdad.


Estos días Arturo Pérez-Reverte y Francisco Rico andan dándose mamporros verbales como si fueran dos niños en un patio de colegio, se insultan con el ingenio forzado de los sesudos y sacan los trapos sucios que parecían guardar desde hace mucho. Y tanta bronca tiene su origen en el lenguaje inclusivo. 

¡Qué hartazgo! Nunca me he sentido excluida cuando alguien dice nosotros. ¿Qué ocurre si por normativa desdoblamos el lenguaje? Por lo general, sobre todo cuando hablamos, tendemos a abreviar. Desdoblar el lenguaje nos llevaría a excluir a alguno de los géneros en la mayoría de nuestras frases. Desdoblar el lenguaje sólo sirve para complicar al hablante o a quien escribe. Y, ¿hasta dónde llegaría la majadería? Los niños y las niñas gordos-gordas, morenos-morenas, rubios-rubias, pelirrojos-pelirrojas, negros-negras, blancos-blancas.... comen manzanas para adelgazar... En fin, desdoblar el lenguaje es como si se pusiera una tirita en un tajo en la yugular: así no se consigue la igualdad de géneros.

3 comentarios:

  1. Lo que esta polémica demuestra, como otras mantenidas a diestro y siniestro por CJ Cela (también académico) con muchos escritores, es que la formación intelectual y la capacidad creativa no están reñidas con la necedad (tampoco, por cierto, con la indecencia).

    "Tontos son los que hacen tonterías" (Forrest Gump), de modo que -como dice el refrán- "ser listo y hacer tonterías, lo vemos todos los días".

    La genialidad y la estulticia tienen sitio dentro del mismo cerebro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Una esperaba un poco más de dos intelectuales. Ya que se han puesto zafios, y con el montón de insultos que existen en la lengua castellana, podían haber buscado alguno interesante.

      Eliminar
  2. no sabía que eso era desdoblar el lenguaje. El difunto presidente Chávez se encargó de que se hiciera popular en los discursos políticos, y su sucesor, Maduro, le ha ganado poniendo tortas como por ejemplo: liceos y liceas, camaradas y camarados, millones y millonas... y otros más para reinos un rato.

    ResponderEliminar