jueves, 11 de agosto de 2016

Los libros

Guille me manda una fotografía de nuestra trastero/habitación de invitados del piso de la Diagonal. Está parcheado. Hasta hace dos días era de color rosa fosforito. Tan rosa que después de estar en él cinco minutos, si los ojos se fijaban en una superficie clara, se veía todo verde. Estaba rosa fosforito porque era el color que quisieron mis sobrinas, las hijas de la hermana de Guille. Nuestro piso, que acumulaba polvo sin nadie que lo habitase, sirvió de salvavidas momentáneo  durante la interminable crisis, primero al hermano de Guille y luego a su hermana y familia. Su hermano, que sólo lo quería para dormir, dejó intacto el piso. Su hermana lo acomodó a sus necesidades y además del cambiar el impoluto blanco de nuestras paredes, mando a dormitar mis libros al mismo local donde lo hacen los cientos de documentos legales del antiguo trabajo de mi suegro. Será divertido devolver los libros a su lugar. Limpiarles la parte superior de las hojas con una brocha, las pastas y el lomo con un trapo húmedo, leer algún párrafo de cada uno antes de devolverlo a su balda... Mientras Guille pintará una tras otra vez el dormitorio. hasta que deje de parecer un algodón de azúcar.

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