En el estudio de Málaga están haciendo obras de mantenimiento en nuestra planta y hasta que terminen (nos han asegurado que la semana que viene) nuestro despacho es un tubo en la planta baja del mismo edificio, sin aire acondicionado y una única ventana -larga, estrecha y enrejada-, a la altura de la coronilla. La tenemos constantemente abierta porque el calor, aunque hoy no corría terral, es completamente insoportable. Los ordenadores en funcionamiento parecen radiadores y el sudor empapa las camisas.
La ventana da a una calle peatonal tomada por las mesas y sillas de la terraza de un bar.
Madre: Cómete la tostada de una puta vez.
Niña: La mantequilla sabe raro. Huele a pies.
Madre: Como te arranque los tuyos y te los haga tragar sí que va a oler a pies.
La niña tenía razón: la mantequilla de ese bar está rancia.
Pues que bruta la mamá, por no darle un merecido calificativo más soez.
ResponderEliminarSí, la madre realmente fue muy bruta, y por partida doble. Cualquier otra madre habría hecho caso a las palabras de la niña y comprobado que la mantequilla estaba asquerosa. Pobre criatura. Supongo que en cuanto sea mayor de edad o consiga independencia económica, se desprenderá de su progenitora.
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