sábado, 10 de mayo de 2014

Los enamorados - Tercera parte

La noria es demasiado alta, el Gusano Loco hace que Griselda se maree y acaba de comerse una manzana bañada en caramelo, los coches de choque le dan miedo porque está convencida que puede darse un golpe contra el salpicadero del auto y dejarse media dentadura incrustada, sabe que no gustará a Mauricio sin dientes. 

Griselda odia la mano derecha de su hermano porque quienes son muy listos piensan que quienes sólo tienen medias entendederas también son ciegos. Había visto aquella mano enlazada con la de Mauricio cuando pasaban por callejones oscuros, acariciar su rostro con la excusa de quitarle una pestaña de la mejilla, apoyarse en su muslo durante interminables minutos... En el armario de las armas de su padre, está guardado el machete de desollar jabalís, recién afilado. 

Una de las últimas decisiones de Griselda es subirse al caballo alazán del tiovivo. Mauricio y su hermano la esperan de pie, junto a la atracción; muy cerca el uno del otro, hombro con hombro, pegados. La estridencia de la música del carrusel justifica que se hablen al oído, aunque Griselda cree adivinar un beso en la mejilla de Mauricio. Ahora se arrepiente de haber cedido a la tentación ofrecida por su novio. Querría bajar de un salto e interponerse entre ambos, impedir que se susurren, que se sonrían, que se toquen. El tiempo que desaparecen de su vista, parece infinito y se esfuerza e inclina o echa para atrás para seguir viéndolos, hasta que las palmas sudorosas resbalan de la barra metálica y sus glúteos prueban la dureza del suelo, provocando carcajadas fugaces que se apagan a la misma velocidad que una mancha roja se extiende por el vestido blanco de Griselda. Una ballena metálica de lo que parece un sujetador ortopédico se ha hincado en su corazón. Con su último aliento, la joven levanta los brazos, buscando que sus manos se enlacen con las de Mauricio y Josué, un gesto que todos malinterpretan. No es consuelo lo que busca, sólo pretende arrastrarlos con ella a la muerte.

2 comentarios:

  1. ¡Pero sí que eres shakespeareana! ¡Siempre matando a los protagonistas! (como a mi me gusta). ahora, esa forma de morir de la pobre Griselda... está bastante gore, suena a "destino final"

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    1. Fue por culpa de un aro del sujetador que se me salió a primera hora de la mañana. Estuve mucho tiempo fastidiada por culpa de ese insoportable trocito metálico que se me hincaba en la carne y del que no pude librarme en las cuatro interminables horas que duró la reunión en la que estaba metida. Fue muuuuuuuuuuy molesto. Tuve una pupa parecida a una roncha.

      También me hizo recordar una de las historias que contaba mi abuela: a su amiga le ponían un sujetador semejante al que lleva Griselsa cuando salía con su novio. Pero la amiga de mi abuela era más lista, y hacía que las amigas se lo descosieran y cosieran.

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