viernes, 9 de agosto de 2013

Las máscaras de la verdad

Hacía siglos que no entraba en el chat de hablar por hablar. Hoy lo he hecho por primera vez después de más de un año y me parece increíble que durante un tiempo fuera lo primero que quisiera hacer en cuanto volvía del trabajo y que me tirara dos, tres e incluso cuatro horas, todo mi tiempo de libertad, chateando con desconocidos. Me sentía sola. Acababa de llegar a Barcelona, mi casa -la casa de mi madre en realidad, en la que no vivía desde que acabé el instituto- quedaba a más de mil kilómetros de distancia, y aunque en Barcelona siempre vivió mi abuela paterna, no tenía apenas relación con ella -no la suficiente para visitarla cada vez que sentía la necesidad de hablar con alguien-. El chat sólo era un sucedáneo de las relaciones humanas. Servía para mantener conversaciones -a veces entretenidas, por lo general fútiles-, para aprender cosas, para que te dieran a conocer músicas que de otra forma jamás habrías escuchado.. y también servía para enfadarse con unos sujetos extraños a los que calificábamos de tocapelotas, y a los que han terminado llamando trolls. Por lo general eran de dos tipos: los que hacían flood (inundaban la pantalla con emoticones impidiendo una conversación fluida) y los que intentaban herir la sensibilidad de algunos haciendo apología de la pederastia o el terrorismo. El tiempo los ha vuelto insignificantes y patéticos.


Ahora el chat de hablar por hablar ha sido tomado por completo por los trolls, como si fueran una manada de zombis que han acabado con la vida inteligente en esa parcela del ciberespacio. 

Mientras escribo esto, escucho un concierto de Wim Mertens que he encontrado en youtube. La música es como un alucinógeno que me hace sentir muy bien. Supongo que por el contraste entre algo tan positivo (el concierto, la música, la ternura que me hace sentir la voz de Wim Mertens estropeando su propia composición, el sudor que empapa el pelo de uno de los violinistas...) con algo tan negativo (personas que desperdician horas y hora de su tiempo con el único fin de molestar) me hace imposible, aunque suelo sentir empatía con casi todas las personas, comprender qué los mueve a un comportamiento tan extraño.


6 comentarios:

  1. De momento la tecnología va por delante de la ley, pero llegará el día en que la irrupción salvaje en un foro, la calumnia canalla de los acomplejados, la infamia, y hasta la perversa descontextualización, empezarán a pagar el precio en los tribunales para que no sea tan barata la ignominia de tirar la piedra y esconder la mano, disparar desde el anonimato de un seudónimo o colocarse, simplemente, la máscara cobarde.
    Sin embargo, casi encuentro más repugnancia en el silencio cómplice que ampara al agresor por miedo a comprometerse. No vivimos épocas de compromiso, precisamente. La lucidez descubrió que los escondites siempre son accesibles y la comodidad de asistir al espectáculo de forma invisible, verdaderamente tentadora.
    Cuando la masa se disuelve en si misma, engañándose con la falacia de diluir igualmente la ética en el chocolate donde chapotea, se convierte en chusma, pura chusma.
    Me ha gustado mucho tu entrada. Un afectuoso saludo.

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  2. Eric Emerson Schmidt, uno de los presidentes de Google, dijo: Internet es el primer invento de la humanidad que la humanidad no entiende. El mayor experimento de anarquía que hemos tenido.

    Ahora comienzan a proteger a los menores de los abusos de algunas personas (por lo general de compañeros de clase que los insultas en las redes sociales). Ayer mismo venía en el periódico el caso de una niña que se había suicidado por el acoso de los compañeros en su cuenta del facebook. En ese caso es comprensible que se exijan responsabilidades. Pero, para nosotros, los adultos, que somos capaces de defendernos con la palabra y que sabemos darle a los ataques la justa importancia, me gusta la anarquía que existe en Internet porque si empezamos a exigir que nos protejan, ¿podríamos escribir de algo? Siempre habría un grupo que se sentiría ofendido por nuestros comentarios, justificada o injustificadamente.

    Gracias por tu comentario. Saludos

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  3. ¿Exigir que nos protejan? Quizá interrogarse sobre su conveniencia sea una forma un tanto superficial de enfocar el asunto, negando la evidencia de la realidad. De momento la policía y los semáforos nos siguen pareciendo imprescindibles para que el delincuente o el irresponsable no nos impongan su avasallamiento.

    ¿Los adultos nos defendemos con la palabra? Naturalmente, ese planteamiento me encanta y entro al trapo. Pero siempre que no me aten las manos cuando escriba ni me pongan una mordaza cuando me vaya a defender con la palabra.

    ¿La justa importancia a los ataques? Sabrás que pasar la confidencialidad al ámbito público es un verdadero delito tipificado por la ley. De igual modo que la tergiversación manipulada lo es cuando se detecta una clara intencionalidad de perjudicar y dañar el honor de las personas. ¿Me aconsejas que ponga el asunto en manos de un juez para que dictamine la "justa importancia"? ¿Sabes, además, que los dueños de los blogs ni sus moderadores no están ,ni mucho menos, exentos de responsabilidad?

    Creo, BK, que como la buena persona que eres incurres en el error de pensar que los demás también lo son.
    Un saludo con afecto.

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    1. No creo que en este mundo se pueda dividir la gente en buena y mala. Me parece que todos somos regulares, con intereses distintos los unos de los otros, los que nos hace comportarnos de una forma u otra. Cualquiera de nuestros actos, por muy legítimos e inocuo que lo creamos, puede dañar a un tercero (como defender nuestra forma de pensar). Por supuesto tenemos pleno derecho a defender nuestras ideas, pero a la vez debemos asumir que esta defensa puede granjearnos la antipatía de algunos.

      Me parece que tú y yo vivimos en universos paralelos. En el mío la situación socio-económica está tan mal que me extraña que se pueda malgastar la indignación en responder a los ataques personales de unos desconocidos en un blog o un foro.

      Gracias por tu comentario. Saludos

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    2. Pueden simultanearse los grados de indignación de forma compatible. Supongo que si te dan una patada por la calle no dirás: "Esto al lado de la crisis no es nada", y sigues andando.
      Si te he importunado lo siento. Te aseguro que al socaire de tus sucesivas entradas me pareció encontrar hueco "ad hoc".
      Un abrazo y buena suerte.

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    3. (Perdón si tardo en responder algún comentario. Suelo hacerlo a medida que me los encuentro en el correo, y a veces se me acumulan los no relacionados con el blog).

      Por supuesto que no me has importunado (sólo es que tenemos diferentes puntos de vista).

      Si te dan una patada por la calle... eso duele. Creo que sólo un sádico podría hacer la petición: A quien te abofetee la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mt 5, 39). Y sólo un masoca podría cumplirla.

      Pero en un foro o blog, los comentarios de unos desconocidos, ¿hacen realmente daño? Creo que sólo tendrán la importancia que cada uno de nosotros le demos y si existe alguien con rabia enquistada y se le presta excesiva atención, sólo estaremos alimentando esa rabia que se hará más grande y terminará desbordándose. Si, por el contrario, se esquiva el enfrentamiento directo con quien sólo busca pelea, se terminará ganando porque sin pelea no tendrá público y sin público no quedará satisfecho su ego (buscará a otra víctima que sí le haga caso)

      Gracias por tu comentario. Saludos.

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