lunes, 12 de agosto de 2013

La sombra alargada de la estulticia

Cuando terminé la carrera hice todos los cursos que me podía permitir por tiempo y dinero. Uno de ellos fue La economía en la construcción. Tenía un temario muy amplio, desde mediciones y presupuestos a macroeconomía. El profesor tenía la teoría de que la macroeconomía es como un animal que se regula de forma automática, y a pesar de las economías particulares de los países, para seguir vivo (algo parecido a la hipótesis de Gaía para la tierra). Un ejemplo: si los sueldos son demasiados altos, las empresas dejan de ser rentables, tienen que realizar despidos, producen menos, la gente consume menos porque están en paro y los sueldos bajan de forma automática porque hay quien está dispuesto a cobrar menos por trabajar lo mismo. Los trabajadores, aunque cobren menos, pueden permitirse gastar más por no estar en paro y las empresas vuelven a ser rentables. 

Pero en la actualidad la economía, al menos en España, parece estar herida de muerte por culpa de las hipotecas. Miles de millones de euros que han servido únicamente para lucrar a los bancos, sin producir ningún bien, sin servir de colchón a quienes de repente se han encontrado en el paro, perdido la casa y perdido los ahorros de años y años de trabajo. Y la situación la empeora la manada de zoquetes insensibles que legítimamente (de momento no es delito que se llegue al poder por medio de mentiras e incumpliendo del programa electoral) nos gobierna. Si el portavoz adjunto del PP, Rafael Hernando, un señor con tal pinta de pijo que se le sospecha el tatuaje del logotipo de Lacoste sobre el pezón izquierdo y cuyo gasto en gomina diario parece triplicar las ayudas por desempleo mensuales, es capaz de asegurar que la malnutrición de los niños es culpa de los padres, ¿cómo podemos tener la esperanza de que alguien así nos saque de la crisis? 



Da la sensación de que todos estos altos cargos del PP están demasiado ocupados sacudiéndose el lodo de las solapas con el que los ha manchado Bárcenas, para ver a las personas que piden limosna en la calle. Supongo que ninguno de ellos habrá tenido que darle 10 euros a un compañero de carrera para que le compre leche a la hija, ni estará echando currículos a empresas del extranjero. Están demasiados aislados en sus burbujas de seguridad para saber qué ocurre fuera, a pocos metros de ellos; pero, son políticos, se les supone un mínimo de inteligencia: ¿es que no pueden comprender las consecuencias de un 26.3% de paro? 

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