sábado, 11 de junio de 2016

¡Tú puedes!

En el colegio aprovechaba la libertad que me daban para leer lo que quisiera, mientras mis compañeras debían tragarse insoportables tochos tipo El Cantar de Mio Cid, yo disfrutaba de la frivolidad de Stephen King. Mis compañeras leían El Cantar de Mio Cid, yo Maleficio y al colegio vino un psicólogo a hablarnos de la anorexia nerviosa y la bulimia. Siempre me pregunté si aquel psicólogo nos visitó para advertirnos de los riesgos de no tener una alimentación sana o para buscar nuevas pacientes porque desde aquellos días hasta un futuro muy lejanos, escuché a más de una compañera echar la pota encerradas en el cuarto de baño. Desde entonces me asusta ver los cambios drásticos en la figura de las personas. Imagino que están malditos, o, lo que es lo mismo, enfermos. Aunque muchas personas intentan adelgazar más por estética que por salud. 

Ahora le ha tocado a mi cuñada. El embarazo le cambió la figura, llenándose de curvas y grasas que deben estar fosilizadas en sus caderas y abdomen (la niña ya tiene 15 años). Se ha empeñado en querer adelgazar hasta caber en la ropa de su hija (tiene una talla 36 y ella admite una 46 -shhhhhhhhh, una 50, en realidad-). 

Empezó siendo sensata. Fue al médico y éste la derivó a un dietista. Le puso una dieta muy equilibrada y cómoda y le mandó hacer ejercicio. Durante tres días me acompañó a correr, pero el deporte le abría el apetito y después del esfuerzo se solía dar un homenaje. Cuando en lugar de adelgazar, engordó, buscó refugio en los alimentos bajos en calorías de supermercados y farmacias. Me dio a probar uno de los batidos que sustituían al desayuno y era como yeso con olor a vainilla. Volvió a engordar porque esas porquerías la saciaban, pero no le proporcionaban la satisfacción de paladear los sabores y texturas de las comidas. Recurrió a los curanderos, a dos, en concreto. Lo raro es que no hubiera empezado por la insensatez, porque ella confía más en los curanderos que en los médicos. Uno de ellos le pidió que fuera a primera hora de la mañana a dejar una estampa de la Virgen de Gracia a la ermita del pueblo y que la recogiera a última hora de la tarde. El hombre, aunque un jeta, parecía sensato: la obligaba a hacer ejercicio. Pero para ella, el ejercicio sin dieta equivale a engordar. El segundo curandero, además de un jeta, fue un hijo de puta: le pidió que sólo desayunara y que el resto del día, si sentía hambre, bebiera seguidos tres vasos de agua. Al segundo día tenía tantos mareos que tuvo que ir al médico y... vuelta a empezar. 

2 comentarios:

  1. Adelgazar es un problema más de genética que otra cosa.

    Mi metabolismo es tan veloz, que a pesar de consumir las mismas calorías que alguien que me dobla en peso, durante dos meses, apenas y subí 6 kilos. Mientras que los demás, literalmente se desfiguraron.

    Por otro lado, tengo un amigo, que desde siempre le llamamos "pipa" (se veía gordo aún con su estatura de 1,80) consiguió rebajar con una estricta dieta y ejercicio. y desde entonces, para poder mantenerse, es esclavo de la balanza, del ejercicio y de la dieta para poder mantenerse.

    En relación a la apariencia, pues supongo que es mejor alguien rellenita, saludable y feliz, que alguien en "la linea", enfermiza y deprimida. Dile a tu cuñada que si quiere rebajar, tiene dos opciones: la lenta y saludable, o la rápida y matasano.

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    1. ¡Has vuelto! Se te echaba en falta. Por aquí se dicen muchas barbaridades sobre Venezuela y no sé cuáles pueden ser verdad y cuáles intentan desfavorecer a un grupo político de aquí que se llama Podemos y siente admiración por el chavismo. Hasta se dice que tuvo que cerrar Coca-cola por falta de azúcar.

      Mi cuñada, al fin, parece haber encontrado su método para adelgazar. Hace muchas tandas de ejercicio durante todo el día, pero de muy poca duración. A mí me parece una barbaridad porque está todo el día pillada con eso, pero ella es feliz porque no le exige un sobre esfuerzo y de momento le funciona. Lo malo es que no suele ser muy constante. Lleva tres semanas haciéndolo. Todos hemos apostado por cuándo se rendirá. Nadie le echa más de un mes.

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